El día del Presidente

La inmaculada percepción

Vianey Esquinca

09/01/2019

Antes de crucificar al mandatario hay que recordar que la autocrítica no ha estado presente ¡en ningún informe jamás!

Hoy el presidente Andrés Manuel López Obrador dará su primer informe de gobierno y, como ya es costumbre, habrá análisis, comentarios y, por supuesto, críticas por lo que el Ejecutivo no diga, se calle, matice o no reconozca.

Sin embargo, antes de crucificar al mandatario y desgarrarse las vestiduras criticándolo, hay que hacer un alto en el camino y recordar que la autocrítica no ha estado presente ¡en ningún informe de gobierno jamás! No se tiene memoria de algún Ejecutivo que diga: “¿saben qué?, me he equivocado en la política económica/social que he seguido”. Si acaso, han reconocido que hay “retos”, “oportunidades”, o un “no hemos avanzado como esperábamos” para inmediatamente decir… pero “estamos trabajando y lo vamos a resolver”.

Los informes de los gobiernos federal, estatales o municipales de todos los partidos políticos se convierten en la fiesta de los gobernantes, son sólo el pretexto para que hablen delante de sus invitados sobre sus logros, lo que han cumplido y las maravillas que han hecho. Ahora, los ejecutivos ni siquiera tienen que ir al Congreso, ahorrándose así el feo momento de escuchar las rechiflas y gritos de la oposición.

Los gobernantes siempre realizan triples saltos mortales de alta complejidad y, seguramente, en esta ocasión no será la excepción, para transformar lo más negativo en positivo.

Hasta Enrique Peña Nieto, el presidente más impopular de los últimos sexenios, dijo en su último informe de gobierno que México era “mejor del que éramos hace seis años”. Así que, el amable lector no debe esperar que el actual mandatario rompa la bonita tradición de autoalabarse.

Por otro lado, ¿qué puede decir el presidente López Obrador distinto a lo que dijo en su evento del 1º de julio —cuando han pasado sólo dos meses desde entonces— o lo que dice todos los días en sus mañaneras? Si alguien ha sido transparente en su mensaje, es él.

Seguramente hablará del cochinero que dejaron los gobiernos neoliberales y conservadores, que lo importante no es el crecimiento económico, sino el desarrollo, que se cansa ganso de que va a cumplir sus promesas, que los gobiernos anteriores sólo les pusieron ninis a los jóvenes y que él los está apoyando, que él no actúa por consigna porque la venganza no es su fuerte y que, por supuesto, tienen pendiente resolver la inseguridad rampante que azota al país, aunque por eso se creó la súper mágica y milagrosa Guardia Nacional. Es altamente probable que haya alguna frase chistosa y pegadora y que su discurso sea muy aterrizado para que todos lo entiendan.

Existía la expectativa que durante su informe, el Presidente diera una noticia que cimbrara al país, pero el viernes, en su mañanera, cuando le preguntaron si habría sorpresas él respondió: “No, no, no. Si ustedes me sopean aquí todos los días, o sea, ¿qué sorpresa? Si el día 1º lo que hago es ordenar, lo que voy a hacer, lo que estoy haciendo es ordenar todo lo que es el plan de desarrollo y decir: Así vamos, esto es lo conceptual y esto es lo que se ha realizado básicamente”.

Así pues, si nos atenemos a lo que dijo el Presidente, que dice ser un hombre de palabra, podría no haber la gran noticia, aunque francamente se antoja difícil que no caiga en la tentación de sus antecesores para sacarse un as bajo la manga del que todo mundo hable.

Hay costumbres en la política que no se pueden evitar: buscar chivos expiatorios, defender lo indefendible, proteger a los suyos a pesar de la evidencia y, por supuesto, convertir el día del informe de gobierno en el día del Presidente. Si alguien piensa que esto va a cambiar hoy, gatitos, ¡ternurita!

 

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