#Editorial
*Cuando la infomedia sustituye la empatía.
BPNoticias.- La tragedia que se vive en Veracruz, Puebla, Hidalgo, San Luis Potosí, Querétaro y el Estado de México, afectados por Las lluvias torrenciales que dejaron a miles de personas enfrentando la pérdida de sus hogares, sus recuerdos y, en muchos casos, a sus seres queridos, se registra en medio de los mayores enemigos de una crisis humanitaria: la desinformación, el discurso de odio, la descalificación, y la politización de la desgracia de miles de seres humanos indefensos, vulnerables, dolidos.
En lugar de los insultos, las descalificaciones, la búsqueda de likes en base a mentiras, las frases e información sin sentido ni verdad, hacen falta esperanza, medicinas, agua, alimentos pero sobre todo empatía, solidaridad, en lugar de sembrar la división y la imposibilidad de sumar esfuerzos.
Cuando la tragedia toca territorio, cuando la infodemia se vuelve arma, lo humano no es un adorno, es una urgencia. Se requieren manos abiertas, brazos sosteniendo, palabras de aliento. La legítima y necesaria crítica, por favor, más adelante.
La emergencia exige agua, medicinas, alimentos, pero sobre todo, solidaridad. Sin embargo, lo que abunda en ciertos espacios digitales no es ayuda, sino odio obsesivo.
No se desestima la crítica y el inevitable y necesario recuentos de daños, que imperativamente debe darse para deslindar responsabilidades y ver de qué manera se enfrentarán estos desastres que, no solo azotaron a las cinco entidades federativas en México, sino están dejado una estela de muerte e indefensión en el mundo – como recién sucedió en Texas- sino la falta de lo humano y su solidaridad.
El mayor enemigo de una tragedia no es solo la naturaleza, sino la desinformación, la descalificación y la politización del dolor.
En las últimas horas, mientras brigadas rescatan personas y distribuyen víveres, hay quienes desde la comodidad de sus pantallas han optado por sembrar discordia. No han levantado un dedo para apoyar, pero sí para insultar, despreciar y difundir falsedades. Algunos se ufanan de ser periodistas, pero su ejercicio se limita a la burla, la manipulación y el desprecio ante quienes hoy caminan, documentando profesionalmente o ante las largas filas de damnificados que buscan lo básico para sobrevivir mientras miran al cielo que amenaza otra vez con llover.
La infomedia —ese ecosistema de contenidos virales, memes, medias verdades y videos manipulados— se ha convertido en una herramienta para adquirir popularidad a costa del sufrimiento ajeno. Cada media hora, el odio se recicla en nuevas publicaciones que no informan, sino que incitan. Y ese daño no es simbólico: es real, profundo y peligroso.
Como ha documentado la Organización de las Naciones Unidas, el discurso de odio ha sido precursor de crímenes atroces en la historia reciente. El Holocausto no comenzó con las cámaras de gas, sino con palabras que deshumanizaron a una minoría. En Camboya, el odio convirtió a intelectuales y opositores en enemigos del pueblo. En Rwanda, Bosnia y Myanmar, la propaganda y la desinformación precedieron a genocidios que aún duelen en la memoria colectiva.
António Guterres, secretario general de la ONU, lo advirtió en 2019: “Durante los últimos 75 años, el discurso de odio ha sido precursor de crímenes atroces, incluyendo el genocidio”.
Hoy, en México, no enfrentamos una guerra, pero sí una tragedia que exige unidad y esperanza. Y en lugar de sumar esfuerzos, algunos prefieren dividir, estigmatizar, insultar y desinformar.
La revisión crítica de lo sucedido es necesaria, pero no sobre las lágrimas de quienes hoy lloran. No sobre los ojos secos de quienes amanecen buscando una esperanza árida, rodeados de rumores y desaliento. La tragedia no es terreno para el oportunismo ni para el odio. Es momento de reconstruir, no de destruir.
La historia nos ha enseñado que las palabras pueden ser armas. En tiempos de desastre, que no sean las que hieren, sino las que sanan.