Sin tacto
Por Sergio González Levet
Con esto de la pandemia, es natural que estén surgiendo personas que dicen tener la cura milagrosa para la Covid-19.
En ese tenor, el dióxido de cloro ha sido ofrecido como una sustancia que ataca al coronavirus y salva a los contagiados. En las redes son cada día más numerosas las menciones sobre tratamientos a base de esa sustancia, que pretendidamente ha salvado muchas vidas. Y precisamente su gran número es lo que despierta la duda si no será un fraude de charlatanes, que intentan hacer negocio a costa de la credulidad de la gente y de su desesperación ante una enfermedad que aún no tiene cura.
Para poder hacernos una idea cierta de eso, le pregunté a nuestro amigo, el eminente internista xalapeño Iván Hernández Gutiérrez, y como ya lo ha hecho en varias ocasiones para este espacio, una vez más accedió a participarnos su conocimiento profundo y científico alrededor de esta enfermedad, que trae de cabeza al mundo entero.
—¿Dióxido de cloro? —se pregunta, piensa y responde Iván—. La verdad es que esto se ha convertido en una leyenda urbana y así lo quisiera yo pensar.
—Para empezar —hace una pausa, suspira y me dice—, el dióxido de cloro no es un medicamento. No tiene autorizaciones de las principales… o más bien, de ninguna de las agencias de Estados Unidos, Canadá, Europa, México, Sudamérica, Asia. Ni siquiera de China (que por cierto, los chinos tienen un excelente centro regulador para la autorización de medicamentos e insumos para la salud). En ningún lugar del mundo han autorizado este elemento, que se utiliza con fines industriales o con diferentes fines que no tienen nada que ver con el alivio de una enfermedad. Eso es lo primero: no es un medicamento.
El famoso médico clínico sigue pensando, escudriñando en su mente y continúa:
—Lo segundo es que sobre el dióxido de cloro no hay ningún estudio a nivel mundial que posea el rigor científico que debe tener la práctica de una terapéutica; en ningún lado, en ningún lugar del mundo lo hay, y por lo mismo todos aquellos que tenemos que tomar una decisión médica (y recordemos que una decisión de este tipo siempre es una decisión de riesgo contra beneficio), pues no lo ocupamos porque no tenemos los elementos como para pensar que eso pueda servir.
La plática con el doctor Hernández Gutiérrez continuó, porque se ha hablado mucho del dióxido de cloro y hay muchas aristas más que tratar sobre el tema. Pero el espacio es nuestro dictador, y tenemos que pararla aquí por hoy. En la próxima columna seguiremos tratando este espinoso asunto, que puede acarrear muy malas decisiones por falta de información precisa y científica.
Así que mañana le seguimos…
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