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/ Por Raúl Zibechi / Desinformémonos/
“El ejército nunca va a ser una solución. La militarización de la migración fue un elemento de control territorial que generó el Estado”, dice la organización Voces Mesoamericanas, que trabaja con “pueblos migrantes” en Chiapas. La entrega del control de los migrantes al crimen organizado, asegura, fue una decisión del ejército en acuerdo con el gobierno federal para mantener la “legitimidad” con que el gobierno de López Obrador engalanó la labor criminal de los uniformados.
Sigue una síntesis de la conversación mantenida dos días después de la última masacre de migrantes, a manos de las fuerzas armadas, justo un dos de octubre.
– ¿Cómo interpretan este modo de estrenarse el nuevo gobierno con una masacre de seis migrantes?
– Es un efecto esperado y normalizado de la militarización. Si miramos en retrospectiva la muerte de este tipo, el coyote que se brinca el control militar y se abre fuego a los carros con migrantes, podemos contabilizar más de veinte casos en los que el algunos caos han muerto 20 o 25 migrantes. Es el efecto mayor de la mano tan suelta que tiene el ejército para empuñar un arma y dispararla.
En los últimos tres meses ha habido una disputa territorial del crimen organizado en Chiapas tan intensificada, porque se está peleando por el tráfico de personas. Está muy bien definido quiénes se encargan del tráfico de droga, quienes del desplazamiento forzado por minería y por migraciones. Este corredor Pacífico que va de Ciudad Hidalgo hasta Arreaga que se conecta con Tuxtla Gutiérrez, históricamente ha tenido esta situación.
La presidenta se define como hija del 68, pero si lo es, debería saber que el ejército nunca va a ser una solución. La militarización de la migración fue un elemento de control territorial que generó el Estado que comenzó con la guerra de Calderón, cuando empezó a generarse un estigma contra los migrantes porque se decía que engrosaban los grupos de sicarios del crimen. En realidad la gente migrante ocupa en el crimen organizado las líneas de producción, empacan las drogas, hacen los autos monstruos (blindados), se encargan de las limpiezas. Son secuestrados según las necesidades del crimen y siempre están en la línea más baja en términos de servidumbre y esclavitud.
La criminalización mediática hizo que mucha gente justificara la intervención militar para disuadirlos, algo que nunca funcionó, porque se propuso crear una frontera que se concretó en los cinturones de control migratorio con unidades militares que no consiguieron disuadir porque las rutas fueron cambiando.
– ¿Qué le agrega el sexenio de López Obrador a la militarización de Chiapas y de México?
– Legitimidad ante la sociedad, al presentar a los militares como servidores. Esto se relaciona, por ejemplo, con la construcción del Tren Maya. En esos territorios se observa un evidente agradecimiento por trabajo, vivienda, y la gente visualiza al ejército en esos emprendimientos. En estos seis años hubo una clara limpieza de la imagen de los militares.
– Habría una parte de la sociedad agradecida y otra parte perseguida y criminalizada que sufre las consecuencias del despojo y la militarización. En esta mitad de la sociedad están los migrantes, los que viven en la “zona del no-ser”, como diría Fanon.
– Pero hay algo más. Una parte importante de quienes integran las fuerzas armadas son indígenas porque era la única opción de trabajo y porque desde Calderón empezaron a tener mejores salarios. En las fuerzas armadas está una parte empobrecida de los mexicanos y esto es parte de la polarización social tan compleja que vivimos: le dieron poder al ejército porque es pueblo y por otro lado se lanzan contra el poder judicial que es detestado por amplios sectores populares.
– ¿Es cierto que a mayor militarización hay más ganancias del crimen?
– Porque tienen más controles con los que negociar. Ya no estamos ante los narcos que conocimos en el pasado, porque además hay un relevo generacional. Los hijos del Chapo y del Mayo estuvieron en universidades como Princeton y Harvard, se mezclan con la vieja burguesía y se proponen profesionalizar el negocio. El elemento central es cómo blanquear el dinero. San Cristóbal es uno de los lugares donde se blanquea, en hoteles, restaurantes y bares, por ejemplo, que ya le pertenecen al crimen por la vía de familias coletas ricas.
– Ustedes deben tener una radiografía de la migración, que es muy diversa.
– Una parte tienen recursos para llegar directamente a la frontera, mientras los que caminan son los más empobrecidos. La mitad de los migrantes consiguen entrar a Estados Unidos, aunque son datos aproximados. La otra mitad son víctimas del crimen y desparecen porque aunque estén vivos están condenados a muerte. Algunos han podido establecerse en México, pero con gran precariedad.
Cuando vamos a los albergues migratorios aquí en Chiapas, vemos jóvenes que han pasado el Darién, que han atravesado zonas muy duras, vienen con mucha energía, han pasado fronteras, viene forjados. Pero no están preparados para lo que implica la violencia en México. Aquí es donde está el gran problema para esos millones. Están espantados con este nivel de violencia.
– ¿Qué va a pasar en este sexenio respecto a la migración en México?
– Creo que no habrá cambios de fondo y mucho dependerá del resultado de las elecciones en Estados Unidos que es lo que define la agenda migratoria, porque de aquí no esperamos nada. En la sociedad estadounidense hay cada vez más rechazo a los migrantes, hay molestia y se los suele identificar con delincuentes.
– ¿Cuál es la relación entre el crimen y el ejército?
– El ejército es primordial para el crimen. Está comprobado que el ejército tiene un nivel de letalidad y de táctica que podría echarse al crimen en un mes. Tenemos escenas como las que se dieron en Culiacán hace cuatro años, donde se mostró la capacidad de aniquilación que tienen. Dicho de otro modo, si el actor militar no está involucrado de alguna manera, el crimen no podría operar.
Pero términos migratorios me impactó lo que vi en Tapachula días atrás. Ahora ya no se ven migrantes caminando en la carretera, lo que me dejó muy impactado porque hace un años había muchas personas caminando hacia el norte. Después de cada retén de la Guardia Nacional hay otro del crimen que bajan a los migrantes y les revisan los documentos, y se los llevan. Les dicen que está prohibido caminar.
– Me sorprende porque cuando la caravana El Sur Resiste, hace menos de dos años, las filas de migrantes caminando eran enormes. ¿Qué pasó?
– Ya no ves al ejército ni a la guardia persiguiendo migrantes. Al parecer le pasaron al crimen la potestad de controlar el desmadre, porque además el crimen es un agujero negro en el que cabe todo…
– Como el cambio climático que sirve para justificar cualquier cosa.
– Claro, porque cuando había enfrentamientos entre las caravanas de migrantes y la Guardia Nacional había siempre se televisaba, y ahora al pasarle la responsabilidad al crimen, claro que supervisado por el ejército, se protege la legitimidad de la institución militar. Lo de Tapachula no lo podían controlar, por poner un ejemplo, y ahora están evitando el desgaste con este giro.
– Eso quiere decir que el Estado/ejército van cambiando sus tácticas para no perder legitimidad, sin importar los costos humanos.
– Por eso desde que ganó López Obrador se dijo que si el proyecto fuera en declive, no nos extrañe que en un cuarto período de la 4T fuera un coronel el que se lanzara a la presidencia. Porque en esa lógica, “quien sabe arreglar las cosas es el ejército”.
– Para terminar, ¿cómo ven la relación entre crimen y movimientos populares?
– Los grupos del crimen hacen una lectura de los conflictos históricos, de las organizaciones existentes y esa lectura de la realidad les permite posicionarse como referentes apoyando a quienes les conviene. Hoy los cárteles en Chiapas los ves en forma de organización campesina-indígena, como Maíz, generada por ellos y que genera enorme confusión. Entonces es la gente de las propias comunidades, no que vienen de afuera.
Hay familias con las que hemos trabajado en talleres que se han vuelto ahora al tráfico de personas o de drogas y hay comunidades a las que ya no podemos ir por estos motivos. Hay quienes dicen que hoy hay más ricos en algunas comunidades indígenas que en las cabeceras municipales, tanto por las remesas como por la participación en el crimen. Conocemos familias que reciben, sólo de remesas, hasta 350 mil pesos por mes durante años.
Toda la diversidad imaginable está hoy en las comunidades, desde la más brutal mentalidad capitalista hasta quienes siguen en la lucha.