/ Roberto Rock L./
En la noche de este domingo se confirmará el debilitamiento del sistema de partidos políticos en México, en contraste con la fórmula que encarna Andrés Manuel López Obrador: una mezcla de retórica antisistema, de combate a la corrupción y a la pobreza. Todo ello apoyado por un aparato clientelar, con epicentro en Palacio, volcado sobre calles, pueblos y rancherías, hasta ahora imbatible ante una oposición famélica, sujeta a reglas del juego que han perdido preeminencia y eficacia.
El embrujo presidencial logrará que su extensión partidista, Morena, junto con sus organizaciones satélite, arrase hoy durante las elecciones para renovar la gubernatura de seis estados, con triunfos cómodos en Oaxaca, Hidalgo, Tamaulipas y Quintana Roo, más un resultado muy apretado en Durango —que podría darle un quinto triunfo—, y la sola derrota, no sin fiera disputa, en Aguascalientes, entidad ubicada en la cada vez más escueta cuenca de resistencia. Ello dejará un panorama nacional con seis o siete estados bajo gobiernos opositores, contra 25 en el plato contrario de la balanza.
Un repaso por las seis entidades en la contienda de este domingo arroja perfiles diversos en los abanderados de Morena, pero la condición común es que su fortaleza central se nutrió en el empuje avasallador de López Obrador.
Tras esta cita con las urnas, el PRI será el mayor damnificado pues podría conservar solo dos bastiones, el Estado de México —el segundo más importante del país después de la capital— y Coahuila. Si a ello se suma su pugna interna y el acoso sobre sus fracciones parlamentarias, podríamos estar atestiguando un punto de no retorno en un proceso de virtual extinción.
La mayor atención estará concentrada en Durango, donde el priista Esteban Villegas, en alianza con PAN y PRD, mantuvo durante meses la ventaja, pero en semanas recientes se perfiló un virtual empate con la morenista Marina Vitela y un resultado final impredecible.
Hidalgo y Oaxaca, dos enclaves de tradición priista y hoy mismo bajo control del Institucional, sin duda migrarán a control del oficialismo morenista. En el primer caso el ganador será Julio Menchaca, exsenador con ligas en su historial con el priismo local, que luce una fractura interna que no hizo sino agravar su candidata, Carolina Viggiano. En su peor lance, ella insultó en redes sociales al gobernador Omar Fayad, quien decidió abstenerse de meter las manos en el proceso.
Oaxaca suma casi 30 visitas del presidente López Obrador, que ha vivido en esa entidad 10% de mandato. Ahí, el morenista Salomón Jara ganará sin apuro alguno, pese a estar rodeado de operadores con oscuros antecedentes y anticipar una etapa de convulsión en el estado.
En Tamaulipas, Américo Villarreal, postulado por Morena, dominará igualmente un proceso cuyas controversias seguramente seguirán vigentes. Su adversario, César Verástegui, de la coalición PAN-PRI-PRD, dio fuerte batalla, pero nunca logró remontar.
Quintana Roo anticipa un triunfo desangelado de Mara Lezama, exalcaldesa de Cancún. Ganará para Morena una contienda en la que nunca habló de la corrupción y la violencia que dominan la gestión de Carlos Joaquín González. Nada dijo tampoco sobre los excesos de su preceptor político, el “ecologista” Jorge Emilio González. Mucho menos respondió a las críticas sobre su súbita prosperidad personal.
Se espera que la única isla que no será arrasada por la ola morenista será Aguascalientes, donde ganaría la panista Teresa Jiménez, quien gobernó la ciudad capital, donde se concentra 70% de la población. La morenista Nora Ruvalcaba, figura clave de la izquierda local, dio una fuerte batalla que no le dará el triunfo, pero la dotará de un importante peso político.