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/Ma. Patricia Herrera Gamboa /
Ahí vienen ellas caminando, en lucha, en pie, enteras, ecuánimes, produciendo, aportando, laborando y disfrutando de los placeres de la experiencia adquirida. Quizás algunas rotas, dolidas o solas, pero saboreando la certera palabra que saldrá de sus labios, con su mirada sabia, trastabillando los dedos al conocer varias respuestas, y que ya no está dispuesta a discriminación o maltrato.
Si volteamos a verlas abundan desde todos los frentes, empresarias, profesionistas, políticas, escritoras, artistas, doctoras y enfermeras, amas de casa o jefas de familia… deambulando con su singular elegancia y no hablamos sólo de moda, sino de actitud, conocimiento y seguridad.
Las estadísticas del Inegi e Inapam arrojan que en México las mujeres mayores de 60 años representan 53.4% de la población total de adultos mayores, de ellas la mayoría vive aún con su familia, esposo e hijos, otras son solteras por decisión, divorciadas o viudas; algunas viven en situación de calle, en asilos o en comunidades indígenas, incluso con analfabetismo (1.5 millones).
Una inmensa mayoría apenas tiene estudios básicos, técnicos y, por supuesto, las hay profesionales hasta el grado de doctorado, siendo más propensas que los varones a ser viudas, con 34% frente a 13% de viudos, aproximadamente, otro tanto es divorciada, separada o soltera por decisión, sin ningún problema.
Por eso las mujeres mayores de hoy distan mucho del estereotipo invisibilizado dentro de sus hogares, tan sólo para cuidar a los nietos, cocinar para la familia o continuar las labores domésticas, calladas y sumisas, sin objetar el destino de su vejez, porque ahora entienden que tienen voz y voto y pueden ejercer sus derechos como adulto en plenitud.
Muchas de ellas apenas empiezan a conocer ese legítimo derecho a la libertad de acción y pensamiento, adhiriéndose a grupos comunitarios e instituciones públicas, que además de realizar actividades recreativas como danza, yoga o manualidades, les presentan cursos individuales no sólo para cuidar su salud física y mental, sino de aprendizaje en diversos oficios, lo que les permite realizarse como personas activas y productivas, generando sus propios beneficios económicos, aunado a las políticas de apoyos gubernamentales.
Sin embargo, cuanto más avanza la vejez, este grupo suele ser más vulnerable a maltratos, incluso en su entorno familiar, según la Encuesta nacional sobre la dinámica de las relaciones en los hogares 2021 del Inegi, 19.2% de las mujeres de 65 años o más sufre de incidentes violentos, físicos, psicológicos, económicos o patrimoniales.
Por eso, es urgente levantar la voz ante la sociedad en general, para que ya no permita este tipo de actitudes y denuncie los hechos ante las instancias correspondientes, sea de un familiar, una vecina o amiga, protegidos por la Ley de los Derechos de las Personas Adultas Mayores en México, publicada en el DOF en junio de 2012.
Asimismo, también es obligación de las mujeres adultas mayores conocer sus derechos y ejercerlos con fuerza y decisión para lo que esta ley ampara, como vivir con calidad, sin violencia ni discriminación; trato digno en procedimientos judiciales; derecho a la salud, alimentación, educación y capacitación, al trabajo digno y bien remunerado, así como a denunciar todo hecho, acto u omisión que viole estos derechos.
Y sí, hay que decirlo, las mujeres adultas mayores del nuevo milenio ya no queremos ser las viejecitas dulces sentadas en mecedoras de los cuentos infantiles.












