*Alguien como tú.
/ Gladys Pérez Maldonado. /
El Día Latinoamericano de la Imagen de las Mujeres en los Medios de Comunicación, se conmemora cada 14 de septiembre, una fecha instaurada en 1990 durante el V Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe. Su objetivo es visibilizar cómo los medios reproducen desigualdades de género y demandar transformaciones en las representaciones que influyen, día a día, en la forma en que las sociedades entienden a las mujeres.
México ha experimentado avances importantes en materia de género, sin embargo, persisten desigualdades considerables en cómo los medios representan a las mujeres, esto es, su visibilidad, los roles asignados, la autoridad de sus voces y el grado en que se reproducen estereotipos.
Uno de los aspectos más alarmantes es la escasa presencia de mujeres en puestos de decisión dentro de los medios de comunicación. El informe 2025 de Reuters Institute reporta que sólo el 11 % de los principales medios en México están dirigidos por una mujer. Esto contrasta con países que han logrado triplicar esa proporción.
Si las mujeres no ocupan posiciones de liderazgo editorial, difícilmente podrán transformar las narrativas mediáticas que las siguen representando desde perspectivas masculinas. Este déficit no es solo un problema de falta de representación, sino de poder simbólico, quien decide qué se publica y cómo se enmarca, define la agenda pública. En este sentido, la ausencia de mujeres líderes en medios mexicanos es también la exclusión de sus voces de la esfera pública.
La publicidad mexicana reproduce de manera reiterada roles limitantes, Kantar México en 2024 reveló que 76 % de las mujeres considera que los anuncios siguen transmitiendo estereotipos, a pesar de que 88 % de las y los mercadólogos aseguran que producen campañas incluyentes. Este desfase demuestra un ejercicio superficial de inclusión que muchas veces termina en pinkwashing: anuncios que aparentan diversidad sin cuestionar la raíz de las narrativas sexistas.
Los datos del Instituto Federal de Telecomunicaciones en relación con la publicidad de juguetes televisivos lo confirman, el 58 % de los comerciales dirigidos a niñas y niños refuerzan estereotipos de género. A las niñas se les asigna el mundo de la belleza, el cuidado y lo emocional; a los niños, el espacio de la acción, la ciencia y el poder. Estos patrones no son anecdóticos, constituyen un andamiaje cultural que moldea identidades desde la infancia.
Los medios mexicanos también suelen recurrir a una doble representación, o invisibilizan a las mujeres, o las muestran mayoritariamente en condición de víctimas. Un estudio sobre la cobertura de feminicidios en la prensa digital mexicana, realizada recientemente por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), evidenció que la mayoría de las notas enfatizan el acto violento y los aspectos morbosos, dejando de lado las causas estructurales de la violencia de género. Esta práctica contribuye a la desensibilización social y a la revictimización.
En espacios políticos o de análisis económico, la voz de las mujeres es secundaria, son menos citadas como expertas, menos entrevistadas en temas duros y, cuando aparecen, suele ser en rubros considerados blandos como salud, educación, familia, entre otros. Esta exclusión discursiva implica que, aun estando presentes en la vida pública, las mujeres son representadas en los medios como actores periféricos.
El problema de la imagen mediática no es aislado, se sostiene en desigualdades materiales. Según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo 2025 (ENOE), las mujeres mexicanas ganan entre 14 % y 18 % menos que los hombres por trabajos equivalentes. Esta desigualdad limita su poder adquisitivo y también su acceso a roles de liderazgo en industrias mediáticas, que suelen ser altamente competitivas y concentradas en las élites urbanas.
Si las mujeres carecen de los mismos recursos y redes para financiar proyectos mediáticos propios, su imagen seguirá controlada por estructuras empresariales masculinizadas. La brecha económica se traduce, por tanto, en brecha simbólica.
Las redes sociales y plataformas digitales parecían abrir un espacio democratizador. Hoy las mujeres mexicanas consumen masivamente contenido digital, 88 % en redes sociales, 87 % en video online y 84 % en streaming, según datos de Kantar. Sin embargo, esta expansión no ha significado necesariamente representaciones más justas.
En Instagram o TikTok proliferan imágenes hipersexualizadas y modelos de belleza inalcanzables, reforzados por algoritmos que premian el contenido estético por encima del discursivo. La modernidad tecnológica, lejos de corregir los vicios tradicionales de los medios, los ha reconfigurado y amplificado. Ahora los estereotipos circulan más rápido y con mayor alcance.
México ha realizado esfuerzos institucionales al respecto, como lineamientos del Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) y campañas de la Secretaría de Gobernación sobre comunicación incluyente. No obstante, su alcance es limitado y su cumplimiento, desigual. Los observatorios mediáticos carecen de recursos y las sanciones son prácticamente inexistentes.
No obstante, en la práctica, los medios se autorregulan bajo intereses comerciales, mientras vender publicidad siga siendo la prioridad, las representaciones estereotipadas de mujeres serán útiles, ya que generan identificación rápida, refuerzan valores tradicionales y aseguran ventas. De poco sirve una política pública bien intencionada si no va acompañada de mecanismos efectivos de fiscalización y sanción.
Desde la mirada crítica de Alguien como tú proponemos algunas líneas de acción impostergables, que obliga a reconocer que los cambios discursivos en los medios no serán espontáneos, se requieren estrategias estructurales:
- Cuotas de género en liderazgo editorial: no basta con buena voluntad; se necesitan compromisos claros en redacciones y medios nacionales. 2. Regulación firme de la publicidad sexista: con sanciones económicas y monitoreo independiente. 3. Formación en perspectiva de género para periodistas y publicistas: la transformación cultural empieza en quienes producen los contenidos.
- Impulso a medios alternativos y comunitarios liderados por mujeres: democratizar la voz mediática implica diversificar los espacios de producción simbólica. 5. Consumo crítico de la audiencia: sin exigencia ciudadana, las industrias mediáticas no cambiarán sus prácticas.
El Día Latinoamericano de la Imagen de las Mujeres en los Medios de Comunicación no debe reducirse a un recordatorio simbólico, sino convertirse en un espacio de denuncia y exigencia. Los datos recientes de México revelan que la supuesta inclusión mediática convive con estereotipos persistentes, liderazgo masculino excluyente y narrativas que subordinan a las mujeres.
Hablar de igualdad en los medios implica cuestionar su lógica comercial, sus jerarquías editoriales y su complicidad con el patriarcado. La transformación no será automática ni superficial, exige políticas públicas efectivas, voluntad empresarial y, sobre todo, una sociedad dispuesta a rechazar representaciones injustas. Mientras las mujeres no sean protagonistas de su propia imagen en los medios, la conmemoración del 14 de septiembre seguirá siendo más un reclamo pendiente que una celebración…