El FBI tras Adán Augusto .

*Astrolabio Político .

/ Por: Luis Ramírez Baqueiro /

“Desde los tiempos de Adán, los necios están en mayoría”. – Casimir Delavigne.

La denuncia presentada en Estados Unidos por el dirigente nacional del PRI, Alejandro Moreno Cárdenas, alias “Alito”, contra el exsecretario de Gobernación Adán Augusto López Hernández, marca un episodio que podría tener repercusiones políticas y jurídicas de gran calado. Señalar ante el Buró Federal de Investigaciones (FBI) y la DEA a un político de alto nivel, y además excolaborador cercano del expresidente Andrés Manuel López Obrador, no es un acto menor: implica llevar la disputa partidista mexicana a tribunales internacionales con una narrativa de crimen organizado.

De acuerdo con Moreno, Adán Augusto encabezaría un grupo criminal con nexos con Hernán Bermúdez Requena, supuesto líder de La Barredora, lo que, de comprobarse, pondría a Morena en una crisis inédita. No obstante, las acusaciones también deben leerse en clave política: llegan en un contexto donde el PRI busca sobrevivir en un tablero dominado por la hegemonía morenista, y donde cualquier golpe mediático puede reconfigurar alianzas o erosionar la legitimidad de quienes aspiran a seguir conduciendo al país.

A esta situación se suma un silencio que no pasa desapercibido. Los aliados veracruzanos de Adán Augusto López Hernández han optado por la distancia ante la captura de Hernán Bermúdez Requena y ahora frente a las denuncias en Estados Unidos. El clan yunista, antes todo amor y respaldo, ha preferido dejarlo solo para no exponerse a señalamientos incómodos. Y ni qué decir de sus compinches morenistas: el senador Manuel Huerta Ladrón de Guevara y el diputado federal Sergio Gutiérrez Luna, quienes literalmente desaparecieron de los reflectores para evitar ser cuestionados sobre el tema. Ese silencio revela tanto cálculo político como temor a ser arrastrados en la polémica.

La respuesta de Adán Augusto no se hizo esperar. Descalificó la denuncia acusando a “Alito” de ser “el político más corrupto de México”. Con ello, intentó desviar el foco y reposicionar la narrativa: la corrupción de Moreno, ampliamente documentada por sus adversarios, sería suficiente para restar credibilidad a sus palabras. Este contraataque refuerza una estrategia clásica: atacar al mensajero antes que atender el mensaje.

Las implicaciones inmediatas para Morena parecen limitadas. El partido en el poder ha mostrado una gran capacidad para blindarse frente a escándalos, gracias a una base electoral sólida y a una narrativa de transformación que todavía conecta con amplios sectores de la población. Sin embargo, en el mediano plazo, la situación podría volverse más delicada. Si las agencias estadounidenses deciden dar seguimiento a la denuncia, Morena enfrentaría un desgaste que trasciende las fronteras mexicanas y que podría manchar la imagen de honestidad que ha intentado sostener el obradorismo.

De cara a la elección de 2027, el episodio se convierte en un riesgo mayúsculo. Una acusación con tintes internacionales no solo amenaza con erosionar la confianza en los liderazgos de Morena, sino que también abre espacio para que la oposición construya un relato de corrupción y complicidad criminal.

Aunque hoy parezca un pleito personal entre “Alito” y Adán Augusto, mañana puede transformarse en un flanco vulnerable que debilite al partido en el poder justo cuando se juegue la continuidad del proyecto político más influyente de los últimos años en México.

 

Al tiempo.

 

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