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Han pasado cinco años desde que se cometió en Michoacán el feminicidio de Jessica González Villaseñor, la joven maestra de preescolar de apenas 21 años, que fue asesinada en Morelia en septiembre de 2020.
Su caso, como tantos, pudo haberse perdido en la burocracia judicial y la violencia institucional, de no ser por la determinación y valentía de una madre, Verónica Villaseñor, que nunca claudicó en buscar justicia para su hija.
Desde el día en que Jessica desapareció, comenzó para Verónica una lucha penal y emocional extenuante que nunca dio tregua ni espacio al atropello, porque a cada acción institucional corrupta, habría una reacción de una madre dispuesta a todo.
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Esta semana este caso demoledor, no sólo para una familia sino para una comunidad completa, alcanzó una cima histórica:
La Suprema Corte de Justicia de la Nación resolvió que ningún juez en México podrá reducir la condena de un feminicida, alegando su derecho a la reinserción social.
Porque eso fue lo que intentaron hacer en 2023, reducirle la pena al feminicida de Jessica. Pero el fallo de la Corte emitido el pasado 15 de octubre de 2025, revirtió la reducción de la pena de 50 a 42 años, que un tribunal michoacano le había concedido al feminicida confeso Diego Urik “N”.
El argumento del magistrado Gilberto Alejandro Bribiesca Vázquez, del Supremo Tribunal de Justicia del Estado de Michoacán, en aquel 2023 fue:
“La reducción de la pena le dará la oportunidad al feminicida de reeducarse y reintegrarse a la sociedad, dado que es joven y cometió el delito cuando tenía 18 años”, así lo dijo.
La desesperación de Verónica al ver subestimado el asesinato de su hija de semejante forma, luego de escuchar el argumento en audiencia, sólo atizó el fuego de su determinación para impedir que sucediera, y como un milagro en este país que brilla por la injusticia y corrupción en los tribunales, lo consiguió.
Jessica González Villaseñor, la joven maestra de preescolar que fue asesinada en Morelia, en septiembre de 2020.
Jessica González Villaseñor, la joven maestra de preescolar que fue asesinada en Morelia, en septiembre de 2020. ı Foto: Especial
Ahora y por unanimidad, la Corte estableció jurisprudencia obligatoria para que, en casos de feminicidio, la reinserción social no sirva como atenuante de la pena.
En este país donde son asesinadas 11 mujeres al día, el hecho tiene un peso inmenso. Hoy, toda sanción deberá estar fundada en la gravedad del hecho y el grado de culpabilidad, no en argumentos que minimicen el daño causado.
Yo comencé a acompañar este caso cuando Jessica cumplía ya tres años de muerta. Me acerqué a su madre para conocer de primera mano la historia y exponerla en televisión.
Ella accedió, buscando generar presión a un sistema judicial que había probado tener una gran capacidad para revictimizarla, una y otra y otra vez.
Me reuní con Verónica en un par de ocasiones y en durísimas entrevistas para ambas. Y es que, hasta hoy, con nada he podido equiparar la tristeza profunda que había en la mirada de aquella mujer y en sus respuestas:
“¿Estás amenazada, Verónica? ¿No tienes miedo?”, le pregunté.
“¿Miedo a qué?, ¿ya qué más pueden hacerme? Mataron a mi hija. Ya nada me da miedo”, me dijo con voz firme y aquellos ojos agotados de llorar por años, y sin saber aún que ella sería piedra angular en conseguir justicia para miles de otras mujeres.
Desde que comenzó a buscar a su hija y a partir de saber que había sido asesinada, Verónica nunca permitió que las líneas de investigación del feminicidio de Jessica se descarrilaran.
Se negó siempre a aceptar “versiones oficiales” con verdades a medias, e incansable buscó el acompañamiento de colectivos feministas, activistas y periodistas, para mantener viva la exigencia pública.
En julio pasado, Verónica Villaseñor fue reconocida con la presea Amalia Solórzano por el Cabildo de Morelia, y ahí en su discurso subrayó la importancia de la sociedad civil para conseguir justicia en México.
Hoy, a cinco años del feminicidio de Jessica González y con el fallo de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Verónica Villaseñor puede entregarle a su batalla el trofeo de la justicia, aunque para ella nunca será completa.
“El cansancio emocional y el dolor pasa factura, mi cuerpo está muy desgastado. Ahora sigue la reconstrucción como familia. Tengo dos hijos más y un esposo que es un papá muy destruido… tenemos que trabajar mucho en familia… Eso es lo que sigue”, me dijo.
En una de nuestras conversaciones en 2023, le pregunté a Verónica ¿qué era lo que ella quería? ¿Qué le daría la justicia y la paz que buscaba? Y antes, como ahora, la respuesta es la misma:
“Yo lo único que quiero es abrazar a mi hija”…
Siendo así, es claro que la justicia para Verónica, como para tantas otras madres en México, no encontrará lugar en este tiempo, ni en este plano…