Isabel Turrent
En el escenario más utópico y radiante de la vida después del coronavirus, dice Simon Kuper*, la vida urbana se transformará radicalmente. Los optimistas predicen que viviremos en ciudades más verdes, baratas y felices, más igualitarias y productivas y menos contaminadas. En las encerronas el Internet sustituyó rápidamente al trabajo en las oficinas. A través de Zoom y otras herramientas, muchos empezaron a trabajar desde sus casas. Y a marchas forzadas, porque en esas reuniones nadie pierde el tiempo: exigen una atención continuada. No sólo la productividad creció sino que un porcentaje aplastante de empleados, en grandes urbes como Londres, no extrañan para nada las travesías de madrugada en trenes y metros para ir a la oficina a diario.
Ochenta y ocho por ciento de encuestados británicos han declarado que desean seguir trabajando desde sus casas y reunirse con sus colegas en una oficina a lo más dos veces por semana. Esto implicaría, por una parte, un aumento de sueldo automático -con el ahorro que se generaría para todos en boletos de medios de transporte, “desayunos de trabajo” y hasta tintorería- y, por otra, generaría espacios habitacionales disponibles más baratos conforme las oficinas de todas las compañías fueran cerrando una tras otra. El mismo destino correrían los grandes centros comerciales.
Según esta visión idílica los únicos perdedores serían los propietarios de grandes edificios de oficinas, malls y los bancos. Nadie va a llorar por ellos. Los ganadores serían todos los beneficiarios de la descentralización de las megalópolis incluyendo las poblaciones más pequeñas de la periferia que recibirían los ingresos que generarían sus nuevos vecinos urbanos.
Kuper no dice si la revolución verde empezaría en la periferia o en el corazón de las ciudades, pero sí que mandaría a retiro a los coches a favor de bicicletas eléctricas -o no. Volveríamos a vivir en “aldeas” arboladas dentro y alrededor de las grandes ciudades globalizadas.
Se le olvidan cosas menores que no lo son. La pandemia ha demostrado que algo que es imposible hacer desde casa es educar a los niños. Todos en todas partes se han retrasado académicamente. Sus nuevos hábitats tienen lugar para restoranes y pubs pero no para escuelas.
Y una mayor: todas las plagas han tenido consecuencias profundas. La mayoría sorpresivas e impredecibles. El éxodo mítico de los judíos de Egipto que celebramos ayer es una buena metáfora. Después de diez plagas el faraón les pidió a los judíos que empacaran y se fueran lo más rápido posible. Menos mítico fue el impacto de la peste bubónica que mató a tantos millones que ayudó a la destrucción del feudalismo. Muchos de los sobrevivientes empezaron a movilizarse sin permiso de nadie en busca de mejores trabajos y paga.
En medio de una atmósfera de incertidumbre como la que vivimos, sólo líderes visionarios como el presidente Biden tienen posibilidades de revertir los efectos deflacionarios del virus y el uso político que sus oponentes republicanos le han dado a la crisis. Está haciendo lo contrario de gobiernos como el de Bolsonaro en Brasil y el de López Obrador en México.
No hay utopía en medio de la pobreza y la desigualdad y su programa de estímulos busca fortalecer a la clase media, darles mayor capacidad de negociación a los obreros para que tengan mayores ganancias y beneficios, y vacunar en meses a una mayoría de la población. Los sectores de mayores ingresos dejarán de gozar de bajos impuestos: el sistema de impuestos será, teóricamente, más justo y progresivo. Y todos contribuirán para luchar contra el calentamiento global -que los republicanos aseguran es una patraña-. Llevar la cara económica de su proyecto a la práctica será una tarea de titanes.
Igual o peor será cambiar el corazón del debate político de la guerra cultural que los republicanos cultivan -contra los derechos civiles de las minorías y las mujeres, teñida de racismo y supremacismo blanco, a favor de un Estado pequeño y venta de armas a granel- a la economía y el bienestar de todos en las aldeas globalizadas que prometen los optimistas.
Habrá que seguir de cerca lo que pasa en Estados Unidos.
* The Post-Covid…, Financial Times.