El infierno de las pensiones.

  • Sin tacto. 

 / Por Sergio González Levet /

Durante todo su mandato como Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador ha insistido en declarar que uno de sus principales intereses es conseguir que los mexicanos puedan obtener una jubilación justa, que les permita sobrevivir con decoro y seguridad en sus años mayores.

Muchas leyes y reglamentos se modificaron con ese fin durante el sexenio del primer piso de la Cuarta Transformación, y se tomaron decisiones muy del gusto del pópolo -dirían los fascistas italianos de Mussolini-, porque prometían que las pensiones subirían para todos, con un tope mínimo de 16,777 pesos mensuales.

Imagine usted nomás. ¡Una maravilla! Gracias al Patriarca, ahora los trabajadores y empleados podrán gozar de una vejez digna, apenas el IMSS, el ISSSTE, Pemex, el Ejército y todas las dependencias que otorgan pensiones y jubilaciones se pongan a obedecer la ley y se ajusten a los nuevos criterios dictados por la bondad social de AMLO y nadie más, que conste.

Todo hasta aquí va muy bien, y dejamos que los funcionarios actuales y los próximos del Gobierno federal y de los gobiernos estatales expliquen cómo le van a hacer para obtener los recursos cuantiosísimos que se requieren para hacer frente a las obligaciones que ha impuesto el régimen morenista.

Porque las cuentas no dan para sostener los programas sociales y el pago creciente de jubilaciones, según dicen los expertos.

Una medida que sí se les ocurrió a los asesores financieros disfrazados de cerebros que echan a andar la mente calenturienta del populismo, ha sido contener a todas las personas que inicien su proceso de jubilación. Si usted está en la edad de la comezón del retiro puede hacer la prueba. O también se puede enterar de cómo va la cosa si pregunta a alguien que haya iniciado ese tortuoso infierno.

En el IMSS y en el ISSSTE hay una consigna secreta y de aplicación obligatoria para los servidores que dan información sobre las pensiones y para quienes reciben los documentos de quienes pretenden jubilarse: hacer todo lo posible para que el trámite se retarde, se detenga y de ser posible se niegue.

Los usuarios que acuden a las mesas de atención son objeto de una cascada de solicitudes de documentos, tan larga y tan imposible como se le ocurra al jefe del departamento responsable. Si lleva usted una constancia, le piden que la certifique, o que pida en su centro de trabajo otra constancia que dé constancia de la constancia. Parece un juego de palabras, pero es un laberinto real en el que cae el pobre solicitante.

De esa manera, el Gobierno está evitando que crezca el número de jubilados, lo que es bueno para sus finanzas destrozadas, pero pésimo para quienes quieren sobrevivir en sus últimos años.

Sí, el pueblo es primero, pero para joderlo… y nos restan seis años más.

 

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