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/ Por Laura Coronado Contreras* /
“Me di cuenta, a pesar de todo, que en medio del invierno había dentro de mí un verano invencible”. Esta frase del escritor francés, Albert Camus, repetida en distintos momentos en las libretas de Liliana Rivera Garza, le ha servido de motor a su hermana Cristina para intitular su obra ganadora —nada más ni nada menos— que del premio Pulitzer en 2024. Sobresaliendo en la categoría de Memoria o Autobiografía, este libro cae —inusitadamente— en ambos supuestos. Por un lado, Cristina reflexiona sobre un crimen acontecido hace 30 años y Liliana, con sus cartas y libretas, nos muestra sus años previos a ser víctima de un feminicidio.
¿Cuánto hemos cambiado como sociedad en estos años?
Uno de los avances más significativos que señala la autora es la visibilización de las víctimas de violencia y que el “lenguaje jurídico” superara describir como “crímenes pasionales” a los feminicidios. No obstante, al leer la obra no podemos dejar de pensar en la actualidad de ésta en las redes sociales. Aún seguimos viendo publicaciones que mencionan que “las mujeres deciden quedarse” en sus hogares, aunque estén en peligro. Sigue siendo socialmente aceptado que el control o la manipulación emocional no sean vistos como graves o que son, en realidad, pasos previos a la agresión física. O incluso, que los testimonios de las víctimas son denostados o minimizados.
Seguramente, nuestras jóvenes universitarias no utilizan “lápiz y papel”, o por lo menos no tanto ni de forma tan cotidiana, como se hacía en la década de los 80. Sin embargo, las Lilianas que viven ahora podrían dejar huella en sus plataformas y veríamos grandes similitudes con la protagonista. Una mujer que decide estudiar arquitectura en la Ciudad de México, dejando a su familia, en este caso en Toluca. Una hermana mayor que está estudiando lejos. Amigos de la Preparatoria y más tarde de la Universidad que la describen como una persona alegre, ingeniosa, amable, inteligente. Podríamos a ver sido o ser cualquiera de nosotras.
Por desgracia, lo que hace diferente —o no— a Liliana Rivera Garza es un exnovio. Alguien que ve con recelo, enojo y malestar que ella pueda crecer y él no. Alguien que la amenaza con matarse si lo deja, que la busca, insiste, promete, que le dice que la ama. El gran error de ella y de muchas otras más: ¿cómo creer que un ser que te jura amor puede querer lastimarte?
Probablemente, las cartas de Liliana a sus amigos ahora serían mensajes en WhatsApp, sus poemas aparecerían como posts en Instagram, compartiría sus viajes en TikTok o utilizaría Inteligencia Artificial para sus proyectos. Sería —como lo fue— una chica propia de su época: con sueños, oportunidades, descubrimientos amorosos y, en cierto sentido, rehén de sus emociones, de ser demasiado condescendiente con alguien que no entendía una negativa por respuesta.
Cristina Rivera Garza, atinadamente, cita el libro de Rachel Louise Snyder No visible bruises: what we don’t know about domestic violence can kill us. Con ello, hace una check-list de los supuestos en los que cayó su hermana: los celos disfrazados de amor, hipervigilancia, golpes o empujones y cómo el agresor pide perdón, promete cambiar y apela al amor. Ambas autoras señalan lo que podría ser una “escalada mortal”, es decir, las agresiones aumentan y la víctima se encuentra en mayor peligro cuando decide irse. Y para eso, deberían servir las redes sociales, no sólo para visibilizar el tema y educar al respecto, sino como redes de acompañamiento o una herramienta para crear comunidad y exigir justicia. ¿Las estamos utilizando para eso?
* Catedrática de la Facultad de Estudios Globales de la Universidad Anáhuac México
X: @soylaucoronado