El juramento hipocrático

Sin tacto.

Por Sergio González Levet

“Juro por Apolo, médico, por Esculapio, Higías y Panacea, y pongo por testigos a todos los dioses y diosas, que he de observar el siguiente juramento, que me obligo a cumplir en cuanto ofrezco, poniendo en tal empeño todas mis fuerzas y mi inteligencia.”
Así empieza el juramento de Hipócrates, un sabio griego que vivió durante el Siglo de Pericles (V aC), y que es considerado el padre de la medicina occidental. Este señor fue ni más ni menos el primero que fundó una escuela y que estableció el ejercicio de la medicina como una ciencia aparte y única, obviamente en Atenas, que era la ciudad en la que florecían las ciencias, como la filosofía y las matemáticas.
Hipócrates diseñó el juramento como una cartilla moral de veras, mediante el cual los ejercitantes de la nueva ciencia se obligaban a comportarse con ética.
Este juramento -conocido como la Fórmula de Ginebra- fue emitido en una versión moderna por la Asociación Médica Mundial, en su Asamblea en Suiza del 11 de septiembre de 1948.
Desde entonces, se acostumbra en muchas universidades del planeta que los doctores que terminan sus estudios lo formulen y se comprometan a apegarse a él. Éste es el texto:
“En el momento de ser admitido entre los miembros de la profesión médica, me comprometo solemnemente a consagrar mi vida al servicio de la humanidad.
“Conservaré a mis maestros el respeto y el reconocimiento a que son acreedores.
“Desempeñaré mi arte con conciencia y dignidad. La salud y la vida del enfermo serán las primeras de mis preocupaciones.
“Respetaré el secreto de quien haya confiado en mí.
“Mantendré, en todas las medidas de mi medio, el honor y las nobles tradiciones de la profesión médica. Mis colegas serán mis hermanos.
“No permitiré que entre mi deber y mi enfermo vengan a interponerse consideraciones de religión, de nacionalidad, de raza, partido o clase.
“Tendré absoluto respeto por la vida humana, desde su concepción.
“Aun bajo amenazas, no admitiré utilizar mis conocimientos médicos contra las leyes de la humanidad.
“Hago estas promesas solemnemente, libremente, por mi honor”.
Por su parte, las enfermeras y los enfermeros también enuncian un juramento hipocrático, que a la letra dice:
“Juro solemnemente ante Dios y en presencia de esta asamblea llevar una vida digna y ejercer mi profesión honradamente.
“Me abstendré de todo cuanto sea nocivo o dañino, y no tomaré ni suministraré cualquier sustancia o producto que sea perjudicial para la salud.
“Haré todo lo que esté a mi alcance para elevar el nivel de la enfermería y consideraré como confidencial toda información que me sea revelada en el ejercicio de mi profesión, así como todos los asuntos familiares en mis pacientes.
“Dedicaré mi vida al bienestar de las personas confiadas a mi cuidado.”
Quise recordar estos solemnes juramentos ante la magnífica batalla que están dando las mujeres y hombres dedicados a la salud en México y en todo el mundo, frente a la pandemia del Covid-19.
Han sido verdaderos héroes y muchos de ellos han ofrendado su vida, víctimas del coronavirus. En este momento crucial de la humanidad, guardémosles respeto y apoyemos su trabajo y su sacrificio.

¡Justicia para María Elena Ferral!

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