- Mis proyecciones en el espejo .
/ Por Paula roca /
Soltar no es fácil cuando sientes un grillete que parece tener vida propia, con miles de ventosas venenosas y pegajosas que se adhieren a tu piel, atrapándote cada vez más…
Así son las personas tóxicas, acaparadoras que, como un monstruo marino, insaciable y voraz, se aferran a tu esencia con tentáculos invisibles, ahogando todo rastro de libertad. No sienten compasión, solo la necesidad de poseer, de devorar cada resquicio de luz que aún te habita. Su alimento es la toxicidad que esparce, su placer, verte retorcerte en la asfixia de su dominio.
El monstruo nunca está solo. Sus tentáculos son extensiones de su voluntad oscura, absorben todo a su paso, dejando tras de sí un rastro de vacío y desesperanza. Son sordos a la verdad, aunque presumen una mente grande y maestra. Se creen superiores, pero cuando se miran al espejo, descubren el eco hueco de su propia falsedad. Su reflejo los incomoda, pues saben que su poder se alimenta del miedo ajeno, y sin víctimas, no son nada.
Liberarse no es sencillo. Su veneno penetra sutilmente, erosionando certezas, convirtiéndose en sombras que acechan incluso en los sueños. Pero hay un antídoto que los debilita: la luz brillante, es decir, la verdad. No la soportan. Se retuercen, huyen, lanzan chorros de tinta en un intento desesperado de oscurecer lo que no pueden controlar. Rechazan la verdad, aunque su hedor los delata.
Tu decisión es clara: puedes hacer de él un kraken mitológico, temido y omnipresente, que devora sin piedad… o puedes confinarlo en su propia cueva, donde se consuma lentamente, ahogado en su propia tinta amarga y tóxica.
Por eso, mejor y de manera más sana, aléjate de ese monstruo tóxico. Y si acaso decides enfrentarte a algo que sea más sano, un pulpo gallego por ejemplo, ese que es un manjar en algún buen restaurante.
Buen provecho.