*Mis proyecciones en el espejo.
/ Por Paula Roca /
“Cuanto más perfecto luzca uno por fuera , más demonios tiene por dentro”. Sigmund FreudPaula Roca¿Cuántas veces no hemos deseado tener un mapa para encontrar nuestro camino más fácilmente? A menudo pensamos lo cómodo que sería, mientras nuestra mente nos bombardea con pensamientos negativos, recordándonos que nuestra imperfección nos condena a una supervivencia incierta y llena de dudas.
Durante mucho tiempo me pregunté si mis decisiones eran correctas, y si mis errores eran señales de que había desviado mi rumbo, por no seguir el camino que otros me trazaron, por no escuchar consejos incómodos sustentados en la moral de la sociedad y del entorno que me rodeaba.
Con los años escuché hablar del “libre albedrío”, de esa libertad para elegir el camino que uno deseé. Sin embargo, mis inseguridades me hacían tropezar una y otra vez, y cada paso errado reforzaba la idea de que todo me salía mal, mientras a otros parecían irles mejor. Me proyectaba, me comparaba y me juzgaba duramente.
Hasta que un día, todas esas tormentas mentales empezaron a disiparse, y comprendí que el verdadero tesoro es personal, que cada meta es única, y que solo hace falta mirar con el corazón para encontrarla de forma tangible. El tesoro no debe quedarse atrapado en un viejo mapa de fantasía, guardado en un cofre de cuentos infantiles .
El día que solté todo aquello que cargaba y que no me pertenecía; me dejé llevar, empecé a vivir el presente sin tormentas, descubriendo el sol que asoma en cada amanecer. Dejé atrás el “debo ser” y comencé a trazar mi camino con el “quiero ser”. Toda esa paja que contaminaba mi mente se fue, dando espacio a un nuevo comienzo.
No fue fácil alejar a personas que solo eran piedras en mi sendero. Pero al hacerlo, me puse los zapatos que yo elegí: cómodos, deseados, y listos para caminar ligera, sabiendo escoger en cada encrucijada no solo el camino correcto, sino el real, el que me lleva a mi propio mapa del tesoro.
Empecé a escuchar más a mi corazón y a hacerme amiga de mi razón. En esa conjunción encontré un rumbo que me permite ver cada equivocación como aprendizaje, y cada juicio como un virus que debía eliminar, rodeándome de personas “vitamina”: esas que te impulsan a avanzar.
Hoy entiendo que mi mapa del tesoro es, en realidad, la vida misma; y el tesoro, el amor que le pones a cada paso, para llegar a cada meta con gozo, sin tanto juicio ni dolor.