*Astrolabio Político .
/Por: Luis Ramírez Baqueiro/
“El mejor libro es la conciencia”. – Víctor Hugo.
En el México político contemporáneo, las encuestas se han convertido en un terreno minado donde la frontera entre la ciencia y la propaganda se desdibuja peligrosamente.
Lo que en teoría debería ser un mecanismo técnico y metodológicamente sólido para medir percepciones ciudadanas, en la práctica se ha transformado en un instrumento de manipulación mediática, cuyo propósito muchas veces no es reflejar la realidad, sino imponerla.
El caso más reciente involucra a la Gobernadora de Veracruz, Rocío Nahle García, quien en la última encuesta publicada por la empresa Demoscopia Digital apareció en el último lugar de evaluación entre mandatarios estatales. https://demoscopiadigital.com/aprobaciongobernadores/
El dato no tendría mayor trascendencia si no fuera porque, al analizar las entrañas de este tipo de mediciones, salta a la vista que estamos frente a un modus operandi más vinculado a la propaganda que a la demoscopía seria.
La encuesta en cuestión pareciera más un trabajo por encargo que un ejercicio de estadística confiable. Y es que cuando la legitimidad de los datos está en duda, lo primero que debe cuestionarse es la reputación y trayectoria de la encuestadora. En el caso de Demoscopia Digital, su prestigio ha sido más bien irregular, sin haberse distinguido por altos niveles de asertividad en procesos electorales pasados. Esto abre un debate incómodo pero urgente: ¿hasta qué punto las encuestas en México son una fotografía fiel de la realidad política y hasta qué punto son un espejo distorsionado al servicio de intereses económicos y partidistas?
Demoscopia Digital y la sombra de la duda
No es la primera vez que Demoscopia Digital aparece en el ojo del huracán. Sus ejercicios rara vez han sido consistentes con resultados electorales posteriores, lo que alimenta la percepción de que sus métricas son susceptibles de manipulación o, en el mejor de los casos, poco rigurosas. En un país donde la política se juega no solo en las urnas, sino también en el terreno de la percepción, presentar a una gobernadora recién electa y con respaldo ciudadano en el sótano de aprobación nacional no es un dato menor. Es, más bien, un mensaje político disfrazado de estadística.
La Gobernadora Nahle García ganó en las urnas con un respaldo mayoritario que, a tres meses de gestión, difícilmente pudo haberse desplomado al grado que señala la referida empresa. Salvo que los veracruzanos padecieran una súbita y masiva decepción colectiva, el resultado resulta poco creíble. Y cuando los números no hacen sentido, el sentido común exige preguntarse: ¿a quién beneficia?
Rubrum: un contraste revelador
El contraste lo aporta la casa encuestadora Rubrum, que hace unos días publicó también una evaluación sobre mandatarios estatales. https://rubrum.info/evaluacion-ciudadana-a-gobernadores-septiembre-2025/
Lo relevante de este caso es que Rubrum no trabaja bajo contrato en Veracruz y, sin embargo, su medición difiere radicalmente de la de Demoscopia Digital. Más aún, durante el proceso electoral de 2024, Rubrum demostró una capacidad de predicción mucho más ajustada a los resultados finales. Esa, asertividad le otorga un plus de credibilidad frente a encuestadoras que suelen fallar estrepitosamente.
El dilema, entonces, no es si una encuestadora puede dar resultados distintos a otra —lo cual es normal debido a metodologías y tamaños de muestra diferentes—, sino cuando esas diferencias se vuelven abismales y sospechosamente alineadas con agendas políticas. Ahí deja de ser un asunto técnico para convertirse en un asunto ético.
La industria de las encuestas como negocio de propaganda
Lo que está ocurriendo en México es la consolidación de una industria de las encuestas como negocio de propaganda. Lejos de ser entes objetivos, muchas empresas demoscópicas se han transformado en proveedores de narrativas políticas.
El valor de su servicio no está en el rigor metodológico, sino en la capacidad de generar titulares y moldear percepciones públicas. En otras palabras: las encuestas se han convertido en un arma de golpeteo.
El mecanismo es sencillo: se publica un resultado llamativo, que los medios reproducen sin cuestionar demasiado, y el efecto inmediato es la instalación de un clima de opinión favorable o adverso hacia determinado actor político. La factura, como se sabe, la paga alguien. Y aquí es donde entra el viejo dicho: “quien paga, manda”, ¿En Veracruz a quien le importa pagar esas facturas?
El caso de Demoscopia Digital: credibilidad bajo la lupa
Quizá el ejemplo más ilustrativo de la precariedad ética y técnica de muchas encuestadoras lo encontramos en Demoscopia Digital. Su sitio web asegura contar con 20 años de experiencia, pero el dominio fue registrado apenas en 2020. Esa contradicción es solo la punta del iceberg. Una revisión de su domicilio fiscal arroja coincidencias con al menos cuatro razones sociales distintas, incluida una empresa llamada contralor.mx. ¿Qué seriedad puede tener una firma que ni siquiera es transparente respecto a su identidad corporativa?
El dueño, Mario Alfredo Garza Ordaz, presume una lista de títulos académicos en su biografía que no aparecen en el Registro Nacional de Profesiones. La única cédula profesional que se localiza corresponde a una licenciatura expedida por la Universidad EDEC, institución de dudosa reputación y escaso reconocimiento académico.
Como si eso no bastara, la Plataforma Nacional de Transparencia lo identifica como militante del Partido Revolucionario Institucional. ¿Puede un militante activo de un partido político encabezar una encuestadora supuestamente objetiva? El conflicto de interés es tan evidente que ni siquiera requiere mayor explicación.
El colmo es que, en la contienda electoral pasada, Demoscopia Digital difundió encuestas que daban la victoria al priista Pepe Yunes en Veracruz, resultados que fueron desmentidos en las urnas por un margen contundente en favor de Morena y su candidata, hoy Gobernadora, Rocío Nahle García. En términos simples: se equivocaron —o quisieron equivocarse— de manera monumental.
La subjetividad de la objetividad
La legitimidad de las encuestadoras descansa en su capacidad de ser percibidas como objetivas. Pero esa objetividad, en México, se ha vuelto una entelequia. En la práctica, muchas de estas firmas operan como consuDe ahí que los ciudadanos terminen confundidos y desencantados ante un panorama en el que cada encuesta dice algo distinto, y todas presumen ser “científicas”.
El papel de los medios y la opinión pública
Un factor que agrava este escenario es la actitud de muchos medios de comunicación que reproducen sin filtro los resultados de cualquier encuestadora.
Se publican como “noticia” sin un mínimo ejercicio de contraste metodológico o verificación de antecedentes.
Así, una encuesta sin sustento se convierte en titular de ocho columnas, con la consecuente distorsión en la opinión pública. El daño es profundo porque la percepción, en política, muchas veces pesa más que los hechos.
Hacia una regulación necesaria
Frente a este panorama, se impone la necesidad de abrir un debate sobre la regulación de las empresas demoscópicas en México.
El Instituto Nacional Electoral (INE) exige ciertos reportes metodológicos durante procesos electorales, pero fuera de esos periodos la opacidad es total.
Cualquier persona con recursos puede montar una supuesta encuestadora, publicar resultados en redes sociales y venderlos como verdades estadísticas. El vacío legal alimenta un mercado de encuestas “patito” que deteriora la confianza ciudadana.
Un primer paso sería crear un registro nacional de encuestadoras que exija transparencia total en cuanto a metodología, financiamiento, trayectoria académica y vínculos partidistas de sus dueños.
Asimismo, se debería sancionar con severidad la difusión de encuestas falsas o manipuladas. No se trata de coartar la libertad de expresión, sino de proteger el derecho de los ciudadanos a contar con información veraz y confiable.
Conclusión: recuperar la confianza perdida
Las encuestas son herramientas valiosas cuando se utilizan con rigor y ética. Pueden ayudar a gobiernos y partidos a conocer la opinión pública y a ajustar políticas en consecuencia. Pero cuando se pervierten en instrumentos de propaganda, pierden toda legitimidad y terminan dañando no solo a los actores políticos involucrados, sino al propio sistema democrático.
El caso de Demoscopia Digital y la evaluación a la Gobernadora Rocío Nahle es un ejemplo de cómo una medición puede convertirse en un misil político disfrazado de ciencia.
El contraste con Rubrum, que ha mostrado mayor asertividad, y las irregularidades de Demoscopia Digital evidencian que en México las encuestas no se leen, se interpretan: unas son instrumentos de análisis, otras son meros panfletos numéricos.
En tanto no se regule de manera seria este mercado y no se castigue la manipulación de datos, las encuestas seguirán siendo, en buena medida, un espectáculo de prestidigitación política.
Y como en todo acto de ilusionismo, la clave está en saber dónde mirar: no en lo que los números aparentan mostrar, sino en quién mueve los hilos detrás de ellos, ¿a quién le interesa pagar esas en cuestas en Veracruz? Será la pregunta que le dejo en el aire para que saque su mejor conclusión.
Al tiempo.
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“X” antes Twitter: @LuisBaqueiro_mx