De memoria
Admirable la capacidad del presidente López para abrir agujeros donde no los hay pero tampoco se necesitan.
Tenemos, como en los viejos tiempos, un enemigo: el Imperialismo Norteamericano, lugar de procedencia de todos los males que aquejan al subcontinente.
El tabasqueño, al que le quedo chica su patria de origen, maniobró, trampeó y asustó a los panistas que le permitieron entrar a las grandes ligas (hablo de las locales) y asomar las orejas en la política nacional.
Vemos las consecuencias, por su experiencia personal, se convenció que el mandatario en turno puede y de hecho debe vulnerar el Estado de Derecho, para certificar tanto su poder como su influencia en los llamados “otros poderes”.
Supo, es evidente, que su futuro no podía estar en un ámbito rascuache pueblerino y tan limitado como Tabasco. Se sintió ciertamente tocado por las divinidades y en consonancia con el vecino Trump y su “hagamos nuevamente grande a América (como llaman ellos a su país)”, decidió a hacer otra vez grande a México.
No era cuestión de parecer sino de ser. Por eso decidió ocupar un símbolo del poder omnímodo, encarnando en su persona a los próceres intachables, Juárez y Madero.
Más pronto de lo que soñaba, nuevamente sintió que el país, sus responsabilidades que con tanta destreza matutina jerarquizaba y resolvía, le provocaban una sensación de ahogo: el país, sin duda, como antes Tabasco, le quedaba chico.
Sin verdadera interlocución con el gobierno del vecino norteño, intentó colgarse de España y del Vaticano. La entidad hispana no exista como tal y los conquistadores, los patrocinadores eran los reyes de Castilla La Mancha, el descubridor genovés y los conquistadores de Extremadura.
Exigió a los dos países una satisfacción por la etapa colonial, sus abusos en nombre de la cruz y por la imposición de la espada.
Causó un fermento de buen humor en los dos sitios que, obvio, hicieron caso omiso y de hecho en un desprecio total al país reclamante y a su gobernante, ni siquiera respondieron formalmente.
Con las neuronas a toda velocidad, el Okupa del Palacio Virreinal encontró que la grandeza de México sólo poda manifestarse con un liderazgo universal, si es posible. Y nadie mejor ubicado que él, el dirigente nato, el hombre destinado a las grandes hazañas.
Lo primero, había que anular a la OEA donde opinion y financiamiento gringo son insustituibles. López se hara cargo.
Pero cuando llegó la hora del recuento, con asombro comprobó que salvo dos países, uno de ellos Venezuela, lo apoyaban. El resto se hizo pato para no enojar o enemistarse con Washington.
No hay vuelta atrás. Tampoco hay liderazgo universal. No conforme, encontró un juguetito en el área internacional. Localmente conocemos y sufrimos sus desvaríos, el más notorio recientemente, la orden de encarcelar en prisión de alta seguridad, a 31 académicos, total, luego viriguan.
Aburrido, aprovechando el inútil escándalo en torno a los 43 ayotzinapos desaparecidos, le soplaron en una oreja que un tal Zerón de Lucio era el realmente culpable de todo, pero que estaba refugiado en Israel.
Sin pensar que otros países guardan distancia entre pideres, le entregaron un escrito dirigido al Primer Ministro cuyo nombre no fue capaz de escribir correctamente.
Pide al mandatario judío que Zerón le sea entregado para su juicio en México. De entrada los enredados argumentos merecen el auxilio de alguien que haya estudiado hasta tercero de Primaria.
En síntesis, López busca que el Premier se involucre y que pasando sobre normas y procedimientos, le entreguen al presunto delincuente. Necesario, dice el presidente de México, para tranquilizar a familiares y otros sectores d3 población que exigen justicia.
Justicia popular, la Ley de Lynch anunciada. El israelita no accederá a meterse en ese lío para ganarse la animadversión de sus conciudadanos.
Ojalá que este por lo menos le responda. Si no, pues será un hoyo más…