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/ María Scherer Ibarra /
Fernando Doval es hijo y nieto de inmigrantes españoles. Su familia, tradicional y conservadora, vivía en la colonia Del Valle. Doval estudió en las escuelas maristas de las cercanías, el Instituto México y el Centro Universitario México, y continuó en el ITAM, donde estudió Ciencia Política y se tituló con una tesis premiada. Nunca dudó de su elección: “Mi primer recuerdo, a los ocho años, es de la campaña de Clouthier”.
Un día después del primer debate presidencial celebrado en México en 1994 –entre Cuauhtémoc Cárdenas, Diego Fernández de Cevallos y Ernesto Zedillo–, Fernando Doval se presentó en la sede del PAN para solicitar su afiliación. Tenía 14 años recién cumplidos. Salió con un montón de propaganda para niños y con la decisión de volver cuando fuera tiempo. “Ese año me marcó el levantamiento de Chiapas, el asesinato de Colosio, el debate y la elección, y me politicé mucho más por la brutal crisis derivada del error de diciembre y la crisis de violencia: los magnicidios de Colosio, Ruiz Massieu y el cardenal Posadas. Estaba descompuesto el sistema político y el PAN era un partido democrático, que en los pocos lugares donde gobernaba, lo hacía bien y defendía unos principios en los que yo también creía”.
Doval participó (repartiendo volantes) en la campaña de Carlos Castillo Peraza por la jefatura de Gobierno del Distrito Federal y quedó impresionado por él, aunque el resultado no fue afortunado; Castillo acabó en tercer lugar. “La otra persona que me dejó huella fue Alonso Lujambio, mi maestro. Tuve el privilegio de tener una relación muy cercana con él, cuando sale del IFE y regresa a la vida académica”. (Juntos compilaron un libro sobre la asamblea fundacional de Acción Nacional, cuando éste cumplió 70 años, hace 15).
Más adelante, Fernando Doval fue diputado local de mayoría en un distrito de raigambre panista, que abarcaba una parte de Álvaro Obregón y otra de Benito Juárez. Después de su periodo en la Asamblea Legislativa, fue candidato a diputado de representación proporcional y formó parte de la legislatura federal en 2012. “Fue una muy buena legislatura de la que salieron varias reformas por las que el PAN había luchado. El PRI no había querido acompañarlas, pero como gobierno, nos necesitaba”.
En 2015, formó parte del Comité Ejecutivo Nacional del PAN, tres años intensos que culminaron con la campaña presidencial de 2018, que ganó López Obrador, en la que Doval fue vocero. En los últimos años, participó en la elaboración del nuevo programa de acción política del PAN y en la del modelo de buen gobierno. Además, es consejero nacional del partido y miembro de la comisión encargada de renovar al CEN, el próximo 10 de noviembre.
Profesor de Historia de México y Política Mexicana del ITAM y la Universidad Panamericana y doctor en Historia del Pensamiento por la segunda, Doval confía que disfruta más “la parte más intelectual de la política” que la política activa, aunque no renuncia a ella: “Lo que más disfruto es ser profesor universitario, escuchar a los alumnos, escribir y tratar de producir conocimiento. Me gustaría dedicarme completamente a eso, pero también es verdad que la política activa es como una adicción; aunque te quieras zafar de ella, la política te arrastra. Me gustaría en algún momento volver a ser parlamentario, aunque desgraciadamente el Parlamento en México está demasiado desprestigiado”.
“El PAN siempre fue un partido que apostó por un diálogo de frente, un diálogo civilizado, de cara a la nación, que ahora no existe en el Parlamento. Carlos Castillo decía que había que dialogar desde tu propia identidad, para que el diálogo no se convierta en una simple transacción mercantil o política”, afirma.
-Algunos diputados se sienten frustrados porque piensan que la próxima será una legislatura meramente testimonial. ¿Cuál será el papel del PAN en ella?
-Perdón que regrese tanto a él, pero es un personaje que nos sigue dando muchas luces: Castillo Peraza acuñó el término de la política total. La política total tiene muchos frentes: el trabajo parlamentario, el trabajo con la sociedad civil, el trabajo territorial casa por casa, la labor en los medios de comunicación. Por eso la política tiene un muy importante componente cultural. De hecho, las victorias electorales no son sino la consecuencia de las victorias culturales. Hay que construir la alternativa y el frente parlamentario es fundamental; lo mucho o lo poco que se puede hacer ahí, hay que hacerlo al máximo. El modelo que se ha impuesto en México no es sustentable en el mediano y largo plazo. Creen que el país les pertenece, pero están confundiendo al Estado con Morena. Nuevamente vemos al Estado al servicio de una facción, pero no será para siempre. Las mayorías no son eternas y las minorías tampoco. Cuando ese momento llegue, el PAN tiene que estar listo para ser una alternativa.
-¿Ahora el PAN tiene esa capacidad?
-Desde hace unos 20 años ha caído en una dinámica en la cual está obsesionado por ganar elecciones al precio que sea. Esto nos ha llevado a postular candidatos que prometen un triunfo fácil, sin tener en cuenta las credenciales éticas y democráticas de esos personajes. Y el problema es que, en en el mediano y en el largo plazo, dejaron al partido en una peor situación en sus respectivos estados. El PAN debe regresar a una cultura ética política, a entender que los triunfos electorales van a llegar a partir de lo que el elector perciba de nosotros como alternativa política y cultural distinta al oficialismo. Estos tiempos difíciles pueden servir para hacer una depuración de todos aquellos que no son verdaderamente demócratas y que sólo buscan un beneficio particular o disfrutar de las mieles del poder. Yo estoy muy sorprendido de que en las bancadas de Morena y del Partido Verde hay una enorme cantidad de expanistas. Al final, si el PAN se mantiene con consistencia y congruencia, en el corto plazo pudiera parecer que no va a ser exitoso, pero en el largo plazo la gente lo aprecia y lo reconocerá. Para ser alternativa, el PAN tiene que abandonar esta estrategia de crudo, ciego pragmatismo y volver a apostar por sí mismo, que en el contexto actual no significa solamente no aliarnos con el PRI, sino que asumamos un liderazgo en la agenda pública nacional, que no seamos rehenes de grupos o personajes que utilizan al partido para lograr sus fines.