Hace alrededor de mil años, una religiosa de mediana edad del tranquilo convento de Dalheim en Alemania lamió el extremo de un pincel y el pigmento azul quedó impregnado en la placa de sus dientes. El equipo internacional de arqueólogos, dirigido por el Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana y la Universidad de York, que estudió su esqueleto enterrado en el pequeño cementerio cercano, descubrió que la sorprendente mancha, la única irregularidad en los restos, era lapislázuli, una valiosa piedra azul utilizada para iluminar manuscritos en la Edad Media.
De forma inesperada, el sorprendente hallazgo ha revelado a una artista de escritos medievales de alta calidad, la primera identificada por su esqueleto y una evidencia añadida de que probablemente las mujeres también escribían y pintaban los antiguos libros en Europa.
Eran las instituciones religiosas, en gran medida, las que se ocupaban de la alfabetización y los textos escritos durante la Edad Media europea. De los monasterios salían manuscritos ricamente ilustrados, creados para ser utilizados por miembros de instituciones religiosas y la nobleza. Algunos de estos textos iluminados fueron adornados con pinturas y pigmentos lujosos, incluyendo la hoja de oro y el ultramar, un pigmento azul raro y caro como el oro hecho de piedra de lapislázuli.
El uso de pigmento ultramarino hecho de lapislázuli se reservaba, junto con el oro y la plata, para los manuscritos más lujosos. “Solo a los escribas y pintores con habilidades excepcionales se les habría confiado su uso“, dijo Alison Beach, de la Universidad Estatal de Ohio e historiadora del proyecto.
Quedan pocos registros del lugar y se desconoce su fecha exacta de fundación, aunque una comunidad de mujeres pudo haberse formado allí ya en el siglo X. Los primeros registros escritos conocidos del convento se remontan al año 1244.
Se cree que el centro albergaba a aproximadamente 14 religiosas desde su fundación hasta su destrucción por fuego después de una serie de batallas durante el siglo XIV.
Los científicos descubrieron que una mujer enterrada en el cementerio tenía numerosas manchas de pigmento azul incrustadas dentro de su cálculo dental (sarro o placa dental que se fosiliza en los dientes durante la vida). La religiosa tenía entre 45 y 60 años de edad cuando murió alrededor de los años 1000-1200. No tenía patologías esqueléticas particulares, ni evidencias de trauma o infecciones. El único aspecto notable de sus restos fueron las partículas azules que se encuentran en sus dientes.
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