El Patriarcado mata II: Resistir al totalitarismo misógino en Afganistán.

*

/ Escrito por Lucía Melgar Palacios /

Matar es quitar la vida. Feminicidio es matar a una mujer por serlo ¿Cómo llamar a una violencia misógina que puede quitarle la vida a una mujer a pedradas, empujarla al suicidio a fuerza de encierro y prohibiciones o despojarla de su calidad de persona y condenarla al encierro, el silencio y la sumisión, como sucede hoy en Afganistán?

No es sólo violencia feminicida. Es un afán de control total aunado a una discriminación de género a ultranza que activistas y ONGs defensoras de los derechos de las mujeres llaman “Apartheid de género”, práctica sistemática que debería tipificarse como “crimen contra la humanidad”, ante la cual la comunidad internacional debería responder como lo hizo ante el Apartheid racista sudafricano en el siglo XX, con sanciones y boicots reales.

Desde la toma del poder por los Talibanes en 2021, ha caído sobre las mujeres y niñas afganas, en efecto, una catarata de prohibiciones que hoy, literalmente, las están matando en vida.

Esta no es consecuencia de la ley islámica sino de la interpretación extremista  con que el régimen ha buscado regimentar la vida privada, religiosa y social de hombres y mujeres, y sojuzgar a éstas.

Las normas talibanes someten a toda la población a una pretendida verdad religiosa, impuesta por líderes fanáticos. Los derechos humanos han caído en el olvido ante la legitimación de castigos crueles para delitos de todo tipo, mientras que ejecuciones sumarias, detenciones y torturas acaban con la oposición y la disidencia.

Así, las normas “religiosas” imponen a los hombres un determinado largo de barba, por ejemplo; determinan horas específicas en que los taxistas y sus clientes deben rezar para cumplir con su deber religioso… El peso del fanatismo  aplasta sobre todo a aquellas que el régimen decía considerar “seres humanos libres y nobles” y no “propiedad” de sus maridos (ley de matrimonio y propiedad, 2021) y a las que, en los hechos, ha deshumanizado, reducido a seres vivos que sirven, como afirmara una activista, para la reproducción y el pesado trabajo doméstico.

En contraste con las libertades y derechos de que gozaron bajo la ocupación de Estados Unidos (2001-2021) y en épocas anteriores al primer régimen talibán (1996-2001), las mujeres afganas  han visto reducirse su libertad de movimiento, expresión y desarrollo en menos de cinco años.

Si en los inicios del régimen actual todavía podían ir algunas a la universidad, trabajar en áreas de educación y salud, y se les exigía portar el hijab pero no la burka, pronto los Talibanes recuperaron políticas misóginas previas, con mayor saña.

Según el reporte Alerta de Género II de ONU Mujeres, para fines de 2021 ya habían eliminado el Ministerio de Asuntos de las Mujeres y creado el Ministerio de la Promoción de la Virtud y la Prevención del Vicio; habían restringido la educación formal de las niñas a la primaria; excluido a las mujeres de la función pública.

En años recientes, determinaron que éstas sólo pueden salir de casa en caso necesario y, de hacerlo, deben taparse la cara por completo (con un tapabocas además de la burka) e ir con un acompañante (marido o familiar cercano), so pena de arresto.

ONU Mujeres ha señalado el aumento de suicidios de mujeres y de la violencia intrafamiliar, en un país que ya tenía una altísima tasa de violencia machista, y ha planteado que la exclusión de las mujeres de la vida laboral implica una reducción inmediata de 5% del PIB y, sobre todo, un aumento de la pobreza en un país miserable, con estragos inimaginables para mujeres y niñas en particular.

Hoy, además de no poder trabajar fuera de casa- excepto como parteras y maestras, tienen prohibido hablar en público pues su voz no debe oírse. No pueden recitar el Corán en voz alta ni siquiera entre ellas, por lo que, según el Ministerio de la Virtud, menos pueden cantar.

La norma totalitaria más reciente prohíbe cualquier ventana en la cocina que permita ver desde afuera a la mujer que ahí esté. Condenadas al silencio, el encierro y la obscuridad, muchas se resisten a esta muerte lenta, se organizan en redes, las usan para difundir su canto, las más valientes han incluso cantado en la calle. Desde Afganistán o en el exilio  apelan desde hace años a una comunidad internacional  que no ha reconocido al régimen talibán pero tampoco ha tomado medidas eficaces contra éste, en defensa de las mujeres y niñas.

La indiferencia o silencio cómplice de las potencias y sus sociedades sobre todo no se explica sólo por el mayor interés mediático que se le ha dado a la guerra en Ucrania o la destrucción de Gaza (o el terrorismo islamista en Israel y otros países), se debe en gran medida al habitual desprecio por las causas de las mujeres, usadas como moneda de cambio, y también, según analistas como Melissa Cornet o Heather Barr (HRW), citadas por France 24,  porque para Estados Unidos y países europeos, los talibanes garantizan cierta estabilidad en la zona.

Estos argumentan además que se ha reducido 95% la producción de amapola y que no hay actos terroristas surgidos de ese país ni ahí. La realpolitik de un occidente donde la extrema derecha también amenaza los derechos de las mujeres y donde el racismo puede justificar lo injustificable, ha dejado así en el abandono a las mujeres y niñas afganas.

Por ello es tan importante difundir la campaña #EndGenderApartheid que le da un nombre muy claro a la dominación totalitaria talibán sobre las mujeres (endgenderapartheid.com ) y sobre todo presionar a los gobiernos “democráticos” occidentales para que, en vez de “lamentar” y “condenar” tomen medidas efectivas contra este régimen.

Como afirmara en agosto pasado Chela Noori, integrante de Mujeres Afganas en Francia: “Durante tres años hemos visto cómo la condición de las mujeres va de mal en peor; hemos llegado a un punto en que es inadmisible que el mundo no reaccione”.

CimacNoticias.com

Con información de Gender Alert. Women Righrs in Afghanistan I & 2 en http://www.unwomen.org , France 24, https://endgenderapartheid.today/, y mensajes de organizaciones afganas en redes sociales.