*
/Escrito por Lucía Melgar Palacios /.
Con su discurso inaugural, Donald Trump ha dejado clara su intención de cumplir con un programa de campaña ultranacionalista, que antepondrá su país al mundo, con tal de preservar su “excepcionalidad”.
Su vuelta al poder, ahora acompañado de billonarios y políticos archiconservadores, no sólo amenaza las libertades, la justicia y la prosperidad que el lunes aseguró defender; presagia también tiempos violentos para la población migrante, los derechos humanos y el derecho internacional; y supone mayores y graves riesgos para las mujeres y la población LGBTTI, así sean “americanas de vieja cepa”.
En todo régimen autoritario, de corte fascista, encabezado por un líder “iluminado”, las libertades de las mujeres estorban a la imposición patriarcal así como la diversidad obstaculiza la construcción de una “identidad nacional” homogénea, moldeada sobre el ciudadano o el heroísmo masculinos.
Para un líder o un partido conservadores, dispuestos a manipular a la opinión pública con promesas de grandeza, mentiras o interpretaciones fundamentalistas de la religión o de la moral, los derechos relacionados con la sexualidad, el libre desarrollo de la personalidad, el proyecto de vida, o, simplemente, el cuerpo, son los primeros que deben regimentarse.
Por su diversidad y la (así considerada) vitalidad de su democracia, tiende a olvidarse que en Estados Unidos persisten la misoginia y las desigualdades de género.
No es casualidad, en este sentido, que en su intento de preservar algo del legado democrático por el que lucharon varias generaciones, una de las últimas medidas del presidente Biden haya sido declarar que la Enmienda de Igualdad de Derechos (ERA- que consagra la igualdad de hombres y mujeres) ya forma parte de la Constitución tras haber sido ratificada por 38 estados.
Antes, también abogó por garantizar el derecho al aborto y el derecho de la población LGBTTI a la protección legal y a los servicios de salud, en contra de una Suprema Corte que revirtió Roe vs. Wade y de gobiernos estatales que se han convertido en feudos patriarcales donde las mujeres no sólo son despojadas de sus derechos sino perseguidas por intentar ejercerlos en otros territorios y donde la población trans en particular es estigmatizada y discriminada.
El estado de Texas, hoy una de las peores fronteras para la población migrante, es también un infierno para las mujeres y las niñas. Ahí la prohibición del aborto es tan estricta que excluye como causales la violación y el incesto y permite la persecución de las mujeres que intenten cruzar las fronteras estatales y de quienes les ayuden, mediante juicios privados.
La descripción legal de los casos extremos en que se permite que los médicos intervengan – y sólo para salvar la vida de la madre – son tan ambiguos que, para evitar la cárcel, médicos texanos ya dejaron morir a dos chicas. Cien ginecólogas y ginecólogos han solicitado que se aclaren las cláusulas médicas para poder ejercer su trabajo éticamente y sin riesgo de cárcel o multa.
Texas no es el único estado de E.U.A., donde se ha impuesto este tipo de normas, en nombre de la moral social o de la religión. Sí es, según analistas, uno de los baluartes del “nacionalismo cristiano”, impulsado ahí desde hace años por billonarios texanos que financian a políticos cada vez más reaccionarios, dispuestos a implantar políticas afines a una idea de que Dios “debe” regir la política, o semejantes a las que impulsa el Proyecto 2025.
Cuando a los políticos republicanos afiliados a este “nacionalismo cristiano”, se añaden un vicepresidente que llama a las mujeres sin hijos “frustradas damas con gatos”, o un par de billonarios, como Musk y Zuckerberg, que exaltan la masculinidad hegemónica y blanca, y mujeres republicanas fanáticas del movimiento MAGA, como Marjorie Taylor Greene, y todos ellos apoyan medidas y normas excluyentes, el panorama para mujeres, niñas, personas LGBTTIQ en Estados Unidos no podría ser más ominoso.
No obstante, las decenas de miles de personas (sobre todo mujeres) que participaron en la “Marcha del Pueblo” en Washington D.C. el sábado pasado nos recuerdan que la capacidad de organización y resistencia que guió la lucha por los derechos civiles sigue viva.
Conservar la esperanza y sobre todo la capacidad de actuar en conjunto con base en el diálogo será determinante no sólo en Estados Unidos sino también para las feministas y la sociedad organizada en el resto del mundo.
CimacNoticias.com