*Por by Tiziana DellaRovere |
24.02.2025. A pesar de la idea popular de que sólo los hombres pueden ser patriarcales, la verdad es que las mujeres también pueden serlo. En nuestra sociedad, el patriarcado está internalizado. Vive dentro de nosotros, en la psique tanto de los hombres como de las mujeres.
Mientras celebramos el ascenso de las mujeres a puestos de mayor poder social, político y económico, que se han ganado con mucho esfuerzo, también debemos tomar conciencia de cómo las mujeres pueden ser susceptibles de asumir valores patriarcales.
De hecho, hay tres formas principales en las que el patriarcado se manifiesta en las mujeres. Pero antes de explorar estas tres manifestaciones, debemos definir qué es el patriarcado. El patriarcado no consiste simplemente en que los hombres dominen a las mujeres. Es un sistema mucho más grande e insidioso de lo que nos han hecho creer.
¿Qué es exactamente el patriarcado?
El patriarcado es una estructura jerárquica que se encuentra en la base de nuestra sociedad y que controla, domina y vilipendia todo lo femenino y engrandece la sombra masculina. Nótese que cuando hablo de “sombra masculina” me refiero únicamente a una versión destructiva de la masculinidad, no a la masculinidad sana ni a los hombres individuales. En su forma sana, lo masculino es una parte indispensable de la totalidad de lo que todos somos y un aspecto intrínseco de cada uno de nosotros que merece ser honrado tanto como nuestros aspectos femeninos.
Por eso, para comprender el patriarcado, primero debemos llegar a entender la sombra masculina como algo distinto de la masculinidad sana, teniendo en cuenta nuevamente que este es un debate sobre los aspectos masculinos y femeninos de todas las personas, no una recaída en los roles de género asignados.
Masculinidad en la sombra vs. Masculinidad sana
La masculinidad saludable es la expresión del amor a través de la generosidad y la acción valiente al servicio de nuestra verdad interior. Nuestra masculinidad nos da la capacidad de crear estructura, disciplina y límites protectores, el pensamiento lineal en el que nos apoyamos para resolver problemas y la vitalidad potente que alimenta nuestras acciones heroicas. Nuestro masculino saludable siempre está conectado con los sentimientos, la percepción y la sabiduría de nuestro femenino saludable y, al hacerlo, el masculino se convierte en el administrador atento de la vida.
La sombra masculina es lo opuesto a la masculina sana en todos los sentidos. Mientras que la masculina sana es generosa, la masculina sombra acumula recursos y poder. La sombra masculina no es constructiva sino destructiva; no mantiene una estructura y una disciplina positivas, sino que se vuelve controladora, dominante y rígida. Mientras que nuestra masculinidad sana nos hace protectores, nuestra sombra masculina condena a los que son diferentes. En lugar de un pensamiento lineal, nos conduce a una obsesión mental que nos impide ver hasta las verdades más evidentes y fácilmente observables. La masculina sombra aprisiona nuestra feminidad interior, divorciándonos de nuestros sentimientos, de nuestra capacidad de empatizar con los demás y de la percepción de nuestra guía interior. En medio de nuestra sombra masculina, nos vemos impulsados por un ciclo agotador de hiperactividad, centrados únicamente en la competencia feroz en pos de la posición más alta en la escala jerárquica.
El patriarcado está tan presente en el tejido de nuestras instituciones políticas, económicas y religiosas que se infiltran en nuestra psique y condicionan nuestros sistemas de creencias sin que demos cuenta. En los sistemas de creencias patriarcales que permean nuestra cultura, lo masculino no es igual a lo femenino, sino que se lo hace superior, mientras que lo femenino no sólo se lo hace diferente, sino que se lo vuelve inferior. En consecuencia, nuestra sociedad coloca a hombres ricos, en su mayoría blancos y privilegiados, en los puestos más altos de poder.
Las mujeres también pueden ser patriarcales.
Sin embargo, el patriarcado también penetra en la psique de las mujeres, condicionando a muchas de nosotras a aceptar y encarnar los valores patriarcales. Así como un hombre no es automáticamente patriarcal por el hecho de ser hombre, una mujer, por el hecho de ser mujer, no está excluido de ser patriarcal.
Ceden su poder a una figura de “autoridad” patriarcal y confían en que él les diga lo que está bien y lo que está mal y actúan en manada con ellos.
Cuando las mujeres se sienten impotentes para identificar a los maltratadores y protegerse de la masculinidad abusiva, es porque tienen dentro de ellas la voz crítica de un hombre patriarcal que menosprecia a las mujeres, las disminuye, busca hacerlas sentirse inferiores y equivocadas. Esta sombra masculina insidiosa dentro de ellas coincide con el comportamiento abusivo de los hombres patriarcales que encuentran en sus vidas. Entonces se alinean con la visión del mundo de su sútil maltratador u opresor.
Por eso, algunas mujeres tienden a defender a hombres abusivos y apoyando leyes que van en contra de nuestra propia igualdad, soberanía y seguridad como mujeres. Como consecuencia, terminan abrazando las mismas creencias que faltan al respeto a las mujeres, ponen en peligro sus vidas y disminuyen su valor.
Ese es un camino que las lleva inexorablemente a convertirse en mujeres patriarcales.
Hay muchas maneras en las que una mujer se vuelve patriarcal, pero describiré tres patrones principales a los que muchas de las mujeres somos particularmente susceptibles, con la esperanza de que al tomar conciencia de estas tendencias nos capacitemos para transformarlas.
1. Mujeres que encarnan un tipo de autoridad patriarcal
La primera forma en que una mujer se vuelve patriarcal es renegar por completo de su identidad como mujer y convertirse en “uno de los muchachos”. Se trata de una estrategia para evitar pertenecer a un grupo que se considera inferior y sujeto a la discriminación y al sexismo. Si adopta actitudes, creencias y comportamientos patriarcales, se sentirá precariamente igual a los hombres en el poder y se sentirá privilegiado por asociación.
Entonces podrás competir con ellos dentro de la estructura de poder existente e incluso ganar una posición de poder sobre algunos de ellos. El peligro es que, cuando llegue a la cima de la escalera patriarcal, ya no se consideran importantes las necesidades y los desafíos específicos de las mujeres, como los asociados con la maternidad, ni defenderá los valores femeninos de colaboración, flexibilidad e inclusión. Esto es producto de su condicionamiento patriarcal para ganar a toda costa y ver lo femenino como una debilidad.
Nuestra sociedad se está transformando rápidamente y necesitamos desesperadamente mujeres líderes en todos los ámbitos. Pero estas mujeres deben integrar valores y actitudes saludables en su estilo de liderazgo para armonizar lo masculino saludable con el poder de lo femenino, lo que les permitirá cambiar la estructura de poder de la sociedad desde adentro hacia afuera. Porque de lo contrario, las mujeres poderosas podrían ser hombres patriarcales. Si nuestros líderes expresan su autoridad a través de valores patriarcales, no hay diferencia entre que sean mujeres u hombres.
¿Qué hacer al respecto?
En el mundo exterior, se debe:
- Establecer un nuevo sistema de valores basado en la colaboración en lugar de la competencia y en la creatividad en lugar del control rígido.
- Crear lugares de trabajo basados en la diversidad y el respeto mutuo en lugar de facciones en competencia.
- Obtenemos nuestra autoridad inspirando a otros en lugar de intimidarlos
- Implementar políticas que consideren las necesidades de las madres y consideren la maternidad como un activo y no como una carga para la organización.
- Contratar mujeres competentes en puestos que habitualmente están reservados exclusivamente a los hombres.
Mientras tanto, en el mundo interno, se debe:
- Participe en períodos diarios de silencio, quietud y cuidado personal.
- Crea equilibrio entre descanso y trabajo.
- Descubra la belleza y el poder de nuestra naturaleza femenina.
- Cultivar la compasión
- Tomar conciencia de cuándo nos sentimos o actuamos competitivos con otras mujeres y en su lugar buscar la colaboración y el empoderamiento mutuo.
2. Mujeres que se vuelven sumisas a la sombra masculina
La segunda forma en que una mujer se vuelve patriarcal es aceptando una posición de inferioridad y volviéndose subordinada al masculino patriarcal. Pierde su poder, su sentido de sí misma y su mejor criterio, y lo entrega todo a una autoridad patriarcal para recibir reconocimiento y validación de sí misma al ganar su aprobación.
Esta autodesvalorización malsana no debe confundirse con la aceptación y adopción de los roles tradicionales de las mujeres como madres y cuidadoras. De hecho, una mujer puede ser ama de casa y, aún así, sentirse perfectamente empoderada y soberana porque considera que su trabajo es de vital importancia para su familia y para la sociedad y valora su propia sabiduría.
Por el contrario, una mujer se vuelve patriarcal cuando internaliza la perniciosa mentira de que los valores femeninos y todas las características de lo femenino, y por extensión las mujeres mismas, son inherentemente inferiores. Esta mentira se manifiesta como una autocrítica muy sutil o a través de una creencia arraigada de que las contribuciones de los hombres a la sociedad son más importantes, o que los hombres son más aptos para trabajos que requieren la proyección de autoridad. Esto lleva a muchas mujeres a creer que las mujeres deben obedecer a los hombres sin cuestionamientos y, por lo tanto, es perfectamente natural que los hombres estén desproporcionadamente representados en la política y los negocios.
¿Qué hacer al respecto?
En nuestro mundo exterior:
- Aprende a decir “no” cuando no estamos de acuerdo con un curso de acción que nos parece incorrecto
- Estar dispuesto a decir nuestras verdades incluso cuando vayan en contra de la opinión de los demás.
- Cuestionar el juicio de la autoridad y comportarnos de acuerdo con lo que creemos que es el curso correcto de acción.
- Nunca dudemos en protegernos cuando nos sintamos irrespetados o maltratadas. En lugar de quedarnos en una situación que nos resulta irrespetuosa, debemos encontrar una manera de alejarnos de ella.
En nuestro mundo interno:
- Aumentar nuestra autoestima a través de la apreciación de nuestro valor como mujeres y reconocer nuestras contribuciones únicas al mundo.
- Confíar en nuestra percepción, intuición y compasión.
- Aprender a validarnos desde dentro sin buscar la aprobación del exterior
- Defendernos a nosotras mismas ya otras mujeres en un espíritu de aprecio mutuo.
3. Mujeres que gozan de privilegios por su estatus en las estructuras patriarcales
El tercer patrón por el cual una mujer apoya la estructura patriarcal ocurre cuando no quiere hacer olas porque perdería su estatus privilegiado. Esta posición es más frecuente entre las mujeres de clase alta porque temen que, si el patriarcado se derrumba y la sociedad se vuelve más inclusiva e igualitaria, pueden perder sus privilegios. Este tipo de patrón patriarcal a menudo lleva a la mujer a aceptar compromisos difíciles a cambio de la protección del hombre del que depende.
¿Qué hacer al respecto?
En nuestro mundo exterior:
- Conectarse con personas que son completamente diferentes a nosotros desde el punto de vista social, étnico y religioso y conocerlas como individuos.
- Encontrar formas de utilizar nuestros talentos y habilidades para ayudar a quienes son menos afortunados que nosotros.
En nuestro mundo interno debemos:
- Fomentar nuestra independencia psicológica y financiera
- Cultivar la compasión y la humildad.
Estos patrones patriarcales están tan intrínsecamente arraigados en la estructura de la sociedad que, para resolverlos por completo, la sociedad misma debe cambiar. Debe pasar de un modelo jerárquico a un modelo colaborativo en el que lo femenino y lo masculino funcionen en armonía. En este nuevo modelo, las contribuciones de las mujeres a todos los aspectos de la sociedad serán valoradas y remuneradas en igualdad de condiciones con los hombres.
Al mismo tiempo, si queremos desmantelar el patriarcado en la sociedad, debemos comenzar por desmantelar el patriarcado dentro de cada uno de nosotras. El camino hacia la libertad, hacia la expresión creativa de uno mismo y hacia la compasión por todos los hombres y mujeres comienza por dar a luz una masculinidad renovada, poderosa, auténtica y amorosa dentro de todo/as nosotro/as.