El placer de matar mujeres .

**Ojo por ojo.

/Álvaro Cueva /

Esta columna no es para Andrés Manuel López Obrador, para Claudia Sheinbaum o para Samuel García. Es para usted que, como yo, vive en México.

Quiero que me ayude a entender en qué momento nos convertimos en asesinos de mujeres.

Lo digo así porque es muy fácil decir “todos somos Debanhi”, “todo somos Luz Raquel”, “todos somos Margarita”. Hasta se ve bien, uno como que se siente importante, superior.

No. Todos somos la gente que las atacó. Todos somos la gente que las torturó. Todos somos la gente que las mató. ¡Todos!

Porque esas personas no salieron de Morena, del PRI, del PAN, de Movimiento Ciudadano o de alguna instancia de gobierno. Salieron de hogares mexicanos como el suyo y como el mío.

Dígalo: “¡Yo la ataqué!” “¡Yo la violé!” “¡Yo la estrangulé!” “¡Yo la tiré a la cisterna!” “¡Yo la amenacé!” “¡Yo le aventé el combustible!” “¡Yo la quemé hasta verla morir!”

Pero dígalo de verdad, en voz alta, con orgullo. ¿Cómo se siente?

Y no, no me salga con el viejo truco de “yo no hice nada” o “yo no soy así” porque todos somos México y así como nos encanta colgarnos del éxito de nuestros atletas y de nuestros artistas, también nos tenemos que colgar de la maldad de nuestros feminicidas.

¿Cómo fue que llegamos a esto? ¿Quién les dijo a los hombres de nuestra nación que a las mujeres se les podían hacer todas las barbaridades de las que nos hemos estado enterando?

Esto no pudo haber comenzado por generación espontánea. Aquí debe haber antecedentes: padres, madres, maestros, sacerdotes, empresarios.

¿Qué placer se puede sentir al insultar, golpear, violar y asesinar a una mujer? ¿En verdad se siente rico? ¿Hay orgasmo? ¿Cómo? ¿Dónde? ¿En qué parte del cuerpo?

¿Con qué cara regresan esas personas a su casa? ¿Cómo pueden volver a ver a los ojos a sus mamás, a sus esposas y a sus hijas? ¿No experimentan algo parecido a la culpa?

Quién les enseñó a desgraciarle la vida a las mujeres desfigurándolas con ácido? ¿Quién les dijo que quemar viva a una mujer era una opción? ¿Dónde aprendieron esas cosas tan horribles?

¿En los medios? ¿En las redes? ¿En los videojuegos? ¿Por qué aprendieron eso y no otras cosas? En los medios, en las redes y en los videojuegos también hay cosas buenas. ¿Por qué sólo aprendieron las malas?

¿Qué pasa por el alma de estas personas cuando destapan las botellas de combustible? ¿Qué sienten cuando encienden los cerillos? ¿Qué ocurre cuando escuchan los gritos? ¿Qué efecto les produce el olor de esa carne achicharrada?

¿Qué tanto odio se le puede tener a alguien más como para siquiera imaginar en perjudicarla de esa manera? ¿Qué problema puede ser tan tremendo como para justificar un acto así?

Todos tenemos cualquier cantidad de broncas, pero no vamos por la vida asesinando mujeres para arreglarlas. No existe nada que justifique la violencia. Nada. Esto que estamos viendo, esto que estamos viviendo, es enfermo, aberrante.

Pero para cosas aberrantes, las imágenes que acompañan estas historias. ¿Qué puede decir uno cuando mira que van a quemar viva a una mujer y que, entre los atacantes, hay mujeres? ¡Qué!

¿No se supone que las mujeres se quieren mucho y que se apoyan? ¿Y la sororidad? ¿Dónde comienza y dónde acaba? ¿Por qué acaba?

¿Ahora entiende cuando le digo que nosotros también somos el problema?

No dije parte del problema. Dije el problema. Esto no nace de “arriba”. Nace de nosotros.

En efecto, nuestras autoridades pueden ser las peores y aunque se compongan, aunque lancen líneas telefónicas especializadas y aunque inviertan millones de pesos en lo que usted quiera, guste y mande, si nosotros no tomamos cartas en el asunto, esto no se va a componer jamás. ¡Jamás!

Hay un punto en que echarle la culpa al gobierno en turno de todas nuestras desgracias deja de ser cómodo, en que deja de ser divertido.

¿Qué vamos a hacer como sociedad para dejar de ser asesinos de mujeres? ¿Qué vamos a hacer como hombres, como mujeres, como padres, como hijos, como trabajadores y como estudiantes? ¡Qué!

Porque algo tenemos que hacer y no, no es sólo porque se vaya a poner peor o porque tarde o temprano nos vaya a tocar a usted o a mí.

Es porque somos humanos, porque somos mexicanos y estas monstruosidades no le corresponden ni a la humanidad ni a la mexicanidad.

¿O usted qué opina? ¿Nos vamos a poner a discutir también sobre esto en lugar de hacer algo?

Álvaro Cueva

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