*Hay que abrirle paso a la política de fórmulas efectivas. Del lado de las acciones concretas.
Por: Mauricio Cárdenas Santamaría.
No se les ha prestado suficiente atención a tres problemas que, en mi opinión, están detrás del estallido social que tiene el país paralizado. Si no los abordamos de manera efectiva, mucho me temo que no volveremos a la añorada estabilidad.
El primer problema tiene que ver con la clase media. Producto de la pandemia, 2,1 millones de personas que se habían consolidado en este grupo –y lo que eso significa en términos de calidad de vida y aspiraciones– dieron marcha atrás y volvieron a la vulnerabilidad o pobreza.
El segundo problema es que otro grupo de personas –2,7 millones, para ser exactos– que eran pobres o vulnerables antes de la pandemia ahora están en condición de indigencia, que es una situación aún peor: no tienen ingresos suficientes para consumir la mínima cantidad de alimentos y evitar la desnutrición.
El primer grupo siente frustración y desengaño. El segundo, desespero e ira. Y los dos se han encontrado en las calles de Colombia.
Un tercer problema tiene que ver con la situación de las mujeres. Si antes de la pandemia había 100 mujeres trabajando, ahora solo hay 85. Por cada 100 hombres ocupados antes de la pandemia ahora hay 94, pero con trabajos de menor calidad. Aunque hay una tarea por hacer para todos los trabajadores, en especial en los empleos formales, es claro que la situación es mucho más apremiante para las mujeres.
Las mujeres no han podido trabajar porque se han tenido que quedar en el hogar realizando labores de cuidado sin remuneración, y porque los sectores donde trabajan están postrados y no han vuelto a contratar mano de obra. Si sumamos a esto el agravamiento de la violencia intrafamiliar, no es exagerado decir que la situación de las mujeres es dramática.
Estos tres problemas se han amplificado en el caso de la población de entre 14 y 28 años: 27 de cada 100 no están haciendo nada, pues no tienen empleo ni recursos suficientes para pagar una matrícula.
Es evidente que la falta de ingresos laborales explica buena parte de lo que está pasando. El Gobierno puede ofrecer ayudas institucionales en dinero, pero nunca serán suficientes para compensar lo que se pierde al dejar de trabajar. El año pasado, los ingresos del 20 % más pobre de la población en ciudades como Bogotá o Cali se redujeron a la mitad, no obstante las ayudas. La única solución duradera es el empleo.
Hay quienes están tratando de convertir esto en un problema ideológico porque consideran que así pueden cosechar votos más fácilmente. Unos, a la derecha, ven el estallido social como resultado de los acuerdos de paz. Otros, a la izquierda, los consideran una expresión de la lucha de clases. Ni lo uno, ni lo otro. Mientras nuestra clase política siga enfrascada en esa polarización, los jóvenes tendrán toda la razón para pensar que el sistema no les ofrece soluciones. Los jóvenes necesitan oportunidades para despejar su futuro, no políticos interesados en mantener vivas las heridas del pasado, que de nada sirven para resolver los problemas del aquí y ahora.
Los empresarios, pequeños y grandes, tienen mucha incertidumbre y no ven las condiciones para generar empleo. Han puesto muchos proyectos en suspenso hasta que el país se enrute. Son los primeros en decir que hay que renovar el liderazgo político, dejando atrás la polarización.
Un nuevo liderazgo tendrá que ocuparse de reducir la cantidad de impuestos y contribuciones que se deben pagar sobre los salarios. Es imperativo reducir estas cargas e incluso otorgar subsidios para contratar trabajadores, especialmente jóvenes y mujeres. El Programa de Apoyo al Empleo Formal es el instrumento adecuado. Llegó la hora de ponerlo al servicio de la creación de empleos nuevos en la pospandemia.
Hay que abrirle paso a la política de fórmulas efectivas. Del lado de las instituciones, ideas y acciones concretas. Y del de los manifestantes, un compromiso para movilizarse en paz y cesar los bloqueos.
Si dejamos de poner el foco en los acuerdos de paz o en la lucha de clases, a lo mejor seremos capaces de encontrar las salidas. Y en ese momento los jóvenes podrán pensar que el sistema político sí funciona.
Fuente El Tiempo.