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/ Yamiri Rodríguez Madrid /
La Feria Internacional del Libro Universitario (FILU) de este año en la Universidad Veracruzana (UV) pasó sin pena ni gloria, como la gran mayoría de las cosas que, en casi cuatro años, ha hecho el rector Martín Aguilar.
Tristemente fue una edición deslucida. Un evento que, durante años, fue orgullo de la vida cultural y universitaria de Xalapa, convertido hoy en una sombra de sí mismo. La FILU 2025 no sólo decepcionó en contenidos, sino que reflejó con crudeza el estado general de la Universidad bajo el rectorado de Aguilar Sánchez: opaco, apático y cada vez más desconectado de su comunidad.
La Universidad Veracruzana, alma mater de generaciones y referente nacional, parece hoy sumida en una peligrosa parálisis institucional. A la pasividad del rector, se suma la sospechosa tibieza de la Junta de Gobierno, cuyo proceder respecto a la sucesión rectoral ha encendido las alarmas incluso entre los exrectores de esta casa de estudios.
La carta pública firmada por Víctor Arredondo, Raúl Arias Lovillo y Sara Ladrón de Guevara no es menor. Es una advertencia seria y fundada de que las reglas están siendo dobladas, pues interpretar la normativa institucional no es atribución de la Junta de Gobierno. Pero en tiempos grises, los silencios también gobiernan.
Bajo su mandato, la UV ha perdido presencia, dinamismo y, sobre todo, liderazgo. La FILU 2025 fue el símbolo perfecto: sin un tema relevante, con escases de invitados de talla internacional, sin debate, sin brillo. Si la FILU es termómetro del alma universitaria, el diagnóstico es grave.
La comunidad universitaria merece más que la apatía institucionalizada. Merece un rector o rectora que hable, que escuche, que defienda la autonomía sin ambigüedades. Y que una feria del libro no es un gasto más, sino una oportunidad para construir ciudadanía, pensamiento crítico y orgullo universitario.
En contraste, lo que deja Martín Aguilar es una universidad que parece moverse por inercia, con autoridades más preocupadas por conservar el cargo que por ejercerlo con valentía. Un final de rectorado sin entusiasmo, sin proyecto, sin legado…aunque él se aferre.
Mientras la Junta de Gobierno continúa sin emitir convocatoria y la Universidad vive a la espera, los exrectores han puesto el dedo en la llaga: no se puede jugar con la legalidad ni con la confianza de una comunidad que ha sostenido a esta institución durante décadas.
La Universidad Veracruzana necesita recuperar su pulso. Y para eso, primero debe sacudirse el letargo.
@YamiriRodriguez
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