El rey y la reina .

/ Guadalupe Loaeza /

No hay duda que la coronación de Charles III (tercera edad) y de Camila como reina “a secas” (su cutis, su pelo, y aparentemente, su carácter) y no como reina consorte, ha despertado muchas especulaciones, en mi caso son más las negativas.

Cuando el príncipe Carlos y Camila se conocieron, ella sostenía una relación amorosa con Andrew Parker-Bowles, un “play boy” muy seductor. Camila, recién salida de un colegio de monjas en Suiza, cayó en sus brazos. Curiosamente, en esa época, el príncipe Carlos y Camila se conocieron fortuitamente. Dicen que fue un flechazo, especialmente por parte del príncipe de Gales, quien en lugar de decirle pleased to meet you, le dijo: “Mi bisabuela tuvo un affaire con tu tatarabuelo -el rey Eduardo VII-, ¿Qué te parece?”, le preguntó con cierta timidez.

Queremos suponer que, a partir de ese momento, los dos establecieron una alianza de complicidad, misma que se fue consolidando más adelante cuando los dos ya estaban casados, cada uno por su lado; es decir que, entre Charles y Camila, se convirtieron en adúlteros automáticamente. Incluso, tiempo después, la entonces princesa Diana lo da a conocer en la legendaria entrevista que le hiciera la BBC el 20 de noviembre de 1995. We were three of us in this marriage… (Eramos tres en este matrimonio…)

Incluso, 25 años mas tarde, la BBC tuvo que disculparse con la familia real por haber engañado a Lady Di y haber grabado la entrevista para hacerla pública. Es obvio que, de todo este sainete, estaba enterada Camila. Por eso y por todo el sufrimiento que pasó Lady Di, millones de ingleses la odiaban, no solo a ella, sino también a Charles. Dos años antes, en 1993, él también había sido grabado en una conversación íntima con Camila, en la cual le pregunta en qué le gustaría convertirse si en unos calzones o qué: “Oh, Dios, no lo quiera, en un tampón…”.

La revelación, publicada en la prensa, escandalizó y asqueó a todo el mundo. Mientras Charles y Camila se reían a carcajadas de sus ocurrencias y se encontraban físicamente con frecuencia, Diana padecía la peor de las depresiones, soledades y desórdenes alimentarios. De allí que, durante muchos años, Camila era como la villana, la bruja del cuento, la madrastra mala y la culpable del fin del matrimonio entre Charles y Lady Di, especialmente frente a sus dos hijos, William y Henry, quienes al parecer ya admitieron la realidad. Aunque pienso que ambos tendrán que sobrevivir con muchas cicatrices, algunas abiertas todavía.

Como la vida da muchas vueltas, ahora resulta que “Lady Boss” (La Jefa), como la llaman, quien fuera tan tóxica y repudiada por todo el mundo, es reina y un 48% de los británicos la aceptan gracias a su estoicismo y a que la reina Isabel expresara a raíz de su Jubileo de Platino, en febrero de 2022, “su deseo sincero”, para que su nuera Camila se convirtiera en la reina consorte. Claro, la reina Isabel nunca aceptó a Diana, al contrario, le estorbaba porque eclipsaba no nada más a su hijo, sino a toda la familia.

Qué envidia le tenían y qué manera tan cruel de manifestárselo a la menor provocación. Allí están las consecuencias. Harry, el menor de los hermanos, publicó un libro titulado “Spare” (En la sombra), donde hace una radiografía de la familia Windsor, con todas sus sombras y pocas luces. Igualmente se refiere al racismo contra su mujer Megan y a las injusticias que padeció su madre.

Asimismo describe a su madrastra como “villana”, “peligrosa” y capaz de sacrificarlo a él “en el altar” por su “estrategia para ganarse a los medios británicos”. Es evidente que la relación con su padre, ahora el rey, es muy difícil. ¿Cómo no guardarle rencor? Mismo que ahora padece la relación entre los hermanos.

“Todo se paga en la vida”, decía doña Lola. ¿De qué manera la pagarán Charles III y Camila ahora que ambos ya han sido coronados por todos los rompimientos que provocaron en sus respectivas familias? Con el rencor, desencuentros y largos silencios de sus hijos, con los libros de sus escándalos que faltan por ser escritos, por las series con más verdades que faltan por describir y por un deterioro mental. Finalmente, al pasar el tiempo, Charles y Camila tendrán que habitar con los fantasmas que ellos mismos crearon.

Como diría Shakespeare: “El destino es el que baraja, pero nosotros somos los que jugamos”.

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