20/06/2022/ El confinamiento por la pandemia de COVID-19 agudizó la crisis de las tareas del cuidado y, por tanto, acrecentó la carga de trabajo de las mujeres, lo que impactó negativamente en su salud física y emocional, además de que la feminización tan naturalizada de esta labor dificulta la posibilidad de compartir de manera equitativa dicha responsabilidad, advirtió la doctora Elvia Espinosa Infante.
Durante su participación en la Mesa 2 del Seminario internacional La crisis de la reproducción social, la investigadora del Departamento de Administración en la Unidad Azcapotzalco de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) señaló que la labor doméstica del hogar propio o de familiares no es remunerado ni reconocido como trabajo, y el que se realiza por un salario suele estar muy poco valorado en el ámbito social, mal pagado y sin prestaciones ni seguridad.
Desde los estudios feministas el término cuidados es polisémico; su problematización inició en las ciencias socioeconómicas, que fue cuando se le denominó como trabajo doméstico, pero se ha cambiado a labor de cuidados, por sus connotaciones; lo cierto es que estas tareas han sido efectuadas en su mayoría por mujeres.
La académica aseveró que los cuidados no deben tener una carga de rol de género y que debieran ser considerados como profesión bien pagada y con reconocimiento social. “Es impostergable un cambio en la cultura que incorpore nuevos valores sobre los roles desde la infancia”.
La profesora distinguida de Sociología en el Graduate Center, City University of New York, Ruth Milkman, habló sobre la estratificación entre las empleadas de cuidados en Estados Unidos, y denunció que los salarios suelen ser precarios, tanto de quienes llevan a cabo tareas de cuidado de las personas –como las au pair o ‘nanas’– como de quienes hacen las de limpieza.
Estas labores son dominadas por mujeres de color e inmigrantes, aunque las estadounidenses suelen tener mejor trato. Existen también agencias que fungen como intermediarias para colocar este tipo de personal en los hogares y, en esos casos, sus derechos están un poco más controlados.
Anteriormente, estaban excluidas de la legislación que establece los derechos laborales, no podían sindicalizarse y carecían de seguridad social, pero ahora se han creado reformas para garantizar al menos el salario mínimo y el pago de horas extra. Sin embargo, este es un modo de empleo que sigue muy poco regulado, lo que trae consigo vulnerabilidad y abuso en sus diferentes formas.
En Colombia, las encuestas demográficas consideran el trabajo informal a partir de la no afiliación a pensiones, que marca la diferencia central respecto de prestaciones laborales y seguridad social, reveló el profesor asociado del Centro Interdisciplinario de Estudios sobre Desarrollo de la Universidad de los Andes, Javier A. Pineda.
La crisis de la pandemia por COVID-19 ha exacerbado la inequidad e injusticia de género, en especial por la necesidad de cuidados que recae sobre todo en las mujeres; atenciones en la enfermedad, de infantes y de adultos mayores.
Hay dos sujetos históricos del cuidado en los hogares: las trabajadoras del servicio doméstico y las amas de casa, es decir, una labor informal remunerada y las faenas obligatorias del hogar.
En los años 80 del siglo pasado se preveía que los empleos domésticos remunerados desaparecerían en Colombia; en la actualidad la cifra de esta ocupación es de seis por ciento y persiste por la existencia de la migración del campo a las ciudades y por el desplazamiento forzado debido a movimientos armados.
La definición del campo de los cuidados es muy importante para establecer políticas públicas, en el caso de la infancia tiene su propia normatividad y actores con sus tradiciones y conocimiento, por ejemplo, en el tema de la salud. Si se observa a los empleados informales se infiere que en su mayoría son personas no calificadas, es decir, que tienen un nivel de educación mínimo.
Las estadísticas oficiales en Turquía mostraron que entre 2019 y 2020 cerca de un millón de mujeres se retiró de la fuerza de trabajo, en contraposición a unos 400 mil varones que también lo hicieron, afirmó Ipek Ikkaracan, profesora de Economía en la Universidad Técnica de Estambul.
Su investigación se centró en el impacto de la pandemia en el trabajo remunerado, considerando los ingresos familiares, las estadísticas demográficas y nivel educativo, entre otros factores.
En sus resultados pudo establecer que hubo un incremento sustancial de la faena no pagada tanto en mujeres como en varones, pero la brecha de género se amplió. La carga laboral para ellas se intensificó, mientras que para ellos se redujo ligeramente y sus condiciones de trabajo, en general, fueron más flexibles.
Los dos partidos de oposición de izquierda y derecha en Turquía han integrado programas sobre servicios de cuidado, de cara a las próximas elecciones en 2023; además, se creó una comisión parlamentaria para promover políticas públicas que busquen el equilibrio entre la vida laboral y la del hogar, con perspectiva de género.
El Seminario internacional La crisis de la reproducción social fue organizado por el Departamento de Estudios Institucionales de la Unidad Cuajimalpa de la Casa abierta al tiempo.