El viacrucis de una mujer con cáncer

SOBREMESA

Lourdes Mendoza

El 4 de febrero se conmemora el Día Mundial contra el Cáncer y mientras en los países integrantes de la OMS se sigue avanzando con iniciativas para combatir esta terrible enfermedad, en México seguimos dando palos de ciego y para muestra un botón:

Desde 2019, ante la desaparición del Seguro Popular, porque la 4T decía que no era ni seguro ni popular, el desabasto de medicamentos oncológicos para infantes y mujeres sigue siendo un problema cotidiano y, si no, pregúntenles a los padres de familia que batallan día con día para conseguir las medicinas.

Unos dicen que porque el sustituto del Seguro Popular, el Insabi, simplemente no ha terminado de arrancar y otros dicen que es culpa de la pandemia; pero mientras son peras o manzanas, al menos 161 pacientes con cáncer ya no pudieron recibir su tratamiento en el Centro Oncológico ISSEMYM: 124 mujeres con cáncer de mama y 37 con cáncer cervicouterino, a pesar de que se les envió a otros hospitales de la CDMX.

LAS HISTORIAS SE CUENTAN A MANOS LLENAS…

“Fucam no solamente me salvó la vida sino también a mi mamá”, dice Elisa Estrada, paciente de cáncer de mama, quien ve en la desaparición de apoyos por parte de la 4T a esta fundación un riesgo, pues advierte: el cáncer no espera, y uno o dos meses de retraso hacen la diferencia entre vivir o morir”.

Al cumplir 23 años esta joven madre soltera detectó un pequeño bulto en uno de sus pechos, lo que llevó a un vaivén entre hospitales y diagnósticos errados que terminaron por aplazar un tiempo de atención valioso.

Desde el Incan hasta el Hospital General, los médicos le aseguraron que no tenía nada. En el IMSS ni siquiera la recibieron, pues le asignaron una cita cinco meses después y sólo para valoración.

Elisa siguió con su vida normal hasta 2019 cuando la tienen que operar de un quiste sangrante en el ovario y, a partir de ahí, lo que empezó como una bolita creció hasta alarmarla. Un ginecólogo particular la atendió y le dijo que probablemente tuviera cáncer.

Para atenderse fue a una clínica regional del ISSSTE, de la cual era derechohabiente gracias a su trabajo en censos económicos del INEGI. Empero, con todo y estudios en mano, el diagnóstico de nuevo es incorrecto.

“Me dijeron que no tenía nada, que era una bolita de grasa, pero que con anestesia local me la iba a sacar”.

A su llegada a Fucam, en agosto de 2019, sin perder tiempo Elisa recibió la atención y diagnóstico que buscaba desde hacía meses.

Así pues y para acceder al Seguro Popular y recibir atención decidió dejar su trabajo en el INEGI.

“Obviamente los primeros estudios yo los pagué, pero ya para las quimioterapias ya no era necesario de que yo pagara. Mi tumor ya estaba en una etapa avanzada, estaba en una etapa entre C y estaba muy cerca de hacer metástasis, ya tenía afectados ganglios axilares y ganglios debajo de las costillas”, precisa.

Con quimios, una operación y radioterapias por delante, la incertidumbre llegó en febrero de 2020 cuando al acudir a una de sus sesiones, ella y otras pacientes fueron notificadas que el servicio gratuito en la Fucam llegaba a su fin debido a la falta de acuerdos y apoyos del gobierno de AMLO.

“He llegado a gastar al mes cerca de 30 mil pesos entre estudios, consultas y medicamentos”.

Con una pequeña de 5 años a su cargo y con sus padres como único apoyo, la perspectiva de hacer frente a un tratamiento de 17 dosis de trastuzumab, que cuesta 30 mil pesos por aplicación, se aventuraba más que incierta.

La perspectiva de dejar la fundación por un hospital federal no es una opción, me dice, pues en los hospitales federales donde me pueden atender el cáncer atienden Covid.

“Al gobierno de AMLO le pido que no vean enemigos en instituciones como la Fucam, sino como aliados y busquen la forma de trabajar en conjunto por el bien de todos. No sólo se manejan costos accesibles, sino cuenta con instalaciones y personal de primer nivel, que brindan al paciente y su familia incluso apoyo psicológico y tanatológico para enfrentar la enfermedad”.

YO NO SOY UN SENO

Marisol Peniche llegó al Fucam el 6 de marzo de 2019, meses después de que comenzara a crecer la sospecha de cáncer, por una bolita que su esposo detectó en un seno. Ella es otro ejemplo de idas y venidas entre consultorios privados incosteables y hospitales públicos que no atinaron a interpretar correctamente y a tiempo los estudios.

En la fundación, Marisol fue diagnosticada con cáncer tipo dos y para mayo de ese año su mama izquierda le fue removida por completo. La metástasis alcanzó la órbita de su ojo izquierdo, por lo que tuvo que ser sometida a un tratamiento consistente en la administración del fármaco tamoxifeno y a la espera de que la enfermedad no avance.

En agosto de 2020 le informaron, como a muchas otras, que Fucam no podrá seguir atendiéndoles a través de los subsidios que las amparaba con el Seguro Popular. Y, aunque ahora cotiza con el precio más bajo que maneja la fundación, reconoce que hay veces que de plano no le alcanza.

Para ella, su motivación principal son su esposo y su hijo de 12 años, a quien quiere seguir viendo crecer: “Al final de cuentas yo no soy un seno, ¿no? Soy más que eso y un seno no me define”, asegura.

Para Marisol fue un gran error quitar el Seguro Popular porque, afirma, las instituciones públicas no se dan abasto con las pacientes, pues dan citas tardías o diagnósticos tardíos que terminan en “mortalidad grande para muchas mujeres”.