El violador eres tú.

Cantan en protesta

Por: Emiliano Ruiz Parra

ElVioladorEresTú dice la consigna que la tarde del viernes 29 del noviembre cientos de miles de mujeres corearon en el mundo.

En el mundo donde Pablo Neruda confesó en sus memorias haber violado a una indígena en Sri Lanka.

Donde Mahatma Gandhi dormía con niñas desnudas para poner a prueba, cada noche, su castidad.

Esos son nuestros poetas del amor y nuestros héroes de la paz.

Un mundo que repudia a las mujeres. “Eres una nena”, aprendí a decir cuando era niño para insultar a otro niño.

Un mundo en donde los hombres aprendemos que cantar, consolar, arrullar, cuidar y jugar con niños y niñas es una labor de mujeres. O de hombres afeminados. O mejor aun, de esclavas de piel oscura.

El violador eres tú, coreaba el contingente, y apuntaba a los palacios del poder: el presidente, el juez, Dios y sus pastores. Violadores.

(Y el que pasa por la calle, y el marido, el profesor, tu papá, tu abuelo, el patrón: un violador en tu camino…)

Un mundo que se calienta porque devora petróleo; que recluta a millones de niños como soldados, que mantiene a la mitad de la población debajo de la línea de la pobreza.

Y que se basa en el trabajo gratuito, invisible, interminable, de las mujeres que crían a los niños y cuidan sus hogares.

Una civilización construida por nosotros, los hombres.

“A la prima se le arrima”, me enseñaron mis primos.

“Carne de gata, buena y barata”, me dijeron después los amigos.

(La violación es tan poética. Qué arte de ingenio y rimas sonoras).

La violación, dice Rita Segato, siempre es un acto moralizante. Una lección. Un castigo para las mujeres.

Pero qué tal esta otra: “verga violadora a la licuadora”, gritan miles de mujeres en las calles.

Dice el canciller: yo soy feminista. Y añade: mujeres, no pinten los monumentos, ¿no se dan cuenta de que quedan mal?

(¿Habrá algún mejor ejemplo del mansplaining?)

Y acto seguido enseña una foto del monumento pulcro: ni una huella de las consignas. El Estado borra, higieniza.

Monumentos que retratan a hombres. Benito Juárez y sus símbolos de hombres: corbata de moño, leones. El indígena que venció a los franceses. Sí, y también a los indios al imponerles el Estado-nación moderno.

Responden las mujeres: que ardan los monumentos, que ardan las ciudades: el violador eres tú (y ese día mataron a 10 mujeres más).

Nuestra civilización se desmorona. La civilización de los hombres. La del hombre que es lobo del hombre. Mankind. La nuestra.

Y he aquí lo mejor que nos ha pasado: en medio de la tristeza generalizada, de la precarización de la vida, de saber que seremos viejos pobres y hambrientos, en medio de esa muerte cotidiana, la rebeldía de las mujeres.

En las calles. En las pantallas. Volteando el mundo de cabeza. Un mundo vivo. Como en 1994 cuando los indígenas de Chiapas cimbraron al mundo. Siento lo mismo ahora: la certeza de que nada será igual, no puede ser igual, no podemos ser iguales. De que ayer era imposible y hoy está ocurriendo.

Ojalá que estemos a la altura.

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