El violador sí eres tú .

** Rompe-cabezas .

/ Kimberly Armengol /

Recuerdo cuando explotó el #MeToo y (muchas) tuvimos un golpe de realidad al entender las ocasiones en que fuimos acosadas o —hasta— abusadas.

En lo personal, padecí un evidente acoso e intentona de abuso de un impresentable que acumula decenas de acu­saciones y denuncias formales. En aquel entonces no creí que me hubiese salvado de un intento de abuso sexual. Sólo pensé que el personajito en cuestión (con un ego desbordado) se sentía irresistible y estaba brutalmente confundido. No me vi como víctima ni a él como victimario.

VIOLENCIA MEDIÁTICA

Así como el #MeToo visibilizó el acoso y el abuso, es urgente poner sobre la mesa la violencia mediática.

Quienes nos encontramos del lado de la di­fusión tenemos que dejar de normalizar la vio­lencia de género. En la mayoría de los casos, sin ninguna intención y como simple bagaje cultural, desde los medios volvemos a violentar sin cesar a las mujeres.

En lugar de perder el tiempo y la discusión entre absurdos de ellas, ellos y elles, debemos replantearnos la cobertura mediática de la violencia.

Y LA CULPA NO ERA MÍA NI DÓNDE ANDABA NI CÓMO VESTÍA

¿Cuándo desde los medios de comunicación re­victimizamos a la mujer? Cuando difundimos su identidad o los detalles del feminicidio o crimen, cuando exhibimos aspectos de la vida privada, cuando cues­tionamos si iba sola o acompañada o si consumió alcohol o estupefacientes.

El caso de Debahni es un claro ejemplo de ello: se difun­dió su identidad, sus actividades, se cuestionó ¿qué hacía o a dónde iba? Y hasta se publicaron temas familiares de la vícti­ma que nada tienen que ver con el delito que se investigaba.

Este tipo de “información” genera, en ciertos sectores de la opinión pública, la errónea visión de que la víctima se expuso a lo que ocurrió, que de alguna manera se lo buscó. Eso es violencia mediática. En el caso de homicidios o delitos co­metidos contra hombres no existe esta búsqueda incesante ni linchamiento público contra la víctima.

Y sí, mea culpa.

¿PORNOVENGANZA?

Hace unas semanas, en una charla con Olimpia Coral Melo, activista y promotora de la Ley Olimpia, me explicaba cómo el término pornovenganza revictimiza. La difusión ilegal de material íntimo no es una pornovenganza, no hay nada de pornográfico ni fue la intención de la víctima producir mate­rial audiovisual con esos fines y, tampoco, es una venganza; al nombrarlo así parecería que es consecuencia de algún acto de la agraviada. ¿Cómo siendo tan obvio no nos damos cuenta y vamos utilizando terminolo­gías tan ofensivas y violentas?

¿QUÉ HACEMOS?

Los comunicadores y periodistas venimos con cargas, prejuicios y con valoraciones de géne­ro. Se requiere adiestramiento y talleres para entender la violencia de género en los medios masivos de comunicación.

Del lado de la audiencia también se requiere educación e investigación, dejar de consumir publicaciones y —sobre todo— dejar de difun­dir en redes sociales información que atenta contra la dignidad de las víctimas.

POST SCRIPTUM

Este año, el promedio diario de homicidios es de 73 casos diarios. La cifra anualizada ya rebasa los 18 mil casos. Ello impacta en más de 1.5% del PIB.

En el caso de violencia de género es peor. A nivel mundial, 30% de las mujeres es víctima de violencia física, sexual o psicológica. En México, rebasa 70% de las mujeres.

En estados como Zacatecas, Estado de México o Guana­juato casi 90% de la población vive con miedo.

¿Será que somos nosotros quienes necesitamos un plan pacificador? ¡Tantita autocrítica!

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