25 de noviembre: Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.
/ Raquel Schlosser /
La Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer emitida por la Asamblea General de la ONU en 1993, dice a la letra que “violencia contra la mujer es todo acto de violencia que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o sicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada.”
Tenemos dos semanas de activismo hasta el 10 de diciembre para la profunda reflexión en el Día Mundial de la Declaración de los Derechos Humanos.
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El rojo de la sangre de mujeres, niñas y bebés bañó el 7 de octubre al Estado de Israel cuando los terroristas de Hamás irrumpieron en sus hogares mientras dormían. Las violaron, mataron a las hijas e hijos frente a sus madres, asesinaron a madres frente a sus hijas, mutilaron sus cuerpos, sus senos, sus genitales. Las mancillaron frente a sus pequeños y los dejaron como testigos vivientes para secuestrarlos. Quemaron vivas/os bebés mientras sus familiares eran espectadores del crimen despiadado; aprehendieron como prisioneras a niñas que aún no sabían hablar y a lactantes, de quienes hasta hoy se desconoce su paradero o en qué condiciones se encuentran.
Lo paradójico es que el 4 de octubre, tres días antes del día más negro en la historia del Estado de Israel desde el Holocausto. El mismo día 7 había un concierto por la paz con miles de jóvenes asistentes que cantaban y bailaban. Los terroristas de Hamás irrumpieron en la frontera sur de Israel, en veinte comunidades, con un componente brutal de violencia sexual. Las imágenes fueron directas sin edición. Todos los medios de comunicación y las redes sociales las transmitieron.
Atacaron a las jóvenes del festival, las violaron tumultuariamente frente a sus parejas, otras fueron incautadas y llevadas a Gaza como rehenes. A su paso vieron cuerpos tirados y vejados de las compañeras. Hubo quienes se ocultaron entre las y los muertos y escucharon los gritos de jóvenes que eran ultrajadas. Algunas fueron aventadas en camionetas y exhibidas desnudas en la plaza de Gaza ante un público que vitoreaba esta barbarie mientras escupían al cuerpo muerto que pateaban. Fuero ultrajadas por una multitud que recibió a los asesinos y violadores como héroes con trofeos.
Las imágenes se divulgaron a través de los mismos profanadores y fraticidas, que estaban armados con tecnología de punta con el fin de difundirlas en vivo en las redes sociales: familias quemadas vivas, bebés decapitados, cuerpos amputados y desfigurados, seres irreconocibles atravesados por las balas; mujeres violadas, arrastradas, asesinadas, descuartizadas.
Mujeres de todas las edades
Los terroristas de Hamás proyectaron con premeditación iniciar una guerra con el Estado de Israel usando a las mujeres israelíes, las jóvenes, las niñas y bebés como botín. Son las grandes perdedoras y están invisibilizadas.
El testimonio de un terrorista que le llamó por celular a su familia quedó grabado intencionalmente y fue transmitido por video estando a un lado de los cuerpos de familias de civiles israelíes trepanados, para avisar que mató con sus manos a diez judíos. Se escuchó en la línea como fue honrado por su acto indigno: su madre y padre lo felicitaron por ser un asesino. La complicidad generacional del odio fue obscena.
Lastimaron a través del ataque intencionado a las mujeres y a las generaciones por venir:
¿Cómo sobrevive el alma de quienes fueron testigas de este salvajismo?
¿A cuántas mujeres, jóvenes y niñas les truncaron sus sueños?
¿En cuántos pedazos se rompe el corazón de padres, madres y amistades que se enteraron de las violaciones a través de las redes sociales de sus propias hijas?
¿Cómo se vive con las imágenes de los cuerpos fracturados por las violaciones?
¿Y embarazos no deseados, infecciones, enfermedades veneras….
Los terroristas, repito, se aseguraron, con una planificación calculada, el filmar en vivo las escenas y transmitirlas para hacerlas virales. Se hizo público con inmediatez y nadie, nadie puede negarlo.
El silencio de las Naciones Unidas es ensordecedor. Es una afonía peligrosa. Cuando se apalabró, fue para hablar de las consecuencias de la guerra y no del origen, una guerra que ha sido devastadoras para las mujeres palestinas. Todas las vidas cuentan y es terrible. El inicio de esta guerra Israel no buscó y no puede perderse el primer eslabón.
Las mujeres israelíes y sus familias fueron usadas como anzuelo para iniciar y perpetrar una guerra planeada con anticipación.
El no pronunciarse en voz alta, muy alta, en contra de esta injusticia de violencia de género , abre un cuestionamiento sobre los fundamentos morales porque dejaron fuera del mapa a las mujeres israelíes a los terroristas despiadados quienes infringieron daño y sufrimiento físico, sexual y sicológico, amenazaron, con coacción y privación arbitraria de la libertad, en lo público y en lo privado. Al no declararse abiertamente las instituciones internacionales, borran la frontera de la distinción entre quienes son las víctimas y quienes son los victimarios. Están solapando la violencia hacia las mujeres que con su mudez validan.
La maldad se nutre de la inacción y de la indiferencia. El silencio es la confabulación con los asesinos terroristas de Hamás. Han pasado casi dos meses después de la masacre y atentado a los derechos humanos de las mujeres, Aunque tarde, aún es tiempo de que las instituciones internacionales que velan por su seguridad regresen al corazón de su ética, de una moral y un sentido humanitario que hace iguales a las mujeres israelíes que sufren, a las demás mujeres del mundo por las que se lucha por sus derechos.
Somos parte de la historia y las decisiones que tomamos hoy van a incidir en los mañanas de muchas lunas.
Esperamos que se abra la conciencia que nos de esperanza para que las voces de madres, mujeres luchadoras de derechos humanos, de docentes, de profesionales de la salud mental que conocen la magnitud del impacto, organizaciones civiles que trabajan contra la violencia a las infancias y por derechos sexuales y reproductivos y otras, esperamos se sumen padres que quieren un mundo más seguro para sus hijas e hijos.
Y a las instituciones internacionales y grupos feministas, que alcen más alto su voz y condenen categóricamente un delito de lesa humanidad.
Fuente: © EnlaceJudío