En México, el derecho a la tierra para las mujeres no existe

25/10/2021/ Oaxaca.- En su hogar todo huele a hierbas que con delicadeza cultiva, especialmente la sábila y el árnica con los que ha creado tinturas y pomadas. Rosalva Fuentes Martínez es médica tradicional biniza’ (zapoteca) y defensora comunitaria en Unión Hidalgo, Oaxaca, donde construye su legado por la vida y el territorio.

En el marco del “Día Internacional de las Mujeres Rurales”, Rosalva -quien es maestra de profesión y apasionada de la medicina rural- señala que su vida es el territorio donde habita por eso lo defiende: “Aquí tengo mis plantas, aquí las cultivo y cosecho, todo esto soy yo, es mi vida”.

Datos oficiales del INEGI indican que las mujeres rurales constituyen casi una cuarta parte de la población femenina nacional. De 61.5 millones de mujeres, el 23% habitan en localidades rurales y el 75% de ellas son mayores de 12 años.

Su amor por las plantas comenzó desde que era niña cuando recorría las parcelas de su comunidad en donde admiraba sus aromas y colorido. Rosalva era inquieta y siempre preguntaba a sus abuelos y tíos para qué servían, así fue aprendiendo sobre la herbolaría local que en los últimos 20 años han sido su forma de vida.

A sus 62 años es una mujer llena de vitalidad. En el 2017, cuando supo que su territorio estaba amenazado por un megaproyecto eólico de la empresa Eólica de Francia se unió al comité de resistencia conformado por comuneros y personas de la sociedad civil.

¿Sí nosotros no defendemos la tierra, quién lo hará?, se pregunta todos los días Rosalva, que lamenta que en México, el derecho a la tierra para las mujeres no existe. “Todas deberíamos tener una parcela y cosechar” afirma.

De acuerdo con el Registro Agrario Nacional (RAN), 4.9 millones de personas poseen núcleos agrarios en México. El 26.3 por ciento están en manos de mujeres, lo que equivale a un millón 304 mil, el resto -3.6 millones- son de hombres.

Sin el afán de obtener ganancias millonarias y tampoco reconocimiento global, Rosalva hoy en día tiene su propia marca de productos a la que nombró Guié Stia’, nombre en zapoteco que en castellano significa “albahaca”, que se considera una planta mágica para curar diversos males.

Posee la patente de cuatro fórmulas de gel que ha desarrollado en las paredes de su hogar con la ayuda del conocimiento que obtiene de las capacitaciones constantes que recibe, algunas pagadas por su cuenta y otras de cursos gratuitos a la que la invitan.

“El gel de árnica, hemo y varices además de tinturas” constituyen su legado. La mayor parte de sus plantas las siembra y recolecta en el campo de su comunidad y otras las adquiere en la ciudad de México y en Oaxaca.

Las canas de su cabello y su tez blanca la distinguen, es una mujer agradecida con la vida y con orgullo explica que su mayor sueño es crear tinturas para cada sistema del cuerpo humano.

En marzo enfermó de coronavirus y los días de reposo la motivaron a crear nuevas tinturas que ayuden a mejorar el sistema respiratorio y digestivo.

“Pasar una semana en el hospital y dos en casa con oxígeno me hicieron pensar en nuevas fórmulas con plantas, entonces me puse a elaborar una tintura para la fibrosis y el asma y también pensé en una que pudiera ayudar al sistema digestivo, el otro cerebro que luego olvidamos que existe”, dijo.

Su familia es su fiel aliada. A ellos les ha heredado sus fórmulas para que las guarden como un tesoro y se siga reproduciendo de generación en generación, pues considera que la medicina local es un legado de los pueblos que no debe morir, al contrario, debe revolucionar y resistir ante los embates de las grandes farmacéuticas que todos los días invaden con sus anuncios “milagrosos” curativos.

Las mujeres siguen sin el derecho a la tierra

Usa la voz y su corazón para hablar con otras mujeres, para organizarlas, para decirles que el territorio debe cuidarse y protegerse. “Aquí nadie nos ha venido a decir qué hacer o por qué estamos defendiendo tanto lo nuestro”,explica la defensora comunitaria.

Rosalva recuerda que cuando se construyó el primer parque eólico de la empresa Desarrollos Eólicos Mexicanos (Demex) hace más de diez años se prometió el progreso social pero nunca llegó; al contrario, lo que hay es divisionismo social, criminalización, acoso y la privatización de la tierra, donde las mujeres no tienen voz.

En el Istmo de Tehuantepec el derecho a la tierra tiene un lente varonil, para las mujeres apenas es un porcentaje menor, al menos así aparece en el registro del padrón de comuneros de la comunidad agraria de Unión Hidalgo, Oaxaca, que es un anexo de los Bienes Comunales de Juchitán, en donde el 99 por ciento le pertenecen a los hombres y en su mayoría adultos mayores.

Al respecto, Rosalva explica que es justo lo que están haciendo, una revolución y renovación del padrón, para que sean las hijas y nietas de los comuneros las que hereden la posesión de la tierra y se conviertan en comuneras, pero el trámite ha sido burocrático señala, principalmente en el Tribunal Unitario Agrario de Tuxtepec, Oaxaca.

El Registro Agrario Nacional señala que en Oaxaca, el 28 por ciento de las mujeres poseen la tierra y la mayoría se ubica en la zona de los Valles Centrales y la zona de la Cuenca. En el Istmo los dueños son varones y lo han heredado a sus esposas al morir, pero en una cantidad menor.

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) reconoce que los derechos a la tierra, la propiedad y la vivienda son esenciales para la igualdad y el bienestar de las mujeres, pero a pesar de la importancia que estos derechos tienen para ellas y para los hogares que están a su cargo, las mujeres carecen aún de manera desproporcionada de seguridad en la tenencia de estos bienes.

Este organismo internacional resalta la desventajosa posición económica de las mujeres, que genera una dependencia estructural de los hombres en lo tocante al acceso a los recursos, lo que a su vez puede exponerlas a la inseguridad y la violencia.

Por la defensa del territorio, Rosalva señala que las mujeres defienden la tierra aunque no sea suya, y lo hacen por el amor a la tierra, a lo que les da la vida.

“Cómo no voy a defender mi territorio si de ahí obtengo mis plantas, y claro que hay amenaza pero somos cautelosas, luchar contra un francés, contra una megaempresa no es cualquier cosa, pero aquí andamos, ya cinco años de resistencia”.

Norma Cacho, experta en derechos colectivos y agrarios, reconoce que las mujeres tienen el poder de reconstruirse y que siempre han sido participativas en las luchas, sólo que ahora están más visibles y eso también las pone en riesgo.

“Las mujeres están defendiendo su tierra y territorio, y lo hacen desde la cocina por ejemplo en Unión Hidalgo o desde la medicina tradicional, pero también desde los libros, desde los escritos, y lo principal desde su voz, a pesar de que en ocasiones hay frustración ellas no se doblegan, al contrario se reconstruyen”.

Cacho precisa que el tema de la defensa de la tierra y territorio hay una lucha interna en las comunidades para que las mujeres participen, y aunque México ocupa uno de los cuatro países más peligrosos de Latinoamérica, ellas siguen alzando la voz y no lo hacen solas, lo hacen en grupo, en comunidad.

Sara Méndez, defensora y fundadora de Código DH A.C., recuerda que las mujeres siempre están “chambeando y en la movilización”, pero lo que hace falta es vivir en equidad y más conciencia social.

“Las mujeres por ser más visibles ahora sufren más abusos, desde violencia física hasta el feminicidio, por naturaleza, pero ahora se han metido a defender su tierra y territorio”.

De acuerdo con el informe 2020, del Centro Mexicano de Derechos Ambientales (Cemda), señaló que hay una ausencia del Estado en la protección a las mujeres. “El Estado mexicano no toma en cuenta las necesidades particulares de las mujeres, pueblos indígenas o personas en condición de pobreza y marginación que reivindica la defensa del Medio Ambiente”.

Este organismo reconoce que las mujeres defensoras del medio ambiente viven estigmatizadas, agredidas, acosadas y lo peor, en la impunidad.

Publicado originalmente en IstmoPress / Desinformemonos. 

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