Error de cálculo .

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/ Clara Scherer* /

Desde que se inició la lucha para que las mujeres fueran realmente votadas, 1953, las artimañas llevaron a crear una serie de mecanismos para lograrlo. No, no bastaban los méritos, las carreras políticas. Esta situación no era exclusiva de México, abarcaba a casi todo el mundo. Por eso, se inventaron las cuotas, luego la paridad.

Lo que habíamos calculado era que llegarían muchas con poco o ningún compromiso con la agenda de las mujeres o sin capacidades para el debate o con mucha inseguridad para alzar la voz. Pero, igual, llegarían mujeres curtidas en la lucha política, con un compromiso indeclinable, con la claridad de los innegociables, entre ellos, su propia dignidad.

Sorpresas te da la vida y nos las dio. Muchas han olvidado la lucha, muchas hasta desagradecidas, pues si tienen cargo ha sido por las que les creíamos. No somos las únicas desengañadas y, aunque sigamos debatiendo y buscando presionar para que se comprometan con la agenda, los resultados son desalentadores.

 

  • Aunque hay muchas luces fuera del país. Por ejemplo, las tres valientes encargadas de arbitrar en el mundial, el partido entre Costa Rica y Alemania. Ellas, hay que nombrarlas, la francesa Stéphanie Frappart junto a la brasileña Neuza Back y la mexicana Karen Díaz Medina. Las tres, demostrando firmeza, conocimiento, claridad y valor.

De risa las declaraciones del presidente del Comité de Árbitros: “De esta manera claramente enfatizamos que es la calidad lo que importa para nosotros y no el género”. Siempre dijimos que había mujeres capaces para cualquier puesto, lo que sucedía es que “el género” daba más puntos a cualquier hombre, aunque fuera, o sea, mucho menos capaz.

Brillantes, talentosas, jóvenes y simpáticas, la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, y la de Finlandia, Sanna Marin. Las dos han enfrentado la pandemia con éxito y sin titubeos. Así lo titularon en el portal El Mundo: Las dos mujeres que mejor luchan contra el coronavirus.

(https://www.elmundo.es/ciencia-y salud/salud/2020/04/13/5e948688fc6c83c32a8b45d7.html).

En los negocios, en el mundo empresarial, también hay garbanzas de a libra: la presidenta y directora ejecutiva de IBM, Ginni Rometty, o la directora ejecutiva de General Motors, Mary Barra. ¿Qué decir de Marillyn Hewson, presidenta y directora ejecutiva de Lockheed Martin, una compañía multinacional estadunidense de la industria aeroespacial y militar con recursos en tecnología avanzada y guerra global?

Aquí, nuestras diputadas y senadoras comparten el terror al contradecir al Presidente, pero debemos insistir en que NO es posible que callen ante flagrantes violaciones a las leyes, empezando por las que intentan debilitar al INE, terminando con las que han dejado a niñas y niños sin vacunas, sin escuelas de calidad, sin centros de desarrollo infantil.

Se puede ser fuerte, ganarse el respeto de los hombres, sean sus pares, sus empleados, sus arbitrados. ¿Por qué no se atreven a sostener sus convicciones? ¿No recuerdan que, a pesar de lo que les digan, la palabra y las ideas pueden cambiar el mundo? Keating en El club de los poetas muertos enseñó que “hay un momento para el valor y otro para la prudencia. Quien es inteligente, sabe distinguirlos”. Así, en Irán desapareció la policía moral.

Dicen del cantautor cubano, Piro, que “su canto es un abrazo al otro —que, en realidad, es uno mismo—. Y las teóricas dicen clarito que ese otro no debe mirarse desde el poder del desprecio, estigmatizarlo. Sugiere Rossana Reguillo repensar a ese otro, pues exige una representación legítima en el espacio público. De no hacerlo, lo único que resulta “es la voz monocorde de la dominación”.

Al ver la marcha del Presidente, la triste realidad huyó a paso veloz del Zócalo. Ya escuchaba el desprecio a los otros, ya contaba epítetos nefastos.

  • Columnista de Excelsior
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