Eruviel, síntoma de la batalla cultural perdida .

* Retrovisor.

/Ivonne Melgar/

En la apuesta por ganar lo que llaman “la batalla cultural”, Morena impulsa y en muchos casos logra imponer la caricaturización de la política.

Nos referimos a esa narrativa que pretende dividirnos en conservadores y afines al Presidente y su proyecto, entendido éste como sus actos y declaraciones. En esa ridiculización de los adversarios y críticos, la oposición es sinónimo de lo peor; particularmente la que puede disputarle el poder a Morena: PAN y PRI.

Por eso, no deja de ser significativo y en ocasiones grotesco observar el alto valor que la precandidata oficialista otorga a los fichajes panistas y priistas.

Aunque, a diferencia de la euforia que manifestó en octubre, con la suma del expanista Romel Pacheco, esta semana Claudia Sheinbaum actuó desdeñosa.

Al referirse al apoyo de los expriistas que este miércoles anunciaron la denominada Alianza Progresista, la exjefa de gobierno recurrió a la narrativa de la purificación. Sin un solo guiño de amabilidad para los nuevos chapulines, Sheinbaum aclaró que ellos no tenían cargos asegurados y que venían a su movimiento porque las cosas andaban muy mal en el frente opositor.

Y si bien las expresiones de la presidenciable morenista carecieron de emoción, el dirigente Mario Delgado y la propaganda partidista echaron las campanas al vuelo.

A juzgar por lo dicho en medios y en redes, el presidente López Obrador y la campaña de Sheinbaum vieron en los nuevos fichajes un indicador de anticipado triunfo.

Así que desde Morena celebraron la adhesión como una señal más de que ganarán las elecciones del 2024 y de que la precandidata Xóchitl Gálvez “se está desinflando”.

Se trató de una acción mediática ruidosa y simbólica. Aunque la única novedad fue el senador Eruviel Ávila y la promesa de que la Alianza pepenaría más priistas.

Porque la conversión del resto sucedió tiempo atrás: los senadores Carlos Ramírez Marín y Nuvia Mayorga votaron a favor de Morena desde octubre de 2022.

El exgobernador Alejandro Murat jugó para López Obrador desde 2018, junto con el PVEM, apuntalando a su secretario particular, el hoy senador Raúl Bolaños. Y el alcalde Adrián Rubalcava siempre estuvo con la jefa de Gobierno, desmarcándose de la oposición en los hechos y regresando a ésta para boicotearla.

Así que la única sorpresa –aun cuando trascendió que cambiaría de camiseta desde julio– fue Eruviel Ávila, el fichaje opositor más relevante de Sheinbaum hasta hoy.

La nula participación en la campaña mexiquense, siendo exgobernador, ubicó a Ávila junto a su sucesor, Alfredo del Mazo, en el plan de brazos caídos este 2023. Esos antecedentes nos obligan a preguntarnos ¿qué puede ofrecerle a Sheinbaum el otrora operador en un territorio ahora gobernado por Morena?

Si Eruviel renunció este año a hacer campaña priista en el municipio y en el estado donde fue un exitoso alcalde y gobernador, ¿cuáles son sus fortalezas electorales? La reacción mediática de un acto de campaña con el que Morena buscó golpear el ánimo de la oposición resultó costosa para la precandidata morenista.

Y es que aun cuando la narrativa del presidente López Obrador seduce a sus seguidores, el pasado del converso priista flotó por encima de los afanes purificadores, salpicando a la abanderada. Porque, una vez que Ávila se presentó como adepto de Sheinbaum, vino el recordatorio de sus críticas cuando en 2018 la consideró sin preparación para la Jefatura de Gobierno.

Los dichos del entonces vicecoordinador de la campaña de José Antonio Meade se viralizaron junto con sus actuales elogios a la morenista, subrayando el nivel que pueden alcanzar las maromas del chapulineo. En realidad, el salto de los políticos a otros partidos es una práctica generalizada y creciente en un tiempo en que dividirnos entre izquierdas y derechas es más un discurso.

Así que no debería escandalizarnos que cambien de idea ni de supuestos principios ni que pasen de la defenestración al besamanos. El tema con la supuesta Alianza Progresista es que son los promotores del discurso ideologizado y de la caricaturización de la política quienes ahora necesitan legitimarse con sus caricaturizados exadversarios.

Más allá del bochornoso momento que debió pasar Eruviel Ávila al grabar un video justificando que sus palabras de 2018 fueron a la ligera, porque no conocía bien a la doctora Sheinbaum, esta anécdota profundiza la duda de hasta dónde y hasta cuándo la campaña de la morenista será una calca de la que impulsó López Obrador. ¿En serio la puntera en las encuestas necesita del fichaje de personas de la oposición, como hace cinco años lo hizo el mandatario, a quien en la práctica se le considera como el jefe de campaña de la precandidata de la continuidad?

Porque ser abanderado de la oposición no es lo mismo que serlo del gobierno en turno. Asumiendo esa distinción, la precandidata del PAN, PRI y PRD, Xóchitl Gálvez, dobló la apuesta ante el abandono de los priistas señalando que “lo que se fue para allá fueron varios cientos de años de prisión por la corrupción de estos personajes; así es que no crean que se fueron convencidos, se fueron a buscar impunidad”.

Si bien la declaración de la abanderada opositora podría parecer temeraria, lo cierto es que con estos fichajes Sheinbaum contribuye a diluir la satanización del PRI, revalorando la marca.

Adicionalmente, el descuido de Morena sobre las denuncias que hizo el gobierno contra los personajes hoy purificados termina por trivializar la corrupción que prometió erradicar.

Y peor todavía: al darle tanta relevancia a sus caricaturizados adversarios, el proyecto gubernamental pierde la batalla cultural que nos presumía haber ganado.

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