ES TIEMPO DE… CAMBIAR EL ESLOGAN.

*

Estela Casados González /

Desde el año pasado, a propósito del periodo electoral que se avecinaba en aquel momento, se hizo popular la frase “Es tiempo de mujeres”. Hasta donde recuerdo, fue el equipo de campaña de la actual Presidenta de la República quien lo hizo circular. Sin duda, fue un eslogan que tuvo un impacto importante tanto para quienes se identificaron con lo trascendental que intentaba comunicar como para quienes lo escuchábamos con cierto escepticismo.De influencia mediática profunda, “Es tiempo de mujeres” ha enriquecido su significado a partir de fechas concretas: el 2 de junio de 2024, cuando Claudia Sheinbaum Pardo dio su discurso como virtual ganadora del proceso electoral y el 1 de octubre, como primera titular del poder ejecutivo. Por añadidura, en la toma de posesión agregó otra frase igual de inspiradora y controvertida: “Llegamos todas”.

En esta oportunidad no me detendré a reflexionar sobre las filias y fobias que han levantado estas frases, sino en su vaciamiento y desgaste. Prematuramente, un nuevo proceso electoral se ha instalado en Veracruz en lo que va de 2025. Nos percatamos de ello porque, de manera legítima, un buen número de mujeres que desean conseguir un lugar en el poder judicial, en las presidencias municipales e incluso de camino a la Rectoría de la Universidad Veracruzana, recurren a estos eslóganes.

Si bien la estrategia de marketing es válida, la falta de imaginación puede conducir al hartazgo y al desprecio. Llevamos más de un año escuchando que nuestro momento ha llegado, lo cual puede ser inspirador, pero también cansado y nos confronta con un día a día lleno de violencias e impunidad. La consolidación de los derechos de las mujeres (lamentablemente) es un proceso de larga duración que para su consolidación también debe enfrentar los reveses de una sociedad machista y de un sistema patriarcal que se reinventa a la menor provocación. Es cansino escuchar una y otra vez una frase que ya cumplió su tiempo y vida útil, pero que solo en labios de su emisora primaria puede aún prolongarse y tener sentido.

Otro elemento que juega en contra es el peligroso juego con el que se pretende acompañar a estos “mantras”: ahora todas somos feministas y todas defendemos a las mujeres. Tampoco se trata de aplicar el “feministómetro”, pero créanme: no se necesita ser feminista ni paladina de la justicia para que se reconozca nuestro legítimo derecho de postular a un cargo de elección popular o para que una Junta de Gobierno nos elija.

Celebro sinceramente aquellas trayectorias feministas que con probidad han labrado su quehacer y carrera poniendo su agenda al servicio de las mujeres, pero fastidia que el oportunismo salte a la menor provocación.

Bien sabemos que un buen marketing puede vendernos aún lo más nocivo, tan solo hay que ver el estado de salud que tiene la gente de este país. Pese a ello, resulta grosero observar a aspirantes con una lógica argumentativa y quehacer profesional antiderechos que asumen eslóganes que provienen de otra lógica que, por ejemplo, favorece políticas de despenalización del aborto. Iniciativas por las que en otros tiempos han votado en contra o que han descalificado vehementemente.

He de reconocer que estos tres elementos que pongo a consideración emanan de un hartazgo temprano, pero también del reconocimiento que tengo a las trayectorias de vida y de trabajo de mujeres por las que votaré en las próximas elecciones. Cierto es que ahora tenemos más funcionarias que pueden postular por encargos de elección popular y ello marca un hito histórico; pero, recordemos que cuerpo de mujer no garantiza que se trabaje a favor de los derechos y las vidas de las mujeres. Es justo aquí en donde debemos observar quién es quién, cuáles son las trayectorias y si hay coincidencia entre el hacer y decir. Los tiempos históricos no se construyen nomás a fuerza de decirlo.