Escribir sin por qué

Sin tacto.

Por Sergio González Levet.

En verdad que es difícil escribir en este espacio -que siempre ha tratado de autodefinirse como una columna política, con muy poco éxito en verdad- sin caer en el tema de las recientes elecciones o de la politiquería diaria que ha invadido los espacios de la comunicación… y del chisme en todo el ámbito nacional.
La Cuarta Transformación con su cauda de redentores sociales impreparados y rencorosos, ha conllevado una baja sensible en el nivel de la discusión política, y hemos pasado del terreno de las ideas al de las ocurrencias (recordemos a Octavio Paz).
También es muy difícil transitar en el terreno de la reflexión, de la razón pura, sin que se nos atraviese en el imaginario colectivo alguna de las provocadoras declaraciones del Presidente de la República en sus conferencias mañaneras o en algún acto público de fin de semana, arropado por sus fieles seguidores, lejos de sus adversarios.
Complicado en verdad intentar moverse dentro de los límites de la filosofía política sin mancharla con un comentario de sucesos cotidianos que afectan a los ciudadanos y/o a los gobiernos de los tres niveles.
¿Cómo navegar en el mar proceloso de las ideas inmateriales sin topar con una boya rampante de realidad vulgar y vulgarizada, aspiracional y aspiracionista?
¿Cómo permanecer en la torre de marfil inexpugnable de los imperativos categóricos de don Emmanuel sin caer en la tentación de echar siquiera una mirada al mundo que la circunda, con sus cantos de sirenas y sus tentadores atractivos?
¿Cómo mantenerse en el universo del discurso de la puntillosa seriedad de Antonio Gramsci y del positivista Norberto Bobbio, de las palabras luminosas de José Mujica, de los descubrimientos certeros de Noam Chomsky, sin que nos llamen la atención las vulgaridades de Gerardo Hernández Noroña, las corruptivas explicaciones de la Incándida Eréndira (y su esposo desalmado) o los acosos verbales de Félix Salgado Macedonio?
¿Cómo? Si la realidad está aquí enfrente de nosotros y nos urge a que respondamos, para que el mundo sea un poco menos malo: para que México sea el país signo y placentero que nos merecemos; para que la clase media no sucumba.
¿Cómo ser serios ante la falta de seriedad de las y los líderes del morenismo, que creen que llegaron para quedarse? De ese movimiento que siente que le deben tantos años de poder como los que tardó en llegar a él.
¿Cómo no verlos ni oírlos, si hacen tanto ruido?
¿Cómo ignorarlos si están haciendo daño a las instituciones?
¿Cómo?
¿Cómo, chingao?

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