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/ Verónica Malo Guzmán /
Los gringos le llaman: ‘going down with a loud bang’. ¿Estamos atestiguando el principio del fin de Estados Unidos tal y como lo conocemos? 80 años después del fin de la Segunda Guerra Mundial y de erigirse como la gran potencia mundial, de construir la ‘Pax Americana’ (llena de guerras, pero bueno), ¿habrá que decir adiós a lo que estamos acostumbrados, incluyendo los propios estadounidenses? Pareciera ser que sí.
En este caso no es una guerra lo que señala su decadencia (aunque sí hay posibilidades de una o varias de grandes proporciones). Es su anunciada intención de abandonar la UNESCO, la OMS, las convenciones sobre el medio ambiente y el romper todos sus esquemas y tradiciones en materia de relaciones internacionales y comerciales, para “reconstruirlas” desde el pragmatismo puro y duro. Adiós a los programas que evitaban la violación de niñas en África o que permitían frenar la propagación del SIDA en el mundo.
No, no es la primera vez que EU o Trump se salen de la UNESCO, pero sí la primera en que se bajan de tantos esfuerzos internacionales al unísono. No deja de ser interesante (preocupante también) ver su desdén hacia una concepción del mundo que ellos mismos ayudaron a configurar.
Tampoco deja de sorprender cómo las decisiones del mandatario de EU dibujan una suerte de caos para el planeta, pues a partir de ahora, ante la ausencia de ese país en muchas instancias del orden internacional, se requerirá de un nuevo faro que hoy por hoy no existe. Una suerte de guía que había estado integrado por sus valores (solidaridad en tiempos de guerra, apoyo en tiempos de paz, innovación) y por el impacto económico de sus decisiones (llámese apoyo en metálico, sus inventos o a través de su comercio).
Estados Unidos es considerado como una de las potencias más exitosas de la historia de la humanidad. Su influencia (para bien y para peor) se ha sentido en todos los continentes del orbe. Y ahora la decisión de su gobierno de salir de la UNESCO por considerar que la agencia cultural y educativa de la ONU tiene un sesgo contra Israel y promueve causas “divisivas”, cuando en realidad es reconocida por designar sitios de patrimonio mundial, es desconcertante. Certifica el rompimiento de Trump con todo lo exterior, con todo lo que para él y para el mismo pueblo estadounidense no es práctico.
Por supuesto que Estados Unidos perderá con su salida de la UNESCO, pero lo cierto es que pierde más la propia agencia, empezando porque nuestro vecino país del norte le inyecta a la UNESCO 8% de su presupuesto.
Supongo que Estados Unidos vuelve a sus orígenes; tenía que suceder tarde que temprano. Una sociedad sin apego a la cultura, sin un notorio aprecio por la historia; vaya, en muchos sentidos SIN historia. Adoradores del consumo, de lo material y del “bling bling”. Orígenes que aplauden al individualismo y a lo utilitario.
Un modo de vida que concibe que aquello que no contribuye a una mayor riqueza no vale, no es útil y no es necesario. Así su salida de la UNESCO para 2026; dicho por la administración trumpista: “no contribuye a nuestros intereses”.
Muchas potencias antes que Estados Unidos han caído, se han encerrado en sí mismas o han despreciado al resto del orbe, y ese mundo ha continuado, reconfigurándose. Pero este será el primer caso en el que sean los propios estadounidenses quienes, después de liderear la revolución digital, busquen terminar con su propio poderío.
Tres en Raya
(1) Tal vez lo que le molesta al presidente Trump es que la UNESCO sólo considera 26 sitios estadounidenses como “patrimonio de la humanidad”; uno de los cuales está en Puerto Rico y dos que comparte con Canadá. México, en cambio, tiene 37, e Italia 61.
(2) Ante cada gran estruendo —cambio de paradigma—, el impacto en lo que es circundante suele ser aún más catastrófico. Por ello, grave el esbozo que se dibuja para México y para el peso mexicano. Particularmente porque ahora la paridad cambiaria está subida a una gran burbuja. La crisis económica de 2008 será juego de niños comparada con la que se avecina.