RAZONES.
Jorge Fernández Menéndez./ Excélsior
• El culiacanazo, la boda, las fugas son fenómenos del presente, no del pasado. ¿En el equipo presidencial no les parece que algo está muy mal y que debe haber esquemas de corrupción que protegen a ese cártel?.
Creo que el mayor problema que tiene la actual administración es la forma, un estilo de gobernar, que peca, por igual, de ideologicismo, ingenuidad, desconocimiento de la administración pública y de una falta de capacidad en muchos de los principales integrantes del equipo presidencial, carencia que intentan reemplazar con una mal entendida lealtad a su jefe, el presidente López Obrador.
En realidad, todo el gobierno, incluso los funcionarios más talentosos de su equipo (que los tiene y varios), gira demasiado en torno de un mandatario que sigue teniendo notables intuiciones y pésimas formas de gestionar el poder, atrapado entre sus ideas preconcebidas durante muchos años de campaña y una realidad que en ocasiones se le escapa de las manos.
Dice Enrique Krauze, citando a Cosío Villegas, que “el poder en México era la biografía presidencial. En consecuencia, si el presidente padecía locuacidad, oscuridad, simpleza, ingenuidad, ignorancia, desorden, prisa, torpeza, cada uno de esos rasgos se traducía de inmediato a la arena política nacional. La sicología presidencial se volvía destino nacional”.
Don Daniel hablaba de Echeverría, pero esa sicología presidencial como destino nacional se aplica a nuestra realidad cotidiana.
Se puede entender que el presidente López Obrador tenga que tranquilizar a la población sobre la situación que vive el sector salud, pero algo está muy mal cuando no puede reconocer los problemas centrales que aquejan al sector, algunos que vienen de antaño y otros que han sido creados y aumentados por la mala gestión administrativa y la lejanía de esta administración.
Desconcierta que la epidemia de coronavirus, que comienza a azotar al mundo y ha puesto en alerta a la Organización Mundial de la Salud, sea tratada casi con displicencia, y que, además, no haya habido una alerta después de que un turista chino, detectado con esa enfermedad una vez que regresó a su país, estuvo en la Ciudad de México en etapa de contagio, viajando en Uber, hospedándose en uno de los principales hoteles de la ciudad y recorriendo el centro y la Catedral, teniendo contacto con innumerables personas.
O que los jóvenes que finalmente fueron rescatados de China cuando llegaron a México no hayan sido siquiera revisados y se largaran alegremente a sus respectivas casas.
Recordemos que, según las últimas estimaciones de la enfermedad, ésta se desarrolla durante 14 días sin síntomas, pero es durante ese periodo cuando se presenta el contagio. Y todo eso cuando el sistema de salud no está preparado minimamente para atender a sus pacientes habituales.
La seguridad pública es una zona de desastre. Es verdad que la herencia ha sido una pesada losa, pero ya vamos en el decimoquinto mes de gobierno y las cosas no han hecho más que empeorar.
Existe una estrategia, sí, como insisten en el gobierno, pero lo que sucede es que como tal ha fracasado, eso ya lo podemos saber desde ahora.
Es necesario cambiarla, modificarla, hacer todos los ajustes necesarios porque la situación está fuera de control.
Con agravantes muy serios, nadie puede explicar cómo, desde octubre pasado, se acumularon el culicanazo que dejó en libertad no sólo a Ovidio Guzmán, sino también a un centenar de reos que ese día se escaparon de la cárcel de Culiacán; la insólita fuga del principal operador financiero de los hijos de El Chapo del Reclusorio Sur de la Ciudad de México, o la boda a todo lujo de otra hija de El Chapo, con cierre de la Catedral de Culiacán incluido, sin que nadie se diera por enterado.
Descartemos que se trata de un acuerdo gubernamental con el cártel de Sinaloa, pero eso demuestra, por lo menos, una inoperancia casi absoluta de nuestros sistemas de información e inteligencia.
Se podrá decir que El Chapo cuando era buscado también pudo casarse con Emma Coronel, pero debió hacerlo en una ranchería en la sierra de Durango, no en la Catedral de Culiacán, con fiesta incluida en la capital del estado; para escaparse tuvo que hacer un túnel durante meses, pero sus operadores, en Ciudad de México (y en Culiacán), se fueron por la puerta y en un vehículo oficial.
El Chapo fue detenido en tres ocasiones y, salvo El Mayo, la cúpula del cártel fue desmantelada, incluyendo hijos y hermanos del propio Mayo.
El culiacanazo, la boda, las fugas son fenómenos del presente, no del pasado. ¿En el equipo presidencial no les parece que algo está muy mal y que debe haber esquemas de corrupción que protegen a ese cártel? El gobierno federal debe cambiar de estrategias, de forma y estilo de ejercer el poder. Debe hacer autocrítica y debe hacer valer la meritocracia, no la lealtad, para ejercer cargos públicos.
Las buenas intenciones e intuiciones presidenciales no alcanzan.