Estrena Netflix documental Las tres muertes de Marisela Escobedo

  • Reabrir los casos de los feminicidios de Marisela Escobedo y su hija Rubí Fraire para reparar los daños: Karla Casillas.
  •  Los casos de feminicidios de Marisela Escobedo y Rubí Fraire ayudan a entender la rabia y el hartazgo actual de las mujeres.
  • Necesario, revalorar el periodismo para la democracia: señala la responsable de la investigación para el filme .

Guadalupe López García

SemMéxico, Ciudad de México, 15 de octubre de 2020.- La primera muerte de Marisela Escobedo Ortiz ocurrió cuando en agosto de 2008, su hija Rubí Fraire (o Frayre), quien tenía 16 años y una pequeña hija, fue asesinada, calcinada y enterrada en un basurero. La segunda fue cuando su asesino Rafael Barraza, pareja de Rubí, en un juicio llevado a cabo en abril de 2010, fue exonerado y dejado en libertad, a pesar de haber confesado el crimen y pedido perdón a Marisela.

La noche del 16 de diciembre de 2010 le llegó su tercera muerte. Marisela estaba en un plantón instalado frente al palacio de gobierno del estado de Chihuahua, en protesta por todas las irregularidades en el caso de su hija. Ahí llegó un sujeto, caminando. Otro más bajó de un auto y trataron de acorralarla, pero ella corrió cuando su acompañante de guardia golpeó al sujeto de la pistola. A unos cuantos metros de la entrada del palacio, recibió el disparo del asesino.

Netflix estrenó el documental Las tres muertes de Marisela, dirigido por Carlos Pérez Osorio, en coproducción por VICE Studios y Scopio. Entrevistada por SemMéxico, Karla Casillas Bermúdez, jefa de la investigación periodística para construir la narración fílmica, habla de ese trabajo, reflexiona sobre la necesidad de reabrir esos dos casos de feminicidios –que en ese tiempo fueron considerados asesinatos– para que realmente se hiciera justicia, de la importancia del periodismo en la investigación y registro histórico de este tipo de hechos, al igual que lo hacen las madres y familiares de personas desaparecidas o asesinadas.

“Piezas principales de la investigación”: tres periodistas 

Karla cuenta que Alejandro Melgoza, Marco Antonio López y ella fueron “las piezas principales de la investigación periodística” del documental. Se tardaron un año en reconstruir la historia, con el apoyo del Centro de Derechos Humanos de las Mujeres (CEDEHM), de Luz Estela Castro, defensora de derechos humanos, quien había sido abogada de Marisela, en el asesinato de Rubí. La familia de Marisela, a través de Juan Manuel Fraire, facilitó diarios personales de Marisela.

Retomaron los informes del CEDEHM, hicieron más de 100 peticiones de información pública, vía plataforma de transparencia, a la fiscalía del estado de Chihuahua, a la entonces Procuraduría General de la República, la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), revisaron 21 horas de audiencias del juicio oral de Barraza y entrevistaron a personajes involucrados, como funcionarios públicos. Otra fuente fue el libro La verdad del caso Rubí, de Joel Meneses Hernández, defensor de Barraza, donde explica por qué los tres jueces decidieron absolverlo.

A partir de ahí construyeron una línea del tiempo como más de 350 diferentes sucesos del caso la madre y la hija, retomada por el equipo de producción del documental. También hicieron el diseño de cuestionarios de todas las personas que se entrevistaron.

Carlos Pérez fue una pieza clave, relata Casillas, pues tenía relación con el CEDEHM, Él ya había pensado hacer el documental, de manera independiente, a través de su casa productora, Scopio, pero se vinculó con Vice Studios, con Laura Woldenberg, y luego con Netflix. Con esta asociación, se logra mayor presupuesto para el filme de una hora con 49 minutos, lo que da relevancia a nivel internacional.

Abrir los casos y reparar el daño sería “hacer justicia para todas las mujeres”

Karla Casillas apunta que una de las reflexiones más importantes que le dejó este trabajo fue de “mucha indignación y mucha rabia”, ya que después de más de una década de estos dos asesinatos, todo sigue igual o peor. Detalla que en 2017 ocurrían al día siete feminicidios y ahora la cifra llegó de 10 a 11 mujeres asesinadas por el hecho de ser mujeres.

De esos crímenes, en el 97 por ciento existe impunidad, como se indicó al final del documental. “Me parece vergonzoso para este país”, resaltó. Esos feminicidas están en las calles por las mismas razones que dejaron libre a Barraza, porque “hay una falta de pericia absoluta y de preparación por parte de las policías investigadoras en este país”, continuó; sobre todo, de las fiscalías para armar las carpetas de los casos. También hay fallas en el debido proceso; entre estas, que los inculpados declaren sin sus abogados.

Todo esto sigue sucediendo, se lamenta la periodista, como lo documenta también Valeria Durán, en su reportaje en línea: Feminicidas libres. Indigna, dijo, que los gobiernos se jacten de tener avance en leyes, códigos estatales con la tipificación del feminicidio y fiscalías especiales, pero “¿de qué nos sirve todo esto?”, se pregunta.

En la búsqueda de información, Casillas se dio cuenta de la “perversidad de las autoridades mexicanas para tapar su incompetencia”. Con Rubí, los jueces actuaron sin perspectiva de género y tuvieron una falta de pericia absoluta para armar la carpeta del caso. Con Marisela, se crearon dos falsos culpables para acusarlos de su crimen. Todo fue una fabricación del gobierno de Chihuahua, asegura.

Al final, agrega, lo que tenemos es una “impunidad absoluta”, al cerrar “en falso” estos dos casos, cuando Rafael Barraza es abatido por el Ejército en el estado de Zacatecas, y cuando matan en la cárcel a Enrique Jiménez Zavala, supuesto asesino de Marisela, justo cuando se iba a practicar el protocolo de Estambul, para comprobar que había sido torturado. Para la familia de Marisela, siempre lo consideraron un “chivo expiatorio”. Hasta la fecha, no se sabe quiénes fueron los verdaderos culpables.

Mientras que para las autoridades son casos cerrados, el CEDEHM, el Centro por la Justicia y el Derecho Internacional (CEJIL) y la organización Mexicanos y Mexicanas en el Exilio (Mex-en-Ex) solicitaron el año pasado a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) que exhorte al Estado mexicano para que abra los dos casos y se aplique la justicia y se repare el daño a toda la familia Escobedo Fraire, la cual tuvo que salir del país. Esto “sería hacer justicia a todas las mujeres de este país”.

Todas las autoridades que hicieron mal su trabajo, también deben ser investigadas y juzgadas por negligencia y omisión, por la intención de manipular a la opinión pública, las pruebas, por la tortura de Jiménez Zavala y por construir esa “gran mentira”. La omisión no es casual en un estado misógino, corrupto, patriarcal, donde las organizaciones criminales actúan libremente, arguyó.

Para Casillas, los asesinatos de Rubí y Marisela fueron feminicidios, a pesar de que en esa época ese delito en la entidad no estaba tipificado (se configuró en 2017). Marisela era una activista contra la violencia de género. Fue asesinada en un espacio público, dejaron exhibir su cuerpo. Fue “una advertencia de terror para las mujeres”. Ella ya tenía amenazas previas de la familia Barraza y las autoridades las desestimaron.

Periodistas y madres y padres de personas desaparecidas convertidos en policía investigadora

Como muchas madres y padres de personas desaparecidas, Marisela Escobedo hizo el trabajo de la policía investigadora, se convirtieron en rastreadores de sus hijas e hijos. Durante dos años buscó y consiguió pistas, recorrió el país y descubrió donde se escondía Barraza. Las autoridades actuaron por la presión de Marisela. Sabían de la relación que tenía con la prensa para exhibir el caso. Ella tenía una relación muy abierta con los medios, expone Karla Casillas, quien relaciona todo ese trabajo con el periodismo.

“Nos estamos convirtiendo en lo mismo. Estamos haciendo el trabajo que la autoridad no hace. Es un país de vergüenza”. Por eso estimó necesario revalorar y valorar el periodismo. “Cuando veo las manifestaciones por asesinato de periodistas, parece que a nadie le importamos”, reclama.

“Nuestra labor es esencial para cuestionar y denunciar lo que hace mal nuestros gobiernos y lo que les falta hacer. La sociedad infravalora nuestro trabajo, cuando es fundamental para la democracia. En nada ayuda la narrativa de una prensa buena y otra mala”, reflexionó.

De la pregunta ¿para qué serviría este documental?, la reportera contestó que “para que se entienda de una vez por todas por qué las mujeres de este país estamos rompiendo y quemando todo. Es una explicación de la rabia y el hartazgo de las mujeres y de la fuerza que está tomando esta cuarta ola del feminismo”. Coincidió con analistas políticos en que las mujeres organizadas y las activistas feministas son la principal fuerza opositora y cuestionadora del gobierno federal.

Es un documental triste, terrible, doloroso y actual que puede ayudar a entender lo que está pasando, confió; por ejemplo, por qué la marcha del 8 de marzo pasado fue la más numerosa, por qué tomaron una sede de la CNDH, “por qué vemos tanta rabia y hartazgo”.