¿Eufemismos?

Sin tacto.

Por Sergio González Levet.

Es de la naturaleza del ser humano que le guste oler, saborear, tocar y ver cosas bonitas.

También es que le agrade escuchar sonidos agradables, tanto en la música como en la palabra hablada.

En esta última, se llama cacofonía a la repetición de fonemas o sonidos que son chocantes para nuestro oído. La RAE, tan propia ella, dice que viene del griego “κακοφωνία kakophōnía, que es un sustantivo femenino y que es la “Disonancia que resulta de la inarmónica combinación de los elementos acústicos de la palabra.”

Un ejemplo: “atroz zozobra”.

En contraparte, se llama eufemismo a lo que suena de manera agradable. Otra vez la RAE:

“Del lat. euphemismus, y este del gr. εὐφημισμός euphēmismós.

“Manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante.”

La cacofonía, como su nombre lo indica, se refiere a los sonidos, pero por extensión se aplica también a los significados.

Por ejemplo, a los norteamericanos les suena fea la palabra “negro” aplicada a una persona de color. Y utilizan el eufemismo “afroamericano”.

En buena medida por influencia de esa forma de pensar, en México hemos caído en la búsqueda de eufemismos para evitar cacofonías.

De ahí sale que a los ciegos se les llama “invidentes”, a los viejos se les cataloga como “personas de la tercera edad” o “con juventud acumulada”, lo que ya raya en el ridículo.

Y a los incapacitados les dicen “personas con capacidades diferentes”.

Yo creo que todo hay que decirlo por su nombre -al pan, pan, y al vino, vino-, y que a veces por evitar una cacofonía o por buscar un eufemismo salimos con una frase aún peor de la que tratábamos de evitar.

Para mi forma de hablar, no tiene ningún problema decirle viejo a un anciano, y lo hago con gusto cuando se trata de alguien a quien quiero y/o admiro.

Recuerdo que mi amigo Laco Zepeda -gran escritor y antropólogo genuino- se refería a los originarios de su tierra, Chiapas, como “indios”, y lo hacía con una fuerza y una entonación que dejaba ver el orgullo que le producía decirles así.

—Mirá. hermanito, decirles “indígenas” a nuestros indios es pensar que este último término es insultante, cuando en realidad es motivo de orgullo, que habla de su origen, de su pasado glorioso y de su empecinada permanencia en sus regiones.

Fernando Benítez, que fue un mexicano de excepción, al que la cultura nacional le debe tantas cosas, tituló su famoso libro sobre las etnias de nuestro país: Los indios de México.

Indígena viene del latín y quiere decir “Originario del país de que se trata”. Así que indígenas de México somos todos los originarios de este país de que se trata.

Y los indios, indios, son nuestro orgullo.

 

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