Evitar dolores innecesarios

IERRA DE BABEL

Jorge Arturo Rodríguez

“Los mosquitos me asustan más que casi cualquier otra cosa.”

Bill Gates.

A veces es mucho más el miedo al dolor que a la muerte. Y dicen que no es lo mismo el dolor al sufrimiento, de cuyos campos de acción me alejo para no entrar en donde no me llaman y donde no sé ni pizca, teóricamente hablando. Eso sí, ambos dos me son conocidos y familiares, ya sea porque los padezco en carne y alma propias –no confundir, no es lo mismo que lo mesmo-, o porque la cercanía de mis seres queridos –y otros no tan queridos, pero sé que son “humanos”-, me contagian de enfermedad en enfermedad, de dolor y sufrimiento y… Parece que el mundo anda enfermo de todo, hasta de no estar enfermo. Somos infelices si no padecemos algo. ¿Así es en realidad por el cambio climático? ¿O por qué carajos? ¿Hay alguien moviendo la cuna de la Humanidad pa’ que nos vayamos a la chingada poco a poco? ¿Es castigo de Dios? ¿Es ya el Apocalipsis? ¡Jesús, María y José! ¡Que el gobierno nos agarre confesados y nos asista! Ajá.

El poeta Luis Rosales escribió que nadie regresa del dolor y permanece siendo el mismo. Lo cual es muy cierto, sean las causas que sean, que son un chingo. Por lo pronto me refiero, en esta ocasión, a ese padecimiento llamado cáncer que con tan sólo mencionarlo provoca pánico: ¡se apareció el diablo! Y no es para menos. Mucho más ahora que el desabasto de medicamentos, la negligencia y el valemadrismo humano van en aumento, en vuelo supremo hacia “Nada”. Ustedes me entienden. Ya no mencionemos otras enfermedades, como el dichoso dengue (“¿Dengué me hablas?, dicen las autoridades gangosas”, me contaron el chiste –con respeto a los que realmente lo padecen). La cuestión es que la muerte va y viene, a sus anchas, y se sienta a vernos cómo nos hacemos todos pénjamos. Total, algún día moriremos… “Sabía virtud de conocer el tiempo”, cantara José José, que en paz descanse, o lo dejen descansar. Y nos dejen en paz a los que gustamos de otros intérpretes y canciones, aunque bien sé que vivimos en una sociedad infestada de imitaciones, falto de crítica y autocrítica, tan así es que por eso nuestras autoridades y anexas hacen lo que se les dé la gana o más bien lo que se les ocurra. ¿Mandarán por mí un avión de la fuerza aérea cuando sufra una enfermedad o cuando me muera vaya usted a saber donde carajos?

El poeta Antonio Gala expresó que “el dolor es más fuerte entre los más fuertes. Como el cáncer”. ¿Quién lo duda? Tanto barullo, para referirme que este mes, y más precisamente este 19 de octubre es Día Internacional de la Lucha contra el Cáncer de Mama. Ta güeno. Pero ese maldito mal nos da en todo el cuerpo, y hasta en la sociedad, en nuestro espíritu. Las estadísticas de enfermos y muertes por tal causa las encuentran donde quieran. Sí, claro, el asunto, serio, es cuidarse y prevenir. Y es buenísimo que lo hagamos. Pero esta vez les refiero lo siguiente.

En el artículo “Sobrevivientes de cáncer batallan contra la ignorancia y los estereotipos para ser contratados”, de Manu Ureste, leo:

“Que haya cambios a la ley del trabajo para tener una mayor protección frente a despidos injustificados o la discriminación laboral, piden personas que han sobrevivido al cáncer.

“Tan solo seis meses después de que en marzo de 2017 terminara la carrera de psicología, una bolita en un seno le recordó a Yahel Leguel que la vida a veces te golpea con terribles ironías.

“Tenía 33 años y acababa de terminar su servicio social como psicóloga oncológica en el Hospital General de la Ciudad de México, cuando le confirmaron que el tumor en su seno era maligno y que esa palabra, cáncer, que tanto había estudiado en la universidad, estaba ahora creciendo en su propio cuerpo.

“La vida me puso la maestría de lo que es el cáncer en carne y hueso”, dice Yahel con una sonrisa de resignación, sentada a la mesa en el comedor de su departamento rodeada de libros, figuras esotéricas y de su pareja, Vladimir.

“A partir de esa bolita, todo se desencadenó: a Yahel le extirparon el tumor y con él también desaparecieron los dos senos y buena parte de su autoestima.

“Luego, durante todo 2018, llegaron las quimioterapias y las radioterapias. El pelo se le cayó a mechones. El cansancio físico sustituyó a su habitual energía. Y con la remoción de los ganglios de la axila también tuvo que decir adiós al ballet, su otra profesión y gran pasión.

“Pero Yahel resistió: el tratamiento oncológico dio los resultados esperados y el cáncer de mama, aun hoy bajo vigilancia de su oncólogo, se batió en retirada dejando que volviera a recuperar su cabello, y las ganas por reinsertarse en su propia vida.

“Sin embargo, la reinserción no está siendo total. Todavía hay algo que Yahel no ha podido recuperar: el trabajo.

“Cuando buscas empleo y ven en tu currículum que en los dos últimos años de tu vida te dedicaste a un tratamiento de cáncer…”

“La también fotógrafa deja una pausa y sonríe nerviosa, para completar la frase. “Pues aunque no te lo digan a la cara, no te contratan porque lo que piensan es: bueno, y para qué voy a contratar a esta mujer si ya se va a morir pronto”. (animalpolitico.com, 08/10/19).

De alguien me acordé. Ahí les hablan, legisladores.

En la revista Nexos del mes de octubre de 2019, en la sección “Cabos sueltos”, leí el texto “De un sueño a otro sueño”:

“Marta Casares, madre del escritor Adolfo Bioy Casares, enferma de cáncer, muerta el 25 de agosto de 1952, conservó hasta el último minuto de su vida la valentía y el amor propio, y en nombre de lo bien que la atendían tanto las enfermeras como su familia, le rogó a su hijo que no la compadeciera. Pero acaso el recuerdo más conmovedor de aquellos días tuvo lugar cuando ella le preguntó al doctor Lucio García si le evitarían dolores innecesarios. Él respondió afirmativamente y entonces ella dijo: “¿De un sueño a otro sueño, Lucio?”. “De un sueño a otro sueño, Marta”, fue la respuesta. Fuente: Silvia Renée Arias, Bioygrafía. Vida y obra de Adolfo Bioy Casares, Tusquets Editores, Buenos Aires, 2016.”

Para evitar dolores innecesarios –a veces es imposible- mejor me voy a revisar mis bolas y la próstata, no vaya a ser la de malas… De paso me prometo revisar mi alma y el buen sentido del humor, que mucha falta nos hace. Bueno, me hace falta. Creo que ustedes están sanos y salvos. ¡Bendito Dios!

De cinismo y anexas

En recuerdo del gran escritor Edgar Allan Poe, a 170 años de su siniestra muerte (7 de octubre de 1849), les comparto las siguientes palabras:

*“A la muerte se le toma de frente con valor y después se le invita a una copa.”

*“¿No tenemos en nosotros una perpetua inclinación, pese a la excelencia de nuestro juicio, a violar lo que es la Ley, simplemente porque comprendemos que es la Ley?”

*“No tengo fe en la perfección humana. El hombre es ahora más activo, no más feliz, ni más inteligente, de lo que lo fuera hace 6000 años.”

*“Me volví loco, con largos intervalos de horrible cordura.”

*“Cuando un loco parece completamente sensato, es ya el momento de ponerle la camisa de fuerza.”

Ahí se ven.