¿Existe la ciencia patriarcal?

/ Nalliely Hernández¨* /

El movimiento feminista ha mostrado cómo, hasta hace relativamente poco, las mujeres fueron marginadas de la práctica científica. Desde entonces se han recuperado historias que cuentan cómo algunas de ellas la practicaron desde la propia marginalidad o a la sombra de alguna figura masculina. Si bien las condiciones institucionales de la ciencia han cambiado favorablemente, la construcción de un imaginario social que permita a las niñas y jóvenes identificarse con las actividades científicas como forma de vida está aún en construcción. Desafortunadamente, la racionalidad que suele asociarse con esta práctica sigue siendo estructuralmente atribuida a lo masculino y cambiarlo llevará varias generaciones. No solo hace falta que cualquiera que no sea hombre pueda acceder a la práctica científica, sino que para hacerlo con libertad tiene que poder identificarse con esa práctica sin prejuicios.

No obstante, una pregunta más compleja y controvertida sobre las asimetrías de género concierne a la posibilidad de si las teorías científicas pueden presentar prejuicios de este tipo. En un artículo anterior mencioné que Helen Longino nos expone el papel de los valores culturales en el razonamiento científico. Normalmente se concibe la ciencia como una actividad que se basa en evidencia para sostener sus hipótesis. Longino ofrece una explicación de cómo se relacionan las hipótesis con su evidencia: para que un estado de cosas (hechos del mundo) sirva como evidencia de una hipótesis se debe establecer una inferencia que a su vez depende de otras ideas acerca del objeto que se investiga. Por tanto, la relación entre hipótesis y evidencia no es incontrovertible, por el contrario, depende de lo que llama supuestos de fondo.

Por ejemplo, un sombrero colgado en la pared puede ser evidencia de que Juan está en ese lugar, porque yo sé que Juan tiene ese sombrero. Pero también puede serlo por que yo sé que Juan cuelga así los sombreros. Mi inferencia depende de las cosas que yo previamente sé o supongo sobre Juan y su sombrero. Lo que quiere decir este sencillo ejemplo es que el mismo hecho puede ser evidencia de la misma hipótesis por diferentes razones, es decir, por diferentes supuestos de fondo. También puede ocurrir que un mismo hecho sea evidencia de hipótesis diferentes. Esto ocurre en medicina cuando debido a un mismo síntoma, por ejemplo, un salpullido, nos ofrecen diagnósticos distintos. Así, un mismo hecho puede justificar hipótesis diferentes o hechos diferentes pueden sostener la misma hipótesis. Lo relevante de este proceso es que la inferencia depende de lo supuestos de fondo, además de la evidencia misma. Es imposible inferir sin ellos.

A su vez estas ideas de fondo pueden tener distinta naturaleza o procedencia. Pueden ser ideas previamente inferidas o útiles hasta entonces, ideas culturalmente aceptadas sobre cómo es el mundo (mecanicismo, organicismo), sobre la raza, el género, ideas políticas, etc. Por ejemplo, en la física aristotélica se asumía que todos los cuerpos celestes se movían en círculos con velocidad uniforme, por considerarse perfectos, y la evidencia se ajustaba a dicho prejuicio. Con el tiempo y la investigación estos supuestos pueden ser cuestionados, pero no sabemos cómo y cuándo ocurrirá (como ocurrió con Kepler).

Llegados a este punto es fácil ver que cuando se hacen inferencias científicas puede ocurrir que éstas estén condicionadas por prejuicios sobre el género, si éstos posibilitan construir una hipótesis. Ideas que involucran roles culturales se naturalizan y forman parte de una inferencia científica. Por ejemplo, evidencia física sobre el proceso evolutivo en antropología o distinciones en biología o en psicología pueden auxiliarse de estas ideas sociales para elaborar hipótesis. Recientemente se ha desarrollado la hipótesis sobre el papel central que las mujeres de los primeros grupos humanos tuvieron en la elaboración de herramientas, por tanto, su papel evolutivo, ¿por qué la evidencia no había apuntado antes a esta idea? Puede ser que se encontraran hechos nuevos, pero también es probable que ideas culturalmente asentada sobre el género condicionaran las inferencias en el pasado. En el caso de la biología o la psicología, es posible que diferencias conductuales entre mujeres y hombres debidas a sus respectivos roles culturales se interpretasen como diferencias biológicas, debido a supuestos similares.

En suma, nuestros prejuicios alcanzan los hechos duros y básicos de la realidad, aunque es inevitable que esto suceda, la crítica cultural siempre es saludable y contribuye a construir mejor conocimiento científico y sociedades más justas. *Profesora del Departamento de filosofía de la Universidad de Guadalajara.

nalliely.hernandez@academicos.udg.mx