- En la Galería uno del Museo de Antropología de Xalapa se inauguró el jueves pasado la exposición Tres mil años de máscaras mexicanas.
12.06.2025 Xalapa, Ver.- Las máscaras transforman a sus portadores, los convierten en dioses o diablos, en personajes históricos o míticos, en héroes o villanos, en santos o fariseos, en animales o quimeras, en ancianos o mancebos… La función de las máscaras es ocultar la identidad del portador, dotarlo de una nueva personalidad, transformarlo en el personaje, deidad o animal que representa y concederle sus atributos; por eso desde el periodo formativo hay máscaras de dioses, animales, bufones y monstruos, y su uso va a perdurar hasta los aztecas.
Desde tiempos olmecas, hace más de treinta siglos, las máscaras estuvieron presentes en las sociedades del México antiguo. Encontramos máscaras de piedras preciosas, como el jade y la serpentina, de madera o de barro cocido que se usaron en danzas o ceremonias fúnebres. Los olmecas también tallaron grandes mascarones de basalto con representaciones religiosas o funerarias. Posteriormente, mayas y teotihuacanos continuaron con la tradición de las máscaras sagradas, mortuorias y profanas y con los mascarones de gran formato, como los elaborados en estuco que adornan los templos peninsulares.
Algunas máscaras se hicieron para ser portadas en danzas y ceremonias, otras para ser ofrendadas o ponerse sobre la cara de los difuntos; algunas más se usaban en procesiones o en representaciones teatrales, en tanto que los mascarones de gran formato son monumentos comunales que conmemoran fechas o eventos importantes o adornan templos. Incluso, entre los olmecas hubo máscaras bucales pintadas con cinabrio, o esgrafiadas directamente alrededor de la boca. Esas máscaras bucales se van a sustituir en las culturas del centro de Veracruz del periodo clásico por trozos de piel de los desollados en honor del Xipe Tótec, el dios de la primavera. Hay, y hubo, máscaras elaboradas en barro cocido, piedra, madera, metal, papel, tela, cuero y plumas, aunque de aquellas hechas con materiales perecederos sólo sabemos por las pinturas murales, esculturas, códices y crónicas.
Con la conquista española llegaron otras danzas que también usaban máscaras, como la danza de moros y cristianos, que insinuaba un paralelismo entre la conquista de los indios y la expulsión de los moros por intervención divina del apóstol Santiago. Y en el ciclo de danzas de conquista se encuentran las danzas de la Malinche que representan a personajes históricos como Cortés, Alvarado, Moctezuma y la Malinche. Las danzas religiosas, que tenían como fin evangelizar a los pueblos sometidos, introdujeron otros personajes como pastores, vírgenes, santos, diablos y reyes, entre otros.
Y entre las ceremonias profanas llegaron las carnestolendas, que permitieron al pueblo llano transformarse en los personajes de su preferencia, criticar al sistema establecido y liberar sentimientos reprimidos usando diversas máscaras y disfraces, por lo que pronto la inquisición decidió prohibirlo, sin lograrlo del todo.
En la actualidad hay máscaras comerciales con la cara de políticos queridos o detestados, y de artistas famosos, o las usadas en las fiestas de Halloween que representan a personajes del cine y la literatura de terror, así como las máscaras de la cultura popular de los ídolos de la lucha libre. Las máscaras y disfraces saltaron a los comics, donde héroes y villanos necesitan una máscara especial o un traje que los distinga y transforme de personas comunes en entes extraordinarios.
La gran variedad de danzas tradicionales que aún perviven en los pueblos se presentan en fechas especiales, como fiestas patronales, festivales, carnaval, Semana Santa, Navidad o fechas históricas y, generalmente, requieren el uso de máscaras, trajes tradicionales, música y baile. Normalmente los músicos y danzantes son gente del pueblo, personas comunes que pagan alguna manda religiosa o danzan como parte de sus costumbres y como una forma de defender y reforzar su identidad.
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