Fábula del AIFA

/  Denise Dresser /

Había una vez un Presidente al que la popularidad le importaba más que cualquier otra cosa. Se levantaba al alba a consultar las encuestas, compararse con otros mandatarios y verificar si sus números seguían altos. Aunque la población lo reprobara en los temas más importantes como el manejo de la economía o la inseguridad, le tranquilizaba saberse querido. Sabía que gran parte del apoyo provenía de las fábulas que contaba a diario: los datos que inventaba, las escenas que armaba, las hazañas que describía. Y una de las más populares era “La Fábula del Aeropuerto Felipe Ángeles”. Una obra de infraestructura catalogada entre las mejores del mundo. La obra del pueblo, ya que las ganancias serán destinadas a militares. La obra magnánima.

Celebrada desde Palacio Nacional como una de las 7 Maravillas del Mundo, a la altura del Coliseo Romano, el Taj Mahal, Machu Picchu, los Segundos Pisos y la Línea 12. Ideada por José María Rioboó, un constructor reconocido a nivel internacional, de reputación intachable, que jamás había incurrido en un solo conflicto de interés. Además, un hombre de múltiples talentos: asesor presidencial, gestor de aeropuertos y colocador de esposas en la Suprema Corte. Y en un gobierno en el cual importa tener 90 por ciento de lealtad y 10 por ciento de experiencia, el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles cayó como anillo al dedo. Para el Presidente más ecologista de la historia era imperativo salvar el lago de Texcoco y respetar la voluntad del pueblo, expresada a través de 3 votos en una casilla en Macuspana. Además, así podía demostrar que las Fuerzas Armadas mandan en México y tienen permiso para construir sus propios elefantes blancos en tiempo récord.

Tomando como ejemplo las buenas lecciones del Tren México-Toluca, el Paso Express, la barda perimetral del NAIM y la Línea 12, el Ejército mexicano procedió a hacer todos los estudios de viabilidad, rentabilidad, impacto ambiental y seguridad requeridos por la ley. Las fuerzas castrenses -como en Ayotzinapa y Tlatlaya- actuaron con transparencia total y estricto apego a la normatividad, de acuerdo con la Doctrina Cienfuegos. Ni siquiera tuvieron que sortear los requisitos burocráticos, ya que el propio Presidente los cambió mediante un “decretazo”, para poder acabar a tiempo, saltarse a la burocracia neoliberal, y evitar los amparos interpuestos por quienes se oponen a la transformación, incluyendo feministas, zapateros, boleros, tapiceros, acupunturistas, nutriólogos, estilistas e instructores de yoga.

El proyecto resultó tan exitoso que todas las aerolíneas pelearon para trasladar sus operaciones ahí. Al final, dada la demanda feroz y fiel a su espíritu juarista, el gobierno rifó las 28 posiciones en Santa Lucía, y la compañía Vidanta compró la mayoría de los boletos sin pedir nada a cambio. Los ganadores fueron Volaris, Aeroméxico, Viva Aerobus y una aerolínea venezolana, que operarán 8 vuelos al día, lo cual resultará en una reducción del .000000000000001 por ciento de la saturación del Aeropuerto de la Ciudad de México.

En cuanto a accesos y vialidades, la prioridad siempre fue poner al pueblo primero, por lo que habrá un servicio de “aero taxis” desde Polanco. A los aspiracionistas se les asignará un horario de traslado en Mexibús y Tren Suburbano entre 2:00 y 4:00 am, para cumplir con los tiempos prometidos por Jesús Ramírez Cuevas, director de Comunicación Social, y experto en temas de movilidad social y humana. Este servicio comenzará a operar el mismo día que se hagan públicos los contratos de Santa Lucía, asignados por adjudicación directa o reservados por seguridad nacional, la declaración patrimonial de José Ramón López Beltrán, y las cuentas finales de la obra, cuando concluya en 2092.

Entonces se comprobará que no hubo el menor asomo de influyentismo o corrupción. La construcción del aeropuerto Felipe Ángeles -como todo lo que hace AMLO- habrá sido de la más alta calidad, sin improvisaciones o caprichos o especulación inmobiliaria como en Texcoco. En “La Fábula del AIFA”, siempre prevaleció el interés nacional y no el de las Fuerzas Armadas, porque no se quedaron con las ganancias millonarias del aeropuerto que el Presidente les concedió. Y todos los que idearon, construyeron y documentaron la obra decidieron que el lema del nuevo aeropuerto sería: “El pueblo se cansa de tanta pinche transa”.