Fallece embajadora emérita Aida González Martínez, redactora de la CEDAW

Fallece embajadora emérita Aida González Martínez, redactora de la convención contra la discriminación de las mujeres

Nacida el 21 de junio 1937; conocida por una recia formación institucional, negociadora y capaz organizó en México la Primera Conferencia Mundial de la Mujer en 1975

Durante 25 años, además de múltiples tareas en la Cancillería, dedicó con afán las tareas del país en las Convenciones por las mujeres, los derechos humanos, económicos y sociales

“La situación de las mujeres ha cambiado para bien. Durante muchos años carecimos de conciencia sobre nuestro papel en la vida social y familiar. Las condiciones son distintas, pero gran parte de las mujeres –sobre todo en zonas rurales- todavía viven sujetas a la autoridad y supervisión del hombre y consideran natural esta circunstancia”

Aída González Martínez

Sara Lovera

SemMéxico, Cd. de México, 29 de enero, 2022.- La embajadora Aída González Martínez murió hoy a los 84 años. Considerada la funcionaria de la política diplomática mexicana en materia de derechos de las mujeres, de recia formación institucional atestiguó los más importantes acuerdos internacionales que firmó México para el avance de las mujeres y formó parte de la redacción de la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer CEDAW.

Prácticamente autodidacta, tuvo una larga y sostenida carrera en la cancillería mexicana, desde que tenía 20 años, convirtiéndose en una negociadora capaz, que se interpuso de lleno a las delegaciones conservadoras, en numerosas reuniones internacionales.

Retirada de la vida pública, hace casi una década, estuvo activa en menesteres de la política pública para las mujeres y fuera de su investidura participó en numerosas reuniones de mujeres en el país, y en tres continentes. Parca pero empática, fue especialmente apreciada por su capacidad para hacer arreglos diplomáticos y políticos. Sin aspaviento, estuvo al frente de misiones complicadas. También fue representante de México ante la Organización Internacional del trabajo.

De comportamiento institucional, fue capaz de trabajar de otra manera con las mujeres; en Nairobi se ocupó de una periodista que no quería comer nada, ahí, buscando huevos de gallina y algún paquete de jamón americano. En 1994, en Argentina, en una reunión de la CEPAL sobre mujeres, enjuagó las lágrimas de algunas políticas por el asesinato del secretario general del PRI, José Francisco Ruiz Massieu, sucedido el 28 de septiembre en plena conferencia.

Y Aida, que hace algunos años se negó a participar en un reconocimiento que preparaban las expertas de la CEDAW, por su empeño en su construcción, desde 1975 y su colaboración al desarrollo y vigilancia de esta, la CEDAW.

Y es que la embajadora González Martínez, fue la responsable de organizar en México, la primera Conferencia Internacional de la Mujer, celebrada en 1975, por orden personal del presidente Luis Echeverría Álvarez y durante los siguientes 25 años participó en la construcción y seguimiento de la CEDAW, incluso una de sus expertas.

En el año 2000, la embajadora dijo que estaba convencida que la situación de las mujeres había cambiado para bien. Y eso dijo, “a pesar de la fuerza de los grupos conservadores, los cambios son definitivamente significativos. A ella le toco ver esos cambios, desde México en 1975, y las siguientes conferencias: Copenhague 1980, Nairobi 1985 y China 1995.

Comenzó desde abajo en la cancillería, en 1957. Quería ser abogada. Tuvo estudios parciales en Relaciones Internacionales y en Derecho. Más bien aprendió en la práctica, Inició su carrera diplomática cuando apenas tenía 20 años al lado de Alfonso García Robles, del que aprendió el valor de la tarea diplomática, contó en una entrevista en el año 2 mil.

Muy apreciada por las mujeres que se adhirieron al feminismo al final de los años 70, simpática y platicadora, me contó que “a pesar de los logros en mi carrera, uno de mis fracasos fue la falta de organización personal o de fuerza de carácter para alcanzar una meta que me había fijado antes de empezar a trabajar: estudiar la carrera de derecho.

Lo cierto es que “por la influencia de las personalidades con quienes trabajé, se podría decir que cursé maestrías y doctorados pragmáticos, no sólo basados en el conocimiento académico, sino en las relaciones humanas”, como lo dijo a Francisco Blanco Figueroa, autor de Mujeres Mexicanas del Siglo XX: la otra revolución, proyecto de la Universidad Autónoma Metropolita y del Instituto Politécnico Nacional.

El Año Internacional de la Mujer

Ella tuvo que ver con una multitud de reuniones internacionales, que durante el gobierno de Luis Echeverría fueron constantes y variados los intereses de ese gobierno, muy importante el Diálogo de Tlatelolco y la actividad mexicana ante el golpe militar en Chile; de asuntos de Energía Atómica a la Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados; así como el nuevo orden informativo internacional.

Y con todo ese trabajo, en sus palabras: “entre las reuniones que debí organizar por instrucciones superior”, le tocó la Conferencia del Año Internacional de la Mujer, celebrada en México en 1975. Era oficial de enlace. La representante en la ONU para los asuntos de las mujeres era María Lavalle Urbina y los responsables eran la Secretaría de Gobernación y la Presidencia.

Estuvo cerca de cuestiones fundamentales como la revisión exhaustiva de la legislación nacional para eliminar la discriminación contra la mujer. Un paquete de iniciativas resueltas en el Congreso en 1974. Preparó la reunión de la presidenta de la conferencia, señor Sippila con el presidente Luis Echeverría, entonces el secretario de Relaciones Exteriores era Emilio O. Rabasa.

Hubo dos coordinaciones, la del área nacional, a cargo de Gloria Brasdefer y otra internacional, la que “me tocó”. Fueron 8 meses de duro trabajo. Por primera vez en México habría un foro inmenso, paralelo a la Conferencia Internacional. “Trabaje 24 horas al día”-

Desde ese momento hasta 1988 profundizó en el asunto de las mujeres. También en el ámbito latinoamericano. Y fue testiga de la construcción de varias convenciones. Discreta como era, nunca buscó los reflectores, ni jamás declaró para ser escuchada políticamente que era feminista, cuando por los derechos de las mujeres lo hacía cotidianamente, en una doble jornada, por los incansables encargos que tuvo hasta el año 2 mil.

Atestiguó la creación de la Cedaw, la convención de los derechos de la infancia, estuvo a cargo los informes de cumplimiento de esas convenciones y nunca dejó de tratar los temas específicos de la mujer, se diría de género, así como del Convenio de Derechos Económicos, Sociales y Culturales en 1994.

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