Felicidades a Gioconda Belli

*Palabras sin reposo .

/Beatriz Zalce/

En cuanto supiste que el 11 de noviembre la escritora Gioconda Belli recibirá el Premio Internacional Carlos Fuentes a la Creación Literaria 2025 se te llenó el corazón de flores, de recuerdos, de su poesía, de sus novelas. Te sumas a la unanimidad del Jurado. Después de Sergio Ramírez, Elena Poniatowska, Luis García Montero, le toca a la mujer habitada por la poesía y su amor a Nicaragua, a la que escribe transitando de lo cotidiano, a lo íntimo y de la Historia, a la que milita y ama con la misma congruente pasión.

A Nicaragua la empezaste a amar cuando aún no cumplías los 18. La amabas a gritos: “¡Primero Nicaragua, después El Salvador, América Latina: por su liberación!”, “¡Si Nicaragua venció, El Salvador vencerá!”. Hacía varios años que el Frente Sandinista de Liberación Nacional era gobierno tras haber derrocado al dictador Anastasio Somoza.

Hubieras querido irte para allá, integrarte al paisaje de lagos y volcanes, ayudar a levantar la nueva Nicaragua, participar como brigadista en la Cruzada Nacional de Alfabetización. Soñabas con hacer mucho más que ir a marchas, a eventos de solidaridad, protestar por la presencia de los “contra revolucionarios” auspiciados por Estados Unidos.

En 1989 la primera novela de la poeta nicaragüense Gioconda Belli entró a tu casa. Lo hizo con la naturalidad de quien se sabe bienvenida. Miraste la ilustración de portada, obra de uno de los pintores latinoamericanos más importantes, Armando Morales, quien vivía en Europa y para no extrañar tanto a su tierra nica, tenía en su estudio una piña cuyo perfume iba impregnando sus cuadros, pétreos y etéreos. Empezaste a leer con fruición el hermoso libro editado por Diana.

No sabías mayor cosa de Gioconda Belli. Te identificaste con Lavinia, su personaje, apenas un poco mayor que tú. Entendías sus dudas, sus titubeos; te gustaba asistir a su transformación: que se definiera y asumiera su compromiso social y amoroso, que se integrara a las Fuerzas de Liberación Nacional, que participara en varios operativos. Años después, en 1994, pasarías por un proceso parecido cuando se levantó en armas el Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Del apoyo al total involucramiento sólo hubo un paso y tres palabras: “Sí, le entramos” dichas al mismo tiempo por tu compañero y tú.

Al igual que Lavinia, te sentías habitada. Ella, por el espíritu de Istá, una mujer que otrora había combatido a los invasores españoles y había muerto en combate. Tú, estabas descubriendo al México profundo, la música hecha por indígenas, la vestimenta tradicional y el arte popular más allá de canastitas y tepalcates. Empezabas a echar raíces y reconocerlas como tuyas.

Pero volviendo atrás, a fines de los 80’s, a tu alrededor varias personas comentaban el libro, que si buenísimo, que si era de un realismo mágico muy femenino y feminista, que si era la historia de la propia Gioconda, que la “Comandante Belli” ocupaba cargos de alta importancia en el gobierno sandinista, que si un hermano de Daniel Ortega era quien la había reclutado.

La mujer habitada es un libro al que le estás agradecida. Lo leíste entonces como quien conversa con una hermana mayor. Lo releíste después. Volverlo a leer recientemente es meterte a la máquina del tiempo. Le vas encontrando caminos y senderos nuevos. Agradeces la profundidad psicológica de los personajes, tienen facetas, matices, no son monolíticos, llegan a ser contradictorios como toda persona de carne y hueso. Y ese es uno de los grandes aciertos de esta poeta, novelista, mujer de palabra y militante. La mujer habitada te llevó derechito hacia la Poesía Reunida de Gioconda Belli, también editada por Diana. El 30 de noviembre de 1989 le obsequiaste a René Villanueva, un ejemplar. En la dedicatoria le pusiste simplemente que deseabas algún día escribir un libro así y dedicárselo.

En un momento dado pensaste en incluir un poema de Belli en las memorias que escribiste de tu compañero, Como gotas de ámbar, editadas por Pentagrama: “Pienso que juntaré mis poemas,/ agarrados como una fila de huracanes/ y haré un libro desafiante y bello para vos./ Un libro donde estaremos felices/ o ariscos como gatos discutiendo,/ un libro que flote en el tiempo de tu tiempo/ y que podás enseñar a tus nietos/ y decirles:/ “miren cómo me amó esta mujer”/ con orgullo de macho idolatrado.” Pero el “descalificativo” macho no se le puede aplicar a René y por eso descartaste Del qué hacer con estos poemas y preferiste unas décimas jarochas de Francisco Ramírez “Chicolín”: “Si la mar fuera de tinta/ y las olas de papel/ si los peces escribieran/ cada uno con pincel/ en cien años no escribieran/ lo que te llego a querer”. Pero ésa es otra historia.

Al leer El país bajo mi piel, las memorias de Gioconda Belli, supiste que la publicación de sus primeros poemas causó conmoción pues hablaban de la menstruación, del deseo, del parto de su primera hija, de la lactancia, del placer de ser mujer. Temas prohibidos, prácticamente pornográficos, en 1970. Su marido de entonces (Mariano Downing) le dijo que antes de que ella publicara algo, él debía leerlo y aprobarlo. La respuesta de Belli fue directa: Así las cosas, prefería no publicar. Se brincó la censura conyugal y siguió publicando pues los poetas nicaragüenses celebraron el advenimiento de una gran poeta. El tiempo les ha dado la razón. A fines de los 80’s no se te ocurría que eso tan cotidiano fuera tabú. Claro, perteneces a otra generación…

A Gioconda los poemas le empezaron a brotar como las hojas nuevas a un árbol. Lectora de Walt Whitman, publicista, hija de una familia bien acomodada, clandestinamente formaba parte del Frente Sandinista de Liberación Nacional cuando ser sandinista era arriesgar la vida… A la dictadura de Somoza no le convenía capturar a una persona pública, de familia “burguesa”, reconocida mujer de letras. Y eso, ella lo supo aprovechar muy bien.

En 1976 escribió ¿Qué sos Nicaragua? Hablaba de ese país que es un triangulito de tierra en la cintura de América, del vuelo de cenzontles, colibríes y guardabarrancos, de los ríos que pulen las piedras y del canto de las hojas de los árboles gigantes, pero su patria es también un puño crispado y una bala en la boca. El final del poema calaba entonces y cala ahora, cala todavía más que antes: “¿Qué sos, Nicaragua, para dolerme tanto?”

Lo escribió desde el exilio porque no había que echar en saco roto las advertencias de la Guardia Nacional. Primero vivió en México donde conoció y trabajó al lado de Thelma Nava y Efraín Huerta; después se instaló en Costa Rica. Rehizo su vida sentimental, recuperó a sus dos hijitas y siguió colaborando con la Organización, a veces en comisiones tan peligrosas como pasar cargamentos de armas a Nicaragua.

En Cuba aprendió a manejar pistolas y ametralladoras. Conversó con Fidel Castro en varias ocasiones. En Panamá conoció a un Omar Torrijos “extraño” pues la instaba a que escribiera ahí mismo, de inmediato, un poema para una de sus hijas. Gioconda le decía que se tenía que inspirar, que a ella no le salía escribir así nomás y menos si se lo ordenaban. Pero también habla de un Tomás Borge, hijo predilecto de Matagalpa, perdidamente enamorado de Emma Bovary durante su adolescencia, uno de los fundadores del FSLN, sobreviviente de la tortura, poeta y guerrillero convertido en ministro del interior y luego en todo aquello contra lo que había luchado en su juventud.

Belli es una feminista que ve a los hombres con buenos ojos, le gustan, los ama, los disfruta, se hermana con unos, se empareja con otros y con ellos lucha por un mejor futuro para todos. En Amo a los hombres y les canto, declara su amor a los hombres jóvenes, a los obreros, a los carpinteros y a los campesinos. No olvida mencionar a los poetas, a los pintores y, ¿por qué no?, también a los hombres de negocios y a los solitarios pensadores: “A todos amo con un amor de mujer, de madre, de hermana/ Con un amor que es más grande que yo toda”. Pero hay excepciones y uno de ellos es Daniel Ortega: ex guerrillero, ex preso político, presidente de Nicaragua. Dictador.

Gioconda Belli tenía diferencias con altos funcionarios del gobierno sandinista… A ella no le extrañó la derrota del FSLN en las elecciones de febrero de 1990. Pero a ti te tomó por sorpresa. No lo podías creer. Y no eras la única. Don Julio Scherer García no acababa de entender cómo los nicaragüenses habían preferido a un ama de casa renca (Violeta Barrios, viuda de Chamorro) a Ortega. Pero ya se había derramado mucha sangre al combatir a la Contra y la invasión de Panamá, unas semanas antes, fue determinante: 24 mil mariners, aviones y bombas destruyeron barrios enteros para capturar a un hombre, a José Antonio Noriega, “amigo” de los yankis.

Belli salió del Frente en 1993. Para el año 2005 la revolución se ha convertido en una “piñata” y los antiguos somocistas se alían con de FSLN controlado por Ortega y su mujer, Rosario Murillo, quien de joven era una de las promesas de la poesía nicaragüense y ahora es la “copresidenta” o “vicedictadora”. Expertos de la ONU aseguran que ella es la mano negra tras la represión oficial.

En febrero del 2023 el gobierno de Ortega-Murillo despoja a 94 nicaragüenses de su nacionalidad, entre ellos Gioconda Belli, acusándolos de traición a la patria e incautándoles sus bienes muebles e inmuebles.

Ella, ante las cámaras de la televisión española, rompe su pasaporte. “Este documento no me hace a mí nicaragüense” es su argumento. “No le reconozco a ese gobierno la potestad de quitarme la nacionalidad.”

Chile y España le han ofrecido la nacionalidad. Casi hace una nueva versión del ¿Qué sos Nicaragua? al escribir Te amo Patria de mis sueños y mis penas: “Arranco de tu pelo a los que te venden, te roban y te abusan/ te cuento cuentos en la esquina de mi almohada/ te arropo y te tapo los ojos/ para que no veas los verdugos que llegan a cortarte la cabeza/ Palabras digo puesto que son ellas la argamasa de mi vida/ y a punta de palabras te imagino una y otra vez renacida/.”

En el exilio mexicano se describió como “una muchacha que llora / debajo de un paraguas/ cuando la muerde el recuerdo/ […] Ahora/ soy un canto de lluvia y de nostalgia, / soy de ausencia”. Bien tituló sus memorias El país bajo mi piel. Le quitaron la nacionalidad, no la Patria. Allá quedaron sus libros, el sofá, el jardín, sus dos perros. Las palabras son su delito, su pecado y el lugar donde está enterrado su ombligo.

Gioconda Belli escribe, siempre ha escrito para exorcizarse, para sacarse de adentro las angustias. 400 mil personas han tenido que salir de Nicaragua desde 2018. Gio va en su tercer exilio y sigue escribiendo. Llena el silencio de murmullos “Ay, Nicaragua, Nicaragüita, ¿qué sos vos para dolerme tanto?” pero está feliz de recibir el Premio Carlos Fuentes, escritor que la deslumbró más de una vez.

Belli no sólo ha enriquecido el patrimonio literario de la humanidad sino también nuestros días y nuestras noches.