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/ Agustín Basilio de la Vega./
El mundo festeja la navidad, da gracias por concluir un año y por el inicio de uno nuevo. En todos los continentes priva el calendario que estableció el papa Gregorio XIII en 1582 en el cual un año es igual a 365.2422 días y que sustituyó gradualmente al calendario juliano, utilizado desde el año 46 a. C. y que Julio César instauró con fundamento en el calendario solar egipcio que constaba de 365.25 días.
Los cristianos celebran el 25 de diciembre el nacimiento de Jesús de Nazaret, mismo que le da el nombre y significado a esta temporada festiva. Prácticamente todos los elementos culturales y religiosos que sirven para celebrar el adviento, la noche buena, navidad, fin de año, año nuevo, la epifanía (reyes magos) y el día de la candelaria, tienen su origen en el año litúrgico católico.
Millones de personas han adoptado los diferentes elementos de esta cultura cristiana que se expresan en forma de música, pinturas, representaciones gráficas, adornos, teatro, cine, etc. y se combinan con elementos vernáculos y aportaciones particulares de los distintos países y continentes.
Lo más representativo del tiempo de la navidad es “el Niño Dios” y la abundancia de luces por todas partes. Ambos elementos están íntimamente relacionados pues el centro de la navidad, como dijimos, es el nacimiento del Mesías (el enviado) en un pesebre de belén y que es la “luz del mundo” que guía a los hombres hacia la verdad y felicidad.
A lo largo de los siglos, este acontecimiento histórico y religioso se ha enriquecido con hermosas expresiones artísticas que proyectan “la buena nueva” y la “paz a los hombres de buena voluntad”. Algunos ejemplos significativos en México son las posadas, las coronas de adviento, los nacimientos, los pinos de navidad, las esferas, las velas, las estrellas etc.
No obstante, el claro origen cultural de la navidad, el wokismo (movimientos políticos autollamados progresistas o de izquierda y con perspectivas identitarias de minorías) promueve eliminar la riqueza de estas celebraciones al grado de suprimir la palabra Navidad y sustituirla por “fiesta” con la bandera de la supuesta inclusión como si se tratara de una temporada de discriminación.
Nada más falso que ello. La navidad es la época del año en la que más se promueve el respeto de la libertad, la fraternidad, la paz y la armonía entre las familias y los pueblos. La familia de Nazaret que emprende un viaje en penuria representa, por un lado, el intenso amor filial al hijo que está por nacer y, por el otro, a millones de migrantes y en general personas que buscan una vida mejor.
Los humildes pastores reflejan la aspiración de los pueblos a vivir en libertad y paz, la estrella es la esperanza que guía a las personas en búsqueda de la verdad y los Reyes Magos, además de ser ejemplo de la pluralidad de la humanidad, son la perfecta expresión de la tolerancia y la fraternidad de todos los hombres sin distinción de raza, religión, origen etc.
La navidad es un tiempo de reconciliación, de amor, de paz. Es un momento propicio para que las familias sean un “espacio de perdón” como lo ha señalado el papa Francisco. Es una oportunidad para que todos seamos mejores personas inspirados en Jesús, José y María.