*Escrito por Arantza Díaz.
09.12.2024 /CimacNoticias.com/ Ciudad de México.- En 2006, el -entonces- presidente de México, Felipe Calderón Hinojosa declaraba la guerra contra el narcotráfico; una ofensiva militar de combate que intentó encarar con belicismo a las células delictivas que operaban en el país. El resultado trajo consigo a miles de personas desaparecidas, homicidios, tortura, violencia y representó el parteaguas de uno de los fenómenos más incontenibles y crudos a 18 años de esta guerra: el feminicidio, que, desde entonces, se disparó un 127%, de acuerdo a información de Data Cívica.
Data Cívica da a conocer que, desde el 2006 la tendencia de homicidio y feminicidio -hombres y mujeres, respectivamente- ha perseguido tendencias similares desde la llamada guerra contra el narcotráfico. Estas similitudes guardan una intrínseca relación con factores como el poder, la instrumentalización de los cuerpos y el punto máximo de violencia pues, de acuerdo con la organización, desde el 2006, las personas -independientemente de su sexo- tienden ser asesinadas con armas de fuego para, posteriormente, colocar sus cuerpos en espacios públicos.
Ahora bien, aunque los homicidios de hombres han mantenido una tendencia fluctuante de picadas y repuntes -como en 2023 cuando cayó la tasa a comparación del violento 2018-, el feminicidio se mantiene como una línea casi recta desde hace dos décadas; no hay caídas, no hay contención, ni una tendencia a la baja dramática donde las cosas hayan pintado mejor para las mujeres, niñas y adultas mayores en nuestro país. El homicidio violento en contra de los cuerpos de las mujeres se mantiene sin alteraciones, prácticamente inmutable; permanente, aún con el paso de casi 2 décadas.
Por ejemplo, en 2006 se registraron 1.03 feminicidios por cada 100 mil mujeres y en 2021, la tasa aumentó un 34% con 1.38 feminicidios por cada 100 mil mujeres.
¿Y qué pasaba antes del 2006? De acuerdo con una metodología de datos, antes de este año -que pautó el inicio del calderonismo-, el fenómeno del feminicidio parecía contenerse, sin embargo, como una especia de catalizador, desde el 2006 a la fecha, el feminicidio -y cualquier otra muerte violenta de una mujer tipificada como homicidio-, aumentó un 127%.
De diferencias, violencia letal e interseccionalidad
Uno de los factores primordiales a considerar es que, aunque a hombres y mujeres tiendan a ser víctimas de homicidio con arma de fuego, las brechas se comienzan a hacer notorias cuando se pone la mira en los siguientes instrumentos de homicidio. Además del arma de fuego, las mujeres son asesinadas por ahorcamiento, con arma blanca, fuerza corporal o envenenamiento; los hombres, en una medida mínima, pues el 72.6% de sus homicidios son cometidos por arma de fuego.
Aunque el asesinato en espacios públicos es un fenómeno normalizado desde el sexenio calderonista, Data Cívica también reconoce que, en esencia, la principal diferencia entre hombres y mujeres es que ellas tienden a ser asesinadas al interior de su vivienda con mayor incidencia.
El 52.6% de las mujeres fueron asesinadas en espacios públicos y el 31.9% en privados.
Entre las denuncias principales, la organización expone una serie de deficiencias en materia de información que no permite hacer una lectura transparente sobre en dónde estamos y cómo se puede contrarrestar el feminicidio en nuestro país. El Estado se ha encargado de producir diversos registros y bases de datos públicos, sin embargo, la información resulta contrariada y muchas veces, carece de interseccionalidad.
De manera concreta, se puede entender la interseccionalidad como el cruce de todas aquellas discriminaciones que oprimen a las mujeres de manera diferenciada; no es lo mismo nombrar a una mujer urbanizada, que a una madre migrante. Esta herramienta resulta fundamental para poder atender las necesidades de las personas y abolir la violencia estructural que atraviesa a las mujeres, niñas y adultas mayores.
El problema con la información que produce gobernación, es la nula interseccionalidad y con ello, se reproducen faltas de variables para entender mejor el fenómeno de feminicidio, muchas veces, sólo se nombra homicidio sin especificar sexo, la edad de la víctima, fecha, lugar de residencia, municipio, tipo de agresión, arma utilizada, pertenencia a una comunidad afro / indígena, maternidad y demás factores que serían necesarios para producir información certera; información base que es crucial para prevenir el feminicidio y también, poder contabilizar cuántos de esos «homicidios», son, en realidad, feminicidio.
Data Cívica reconoce que, de una década a la fecha, sí se han comenzado a llenar campos relacionados a la etnicidad indígena o afromexicana, especialmente, en 2023, sin embargo, si bien representa un avance importante, existen otros «sitios grises» que no son registrados y que no permite articular y segregar de manera exitosa la información, por ejemplo, en 2023 sólo el 1% de los casos de homicidios rellenaron los datos de «parentesco con el agresor»; la información para reconocer quién comete estos homicidios -muchas veces, feminicidios por sus características de violencia-, es un territorio aún sin mucha certeza.