Feminismo popular o feminismo elitario

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/ por Rafaela Apel y Lorena Donaire /

La cosa es … peluda. Se trata de la lucha por terminar con el patriarcado, es decir, nada menos que acabar con el principal síntoma histórico de la sociedad de clases en los últimos diez mil años, una sociedad basada en la explotación que es responsable de todas las opresiones. Por eso es relevante hacer una reflexión acerca de cuál es el sentido de las influencias, ¿será verdad que la Academia debe ir a la realidad de las comunidades a contar cuál es el camino correcto o “por donde va la micro”? ¿Soy yo, intelectual o académico, tan sabio como para conocer solo desde mis libros (bastante estáticos) lo que ocurre en los pueblos y comunidades (esencialmente dinámicos)?

Todo hace pensar que la dirección de la participación académica debería ser justamente al revés: la gente que estudia estos temas debería ir a aprender y a constatar sus teorías en los territorios. Debería ir a averiguar in situ cuál es el sentido y razón de las luchas de las comunidades, cuál es el centro de sus demandas y cuál es el meollo de las opresiones (dobles, triples… a veces múltiples opresiones: trabajadora explotada, indígena, extranjera, discapacitada, homosexual y MUJER).

Estas cosas se podrían conceptualizar de una mejor manera, pero hace falta dar algunos pasos esenciales en ese sentido: Así como queremos descentralizar la producción del país en general, también habría que descentralizar la intelectualidad.

 

El hecho de no incluir y no involucrarse con los movimientos de zonas rurales, al tiempo de echar en falta a la Academia, sabiéndose ellos mismos académicos, huele más a un menosprecio clasista que a otra cosa.

 

Hay quienes desde la intelectualidad afirman con menosprecio que a los movimientos de zonas rurales les faltarían académicos, rigor o estructuración científica (o discursiva). Pero allí se percibe una gran ansiedad y bastante curiosa por verificar que esos movimientos rurales tengan los mismos principios doctrinarios, antes de comprobar la cuestión práctica, es decir, antes de ver lo que de hecho hace o deja de hacer tal o “mascual” movimiento rural.

Lo anterior proviene de la creencia de que la doctrina correcta les haría llevar a una práctica correcta, cuando en realidad una práctica concreta puede ser compatible con varios principios doctrinarios a la vez.

El hecho de no incluir y no involucrarse con los movimientos de zonas rurales, al tiempo de echar en falta a la Academia, sabiéndose ellos mismos académicos, huele más a un menosprecio clasista que a otra cosa, ya que sería su propia colaboración la que según ellos haría falta, pero se restan de involucrarse a menos que lo puedan hacer en su calidad de personas que saben mejor “lo que hay que hacer”. Por otro lado, da cuenta de su propia falta de convivencia política, de experiencia en asambleas no universitarias, sino populares, donde por necesidad el foco siempre es y debe ser la práctica concreta y el objetivo común, por sobre las diferencias doctrinarias. Debe ser, porque la diversidad doctrinaria es tan amplia que de otro modo simple y llanamente no habría manera de avanzar.

En el Manifiesto Comunista, obra clásica y lectura esencial para la izquierda, en la caracterización de lo que serán las sociedades avanzadas, Marx y Engels describen al final de su texto que en la sociedad futura se borrarán las diferencias entre la ciudad y el campo. En el mismo texto y contexto, afirman que justamente el ir borrando gradualmente esas diferencias es lo que marca el fin de la lucha de clases. Otra categoría del mismo orden en Marx es la superación de la división del trabajo manual e intelectual. Enseñar filosofía y ciencias políticas al futuro gásfiter es tan indispensable como enseñar gasfitería o electricidad a los futuros filósofos o intelectuales.

académico que tiene clara aquella necesidad de sincronía entre la teoría y la práctica nUn unca menospreciará el saber práctico del movimiento rural.

En Mujeres Modatima estamos en una permanente búsqueda teórica, que no queremos detener ni zanjar. Nos parece mejor estar siempre abiertas a intercambiar experiencias de lucha con todas las mujeres, intelectuales y prácticas, del campo y la ciudad, para buscar un camino de inclusión y diálogo horizontal, donde se encuentren las distintas reflexiones, realidades y corrientes del feminismo. Nos hemos definido como antipatriarcales, y aunque sentimos que nos hace falta dar algunos pasos más de escucha integradora, para que relevemos aquellos feminismos que son más compatibles con la práctica que nos identifica en los territorios, nuestra postura debería ser mantenernos en esa apertura y acogida de las ideas de las mujeres del pueblo.

Publicada en El Mostrador.
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