Finanzas, por dónde empezar con los niños .

  • “DEBO, NO NIEGO; PAGO, LO JUSTO” .

 / Teresa Carbajal /

Hoy en día los cursos de verano son una alternativa para obtener ayuda en el cuidado de los niños, mientras transcurre un prolongado verano que precede al inicio del nuevo ciclo escolar.

Espacios educativos y de convivencia con otros pequeños de edad afín que permiten continuar con el aprendizaje, mientras las madres y los padres ocupamos esas horas en las actividades laborales, pues ni en sueños, tendremos unas vacaciones tan vastas como los pequeños.

Todo es bueno, y de todo se aprende sin duda alguna. Pero, ¿ya reservó unos días de estas vacaciones para hablar con sus hijos de finanzas personales?, sí, de dinero.

Si no lo ha hecho, aún está a tiempo. Desde luego que no hay mejor ejemplo que el que se da en el hogar. La forma en que administramos y gastamos el dinero, es, aunque no lo digamos, la enseñanza que vamos dando a los niños, y esa semilla que se sembrará en sus conciencias a la hora de tomar decisiones financieras en la vida adulta.

¡Qué difícil suena, no!, pero suena como es, porque hablar de dinero con los más pequeños es nuestra responsabilidad, y es tan importante, como hablar de higiene, o de buenos hábitos, pues se trata nada más y nada menos, que de su futuro.

No hagamos a un lado esa tarea que solo a los padres corresponde hacer. Por ejemplo, todos tenemos una anécdota con papá y mamá, o en el seno familiar; o recordamos quien era la persona que nos proveía de alimentos.

Y si era la misma persona que lo administraba, ¿cómo lo hacía?, ¿con planeación, o al ahí se va?, si el dinero le alcanzaba o si siempre andaba al filo de la navaja, viviendo de milagro.

¿Lo recuerda?, cómo era la dinámica familiar, había necesidades, carencias, o suficiencia; quizá algunos de esos recuerdos puedan resultar hasta dolorosos, y otros gratos. En mi caso, por ejemplo, recuerdo de mi mamá, que fue ella quien me enseñó el ahorro, y la importancia de ahorrar.

También quien me enseñó de manera práctica, cómo funcionaba el comercio, a entender el precio de los productos, saber cuánto tenía que juntar para comprar aquello que deseara, revisar que estuviera en buen estado, y una vez recibido, a verificar el cambio.

Y esto sucedió en el kínder, pues a la salida del jardín de niños, había una pequeña pero muy bien surtida tiendita que se llamaba “La Marina”, ahí entendí lo que era una compraventa. Eso sí, con modos, ya saben cómo, de las mamás de antes.

Después de aquel mediodía, en el que no sabía si soltar el llanto, las papitas, o el dinero, nunca olvidé la fórmula, de que solo a cambio de un precio cierto y en dinero, un vendedor entregará el objeto. Así que gracias siempre Mami, gran lección me diste, -porque según yo, eso era fraude- creyendo que se podía salir con ambas.

Sucede que ahora, las cosas han cambiado, pues hay mucha más información en las instituciones educativas, se habla sobre la necesidad de educación financiera y se recrimina y atribuye a la falta de, los fallos y errores del uso del crédito y de los servicios financieros en la vida adulta.

Se nos llama desordenados, gastadores, o confiados si las cuentas o los planes no nos salen como lo esperamos. Desde luego que (como siempre lo he dicho), no hay piso parejo para usuarios y acreditantes, y esa brecha es la que genera tantos daños a nuestra economía.

Y de esto último también tenemos que conversar con los niños, acerca de nuestras experiencias y cómo hemos vivido la transición de los servicios financieros tradicionales, a los medios y canales digitales de acceso al dinero.

Los cuidados que deben tenerse al momento de abrir y usar una cuenta, y los candados de seguridad a implementar. Porque es un hecho, a las nuevas generaciones les toca vivir una época en la que las medidas de seguridad se basan en la autoprotección, la prevención y lamentablemente en la desconfianza.

Así como hoy en día apostamos al diálogo cercano su seguridad, hagamos de esta estrategia un aliado para proveerles de los primeros conocimientos en su tierna infancia acerca del uso del dinero. No se necesita ser experto, solo compartir la experiencia, obtenida quizá a través de los propios errores.

Desde su propio lenguaje, con sinceridad y con tiempo, no dude en hacerlo, pues nadie más afuera estará más capacitado que Usted para acercarlos a la vida financiera futura.

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